Pure Imagination

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—Valentina, Dios, ¿puedes hacer un poco más de ruido? — el sonido de algo cayendo al piso y rodando por las escaleras hacia abajo las hizo mirarse a los ojos con el pánico reflejado en ellos, mientras se quedaban tan quietas como podían. Sus sentidos estaban maximizados, atentos a cualquier minúsculo atisbo de sonido proveniente de las habitaciones del pasillo. Esperaron lo que pareció ser más tiempo del necesario, pero no había más ruido a su alrededor que el de sus respiraciones agitadas, seguido de un suspiro bajito.

—¡Yo no estaba haciendo ruido!— dijo la anteriormente aludida en un susurro mientras seguía bajando las escaleras con las manos ocupadas.

—Siempre tienes que ser tan ruidosa— murmuró su esposa a su espalda, percibiendo la sonrisa de la ojiazul de antemano.

—No veo que te quejes muy seguido por eso, la verdad— la pequeña risita que soltó la ojiazul solo le hizo mover la cabeza.

—No se como hacemos esto cada año y aun no aprendes a hacerlo en silencio, me aterra que se den cuenta— dijo la morena llegando al final de la escalera y acomodándose las cajas que llevaba entre las manos para ponerlas sobre el sofá y ayudando a su esposa con las que ella cargaba.

—La adrenalina es divertida, es lo mejor de este día— la castaña término de dejar las cajas en el suelo mientras daba un vistazo a la mujer que estaba de espaldas a ella que era iluminada por las tenues lucecitas del enorme árbol decorado en una esquina de la enorme sala de estar. —Bueno es casi lo mejor de este día.

Juliana se dio vuelta, para ver a su esposa que en cuestión de nada la tenía rodeada entre sus brazos por la cintura. Se dejó llevar por un pequeño movimiento como de un paso de baile lento que era marcado por una música inaudible para cualquiera de ellas, pero que ambas sabían la tonada de memoria. La morena apoyó su cabeza sobre el pecho de su esposa que como acto inmediato reposó su mejilla en su frente, después de dejar un beso. Ambas balanceándose suavemente de un lado a otro, observando las luces parpadeantes y los colores cambiantes de la serie navideña, el resplandor en la reluciente superficie de cristales de colores de las esferas cortadas en madera con los nombres de cada integrante de su familia, suspiraron y aspiraron el agradable aroma a pino. Ninguna habló pero después de tantos años juntas, no era necesario hacerlo para comunicarse. Se separaron y unieron sus labios en un pequeño beso que les calentó el corazón antes de separarse y quedar unidas por sus manos, mientras ambas miraban los montones de cajas regadas por cualquier parte en el piso de la sala.

—¿Quieres hacer el trabajo o comemos primero? — preguntó Valentina, sentándose en el piso y trayendo el plato repleto de galletas Oreo entre las manos y uno de los 3 vasos de leche de debajo del árbol.

—Siempre eliges comer primero, no se porqué me preguntas — Juliana se rió acompañándola a sentarse frente a ella y quitándole la galleta que estaba a punto de llevarse a la boca.

Ambas rieron un poco más fuerte de lo que planeaban y se obligaron a guardar silencio.

—¿Quieres comenzar con la de Eli? — Juliana tomó un pequeño zapatito rosa que parecía de una muñeca, mientras miraba a su esposa asentir con entusiasmo con una galleta media mordida en la boca. Dentro del zapato, había una papel doblado de cualquier manera que extendió y automáticamente dejó escapar un sonido de absoluta ternura, dando vuelta para que Valentina pudiera verlo, la cual la imitó haciendo que su corazón se le llenara de amor de inmediato.

Elena Carvajal-Valdés era el miembro más pequeño y el tesoro de la familia entera. No había sido un embarazo sencillo, principalmente porque había llegado después de muchos años en que Valentina meditó una y otra vez si estaba lista para darle vida a un nuevo ser humano, seguido de varios intentos fallidos donde casi habían perdido las esperanzas. Una mañana de abril, hacía poco más 2 años en medio, después de una madrugada por demás incómoda y donde todas las opciones habían ido y venido dentro de su cabeza, decidió tomar una prueba de embarazo al lado del lavabo con una Juliana apretando su mano tan fuerte como podía, sabía que después de esa prueba todo iba a cambiar, o estaban embarazadas de nuevo y todo cambiaría, o no lo estaban y volverían a hacerse pedazos. 3 minutos, 4 pruebas de embarazo después, ambas estaban abrazadas en el medio del baño dándole la bienvenida nuevamente a la idea de que serían madres otra vez.

Everything's Not LostWhere stories live. Discover now