015 I Morfeo y Madeline

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Nicoletta solo tenía cabeza para arreglar sus problemas de la universidad, sentía su mano derecha temblar con sutileza, así que la cerró en un puño, ella debía de controlar esa ansiedad que hace años que no se presentaba, y sabía que para su carrera era peligroso, y más si quería realizar cirugías.

Su mamá todavía estaba en su casa y se había quedado en su habitación. La pelirroja se trasladó hacia la de Stella, y a altas horas de la noche, Morfeo entraba sin hacer ruido, parecía un ladrón que estaba a punto de hurtar el apartamento, se quedaba en el sillón más incómodo, y debía de madrugar para que no lo descubrieran.

¡Era un dios! Y estaba siendo tratado de la peor manera, era insólito.

Pía masajeó los hombros de Nicoletta por unos segundos, en un vago intento para que ella se relajara, ya que estaba a punto de entrar a la oficina de la coordinación de las guardias en el hospital.

—¿Segura que quieres? Te dijeron que tomaras hoy libre —insistió Pía, mordiéndose el labio inferior.

Conocía muy bien a la pelirroja, se conocieron desde la primera clase de la carrera y se han hecho grandes amigas, por ende, sabía cuán terca podía llegar a ser cuando se trataba de sus metas.

—No, eso de mi insomnio ya se arregló, y no creo que vuelva a suceder —insistió, acercando su mano a la puerta, tocando tres veces con los nudillos.

—Te voy a esperar aquí, afuerita, por si necesitas algo —susurró Pía, caminando hacia atrás mientras que su amiga abría la puerta.

Después de escuchar el permiso, Nicoletta giró el pomo y lo empujó, con un poco de timidez entró en el pequeño cuarto que consistía en el escritorio y una silla justo en frente, con algunos detalles personales de la coordinadora colgados en las paredes blancas.

—Buenas tardes, Doctora Fiore —dijo, con una voz firme.

—Señorita Russo, la estaba esperando; tome asiento, por favor. —La coordinadora extendió su brazo en la silla que estaba enfrente del escritorio.

Nicoletta dio unos pasos hasta llegar a la silla, donde dejó caer su peso. Cruzó los tobillos y jugaba con el descansa brazo de esta.

—¿Cómo está, Doctora Fiore? —preguntó la alumna, mordiendo su mejilla interior.

—Yo muy bien, pero, ¿y tú? Supe que estuviste internada por unos días, que estuviste completamente noqueada, y que por eso no habías podido empezar con tus guardias en el hospital, aunque creo que te habían dicho que podías iniciar la siguiente semana, para que no tengas una recaída. —La mujer de la tercera edad, con los dedos entrelazados por el escritorio.

—Sí, fueron por falta de unas proteínas que no consumo, ya que soy vegetariana, pero las suplo con unas píldoras que se me olvidó tomar —improvisó su mentira, mas el que tomaba esas pastillas no lo eran.

La coordinadora asintió con la cabeza, las raíces de su cabello gris se veían sobre el negro. Ella le regaló una sonrisa, debido a que lograba percibir que la estudiante se encontraba nerviosa.

—Entiendo, si me había comentado tu compañera de apartamento. Leí tu expediente, y eres muy buena estudiante, igual puedo programarte toda una semana entera, para que puedas recuperarte de estos días que no se pudo cumplir. —Frotó las manos, y encendió la pantalla del monitor, revisando la lista de Excel.

Los turnos de cada guardia son de ocho horas, y son rotativas, ya que algunas son en la tarde, mañana y en la noche, de este modo se logra cubrir con todos los estudiantes que lo necesiten en ese instante.

El capricho de Morfeo [CD #2]Where stories live. Discover now