VII. LA VERDAD.

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Estaba arrepentida

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Estaba arrepentida.

Si.

Se había perdido en Narnia.

No sabía dónde estaba y eso que vivía hace años en ese lugar. Keira solo daba vueltas por el mismo lugar mientras sus manos alumbraban el lugar.

La chica solo había dormido pocas horas, se despertó a la madrugada y ahora se encontraba vagando por el bosque de Narnia, intentando llegar al castillo lo antes posible.

Su corazón pesaba, saber que no cumplió lo que le dijo su madre, y que también tampoco pudo estar con los humanos. Aunque ella quería estar con ellos, en el fondo tenía miedo de matarlos. Miedo porque no sabía controlar sus poderes después de que la reina le enseñara por tanto miedo. Se sentía tan mal vagando por los bosques de Narnia. Nunca se lo imagino.

Entro tantos en sus pensamientos que no se dio cuenta que había un campamento frente suya. Un campamento que al parecer era de la reina.

Como ella era la hija, se aproximó con autoridad mientras todo los súbditos la miraban y hacían una pequeña reverencia.

—¿Madre está aquí?—Preguntó ansiosa.

—Se encuentra haciendo algo privado.

—No le digas que estoy aquí, por favor.—El gnomo asintió, aunque la humana sabía que no le iba hacer caso, lo primero que iba hacer era comunicarle que ella estaba ahí.

Keira se separó del narniano y vio como poco a poco todos los presentes se iban alejando de ella.

Cuando quedó sola se sentó en el suelo, apoyando su espalda en el árbol mientras cerraba los ojos e intentaba imaginar su vida en la tierra, siempre lo hacía.

—¿Quien anda ahí?—Dijo al sentir que no estaba sola.—. ¿Madre?

Keira se levantó y rodeo el árbol y vio a un niño amarrado en el árbol, no entendía el porqué estaba amarrado.

—¿Por qué estás amarrado?—Dijo agachándose y desatándole la boca. Ahí comprendió todo.—. ¿Eres hermano de los humanos?

El azabache hizo una mueca de dolor.—. Por favor, desátame.

—¿Por qué debería hacer eso?

El azabache gimió en voz baja, no podía pasar tanto tiempo atado, sus manos dolían de lo fuerte que estaban.

—Por favor.

Keira miró a sus lados para confirmar que estaban a solas, cuando lo confirmó empezó a desatarlo mientras le hablaba.

—Te llevaré con tus hermanos, y tú me prometerás que los convencerás para que regresen a vuestro mundo. No pueden pasar más tiempo aquí —El azabache asintió sin pensar y cuando sintió sus manos desatadas empezó a suspirar aliviado.

𝐋𝐀𝐒 𝐂𝐈𝐍𝐂𝐎 𝐏𝐎𝐄𝐒Í𝐀𝐒.||. Las Crónicas de Narnia. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora