VIII. TRAIDORES.

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—¡Jadis, la reina de Narnia!—Escuchaba Keira mientras salía de la tienda

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—¡Jadis, la reina de Narnia!—Escuchaba Keira mientras salía de la tienda. Todos estaban gritándole que no era lugar propio de ella.

Keira le avergonzó como todos la odiaban y ella,—aunque odiará sentirlo.—, todavía la amaba. Se posicionó al lado de Edmund, ganándose una mirada del rubio, cosa que ella ignoró.

Siempre supo que su madre tenía un ego demasiado alto, pero cuando la vio sentada en un pequeño trono y sus súbditos llevándola mientras iba al campamento del enemigo, le sorprendió. Todos callaron cuando la reina bajó del trono y empezó a caminar hacia el león. Todos podían sentir la tensión.

—Hay varios traidores entre ustedes, Aslan.—Susan miró a su amiga, sorprendida. "¿Ella también era una traidora?"

—Sus ofensas no iban contra ti.

—¿Has olvidado las leyes sobre las que se fundó Narnia?

Aslan soltó un pequeño rugido. Estaba enfadado.

—No me cites la Magia Insondable, Bruja. Yo estaba ahí cuando se escribió.

—Entonces, recordarás que los traidores me pertenecen —Keira y Edmund se miraron a la vez.—. Su sangre es mía.

—Intenta llevártelo.—Dijo Peter alzando su espada.

—¿Crees que la fuerza bruta me privará de mi derecho, reyezuelo?—Dijo en tono de burla. Peter bajo la mirada y lentamente la espada.—. Aslan sabe que si no me da la sangre que la ley exige, ¡toda Narnia zozobrará! Y perecerá bajo el fuego y el agua.

Keira se sentía culpable. No podía dejar que Edmund fuera llevado.

—Lléveme a mi, pero no a Edmund—Dijo la pelirroja avanzando algunos pasos.—. Él no tiene que ser llevado.

La Bruja soltó una risita en voz baja.—. Te llevaré de todos modos. Al fin y al cabo eres mi hija y tengo derecho.

Keira bajo la mirada, furiosa y con una tristeza enorme. No le había gustado que Lucy y Susan se hayan enterado así. Quería habérselo dicho ella misma y decir sus sinceras disculpas. Cerró la mano, intentando calmar su furia.

—Ese chico morirá sobre la Mesa de Piedra, y Keira será de mi propiedad hasta el fin de los días. De acuerdo con la tradición.

Keira abrió los ojos, sorprendida. ¡Edmund no podía morir! Miró hacia atrás y vio la cara de miedo que tenía el pobre azabache, avanzó hacia él preocupada, pero decidió apartarse por miedo a hermanos.

—Ya basta. Hablaré contigo a solas.—Aslan y la Bruja entraron a la tienda.

Keira no podía mirar a su alrededor, podía sentir como todos la juzgaban por la maldita profecía.

—Lo siento chicos.

—¡Eres la hija de la Bruja y no fuiste capaz de decirnos!—Gritó Susan enfadada.—. ¿Ese era el plan? ¿Hacerte nuestros amigos para después matarnos?

𝐋𝐀𝐒 𝐂𝐈𝐍𝐂𝐎 𝐏𝐎𝐄𝐒Í𝐀𝐒.||. Las Crónicas de Narnia. Onde histórias criam vida. Descubra agora