De la infancia, a la tolerancia

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Perderse para encontrarse.

Contradictorio, pero más real que cualquier afirmación que hayas podido escuchar a lo largo de tu vida.

Anhelo la tranquilidad que sentía en esos años que no parecían años. 

Esos años que pasaban tan lentamente, que el tiempo simplemente era un compañero al que poder abrazar.

Te fundías con él...  Con el tiempo. Tanto, que ni siquiera podías percibirlo. 

Simplemente fluías, por todo tipo de mares desconocidos.

Infancia.

Al principio parecían solo ser orilla... Pero conforme avanzabas, notabas como incrementaba la profundidad.

Notabas el contacto de tus pies con la húmeda arena, estrujabas los dedos, y sentías esa sensación de seguridad. Ese apoyo al que aferrarte cada vez que el miedo se apoderara de ti. 

Pero, a pesar de ello, necesitabas averiguar qué había más allá. Anhelabas con impaciencia conocer todo aquello que desconocías.

 Avanzas y...

¿Qué ocurre cuando ya no notas el contacto de tu cuerpo con la profundidad del mar? ¿A qué te aferras? 

La única opción es sumergirse, hasta sentir el confortable contacto de tu piel con la arena.

No obstante, nunca sabes cuán profundo puede ser el viaje de la búsqueda de dicha profundidad.

En ese trayecto, descubres infinidad de sensaciones que desconocías de ti mismo. 

Es entonces, cuando comienzas a añorar la sensación de certidumbre que te producía la orilla del mar.

Y cuanto más nadas hacia el horizonte, más grande es la profundidad, y más debes sumergirte.

Hasta que comprendes... Que aferrarte al fondo del mar no es la salvación. Que te ves obligado a hallar un lugar en el que poder reposar. Tierra firme en la que poder sobrevivir, sin necesidad de sumergirte, y por ende, ahogarte.

Nadas, nadas, y nadas desesperadamente, hasta que te das cuenta, que no es tan fácil como esperabas. La orilla ya parece estar muy alejada, y no toca otra que seguir nadando.

Adolescencia/ Adultez.

Tras un gran recorrido, comienzas a ver tierra firme a lo lejos. Tratas de hacer lo imposible por llegar cuanto antes, pues desesperas por revivir esa sensación de seguridad que sentiste esos años.

Consciente de la inconsciencia

Felicidades, has llegado, pero... Comienzas a observar lo devastada que se halla la isla en la que te hallas. Matojos descuidados, restos de barcos hundidos, cadáveres compactos en el terreno... 

Has hallado tierra, pero no parece tan atractiva como la que recordabas.

Es entonces, cuando comienzas a desechar todo aquello que te perturba de aquella isla, hasta poder conseguir el resultado deseado.

Cambio

Te sientas, respiras y... Observas a tu alrededor todo lo que has logrado. Reflexionas y te percatas de que, el niño que se hallaba siempre en la orilla construyendo castillos de arena, se hallaba en la plena ignorancia. Ese niño, no tenía ni la menor idea del viaje que le esperaba.

El despertar


Querido lector, si estás confuso acerca de esta breve historia, déjame comentarte que no lo es. Se trata de una metáfora. La orilla es tu madre, tu padre, tu hogar, la protección, y el anhelo de avanzar hacia el horizonte, son las ansias que tenemos de crecer cuando somos jóvenes. La búsqueda de la profundidad del mar se trata de la infinidad de cosas que descubrimos de nosotros mismos en la etapa adolescente. Al dar un giro de visión y observar que la solución es seguir nadando en lugar de sumergirse, se identifica con la adultez. Momento en el que nos percatamos de cómo funciona la vida realmente, y que no todo es tan sencillo como aparenta serlo. Al divisar la isla, empezamos a ver un rayo de luz, de esperanza. Pero al llegar a aquella isla, vemos que todo está devastado, y nos genera incomodidad. Este es el momento en el que empezamos a tomar consciencia de que la felicidad no se halla en el exterior, sino en el interior de nosotros mismos. Todos aquellos desechos, se tratan de nuestras inseguridades, nuestro ego, nuestro falso yo. Una vez eliminados, observamos a nuestro alrededor y conocemos la paz. Dejamos de buscar y anhelar lo desconocido, inquiriendo seguridad y protección, y la encontramos en nosotros mismos.

El despertar

Un pedazo de mi menteWhere stories live. Discover now