Capítulo 25: Dienekes y Gorgo

17 7 0
                                    


"La mayor declaración de amor es la que no se hace. El hombre que siente mucho, habla poco"

Platón



Esparta


Timón suspiró. Le costaba unir mental y sentimentalmente la admiración que sentía por los evidentes resultados de la educación militar espartana en contraposición con la dureza y crueldad con la que educaban a sus hijos.

     —Dime, Dienekes, por que no puedo entenderlo por más que le devueltas en mi cabeza. ¿Por qué permiten que niños tan pequeños sobrevivan en este estado? Casi como si fueran... bestias. ¿Cómo es que pueden... cómo pueden mirarlos a los ojos y negarles la comida o el abrigo? O un abrazo.

     Caminaba junto a Dienekes por los cuarteles de la agogé.



No muy lejos de allí, Artemis consultó a Gorgo por la casi total falta de niños y adolescentes a plena vista en la ciudad.

     —Con tan solo siete años, Artemis, nuestros niños son llevados del lado de sus padres a la agogé, donde bajo la estricta ley espartana decretada por el estado, iniciarán un entrenamiento militar que durará once años. Un entrenamiento brutal a ojos de cualquiera que no sea espartano, pero necesario. Durante sus años de entrenamiento nuestros niños pasan frío, hambre, sufren y sienten dolor. ¿Y sabes para qué lo aceptamos y lo promovemos? —Artemis negó con la cabeza. Luego de unos días en Esparta podía hacerse una buena idea de la respuesta, pero quería escucharlo de boca de la reina—. Para endurecerlos como hombres, para que aprendan a soportar el frío y el hambre, el sufrimiento y el dolor. Los valientes guerreros que ves aquí en nuestra ciudad, aprenden a sostener un arma en sus manos desde niños y lo seguirán haciendo hasta el día en que se mueran, si tienen esa suerte. Esos niños se vuelven máquinas militares en combate individual y colectivo con el sistema de falange hoplita. A los niños en la agogé se les da una mínima ración de alimento y se los incentiva a robar para sobrevivir, pero bajo un estricto y severo castigo si son atrapados en el intento. Y todo esto ocurre durante años, bajo una atenta y férrea supervisión que busca cualquier signo de debilidad o indisciplina, lo que haría que fueran expulsados inmediatamente y perdieran sus plenos derechos como ciudadanos de Esparta. —Gorgo dejó pasar unos momentos para que Artemis asimilara sus palabras mientras bebía un poco del vino que habían llevado en su caminata por la orilla del río Eurotas. Habían salido con Artemis junto con dos espartiatas como guardias reales que las seguían a corta distancia sin perderles ojo—. Tal vez hayas notado que muchos de nuestros niños y niñas andaban solos y sucios, en la mayoría de los casos, correteando libres por la ciudad, sin sus padres cerca. Eso es porque les enseñamos desde la cuna a reprimir todo tipo de berrinches, llantos o cualquier capricho. Les enseñamos a controlar sus emociones y sentimientos y a no apegarse a sus padres. Nunca escucharás el llanto de un mocoso malcriado en Esparta. Nuestros niños no lloran, no piden que los levanten a upa ni que los arropen por las noches. Esto es lo que nos permite ser quienes somos, tener lo que tenemos y gobernar lo que gobernamos.



     —No, la educación de nuestras mujeres es diferente. Y es por una simple razón —contestó Dienekes mientras seguían caminando con Timón por las calles de Esparta.



     —Dar a luz a niños fuertes y sanos —explicó Gorgo—. Es por eso que las mujeres espartanas gozamos de un estatus de respeto. Y si te gusta verlo así... hasta de cierto poder. Y te diré porqué. Porque vivimos y nos preparamos para dar a luz a verdaderos hombres. Los únicos y verdaderos hombres de toda Grecia que al crecer darán la vida para proteger a su nación. Ciertas actividades que realizamos y que para las mujeres atenienses están mal vistas, como la lucha, la gimnasia o el atletismo, no las hacemos con fines recreativos o de esparcimiento, las hacemos para fortalecernos, endurecer nuestros cuerpos y estar preparadas para dar a Esparta nuevos hijos, sanos y fuertes. Esa es nuestra finalidad y ese es nuestro beneficio. Muy diferente a las demás ciudades griegas donde las mujeres son confinadas a tareas denigrantes como la costura, cambiar la ropa sucia de mocosos llorones o ir al mercado a comprar idioteces, o peor aún. —Gorgo dejó el tema ahí; no quería molestar a Artemis debido a la charla que habían tenido al preguntar la reina por su particular corte de pelo—. Nunca verás eso en Esparta. Las mujeres espartanas podemos heredar, administrar nuestras propiedades y ser independientes. Y eso sí que puedo asegurarte que solo lo verás aquí en Esparta.

Hoplita: La venganza del reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora