Capítulo 15

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Ángel no me habla y está distante conmigo. Desde que descubrió qué le había ocultado lo de mi ex, apenas hemos hablado. Tras la visita a casa de mi padre todo iba bien pero, al día siguiente, el asunto comenzó a ser raro entre nosotros. Esa mañana se levantó y, sin decirme nada, se marchó a trabajar. Desde entonces he intentado hablar con él, pero siempre tiene una excusa ridículamente absurda para no hablar conmigo. Puedo llegar a entender qué esté dolido porque se lo oculté, pero ¿llegar a este punto infantil de no dirigirme la palabra?. Es absurdo, francamente.
En la oficina la situación tampoco mejora, hablamos de temas laborales y nada más. Intento cambiar de tema para poder extraerle alguna palabra, pero no da su brazo a torcer y llega a ser agobiante su forma de afrontar el asunto en vez de ser adulto y hablarlo conmigo. Cuando estamos solos la tensión se corta con un cuchillo y no es sano. Marga sabe lo que pasa porque se lo conté, pero se pone del lado de Ángel. Según ella, he sido yo el que ha obrado mal por no contarle mi historia con Ivo cuando él sí me contó su historia con Ariadna...

¡Me lo contó porque ella me lo hizo saber!

No veo la necesidad de contar algo qué ocurrió hace tanto tiempo cuando no sé nada de él, ni de su vida, ni donde vive, ni nada, pero vale. Finalmente claudiqué tras haberlo hablado con ella y decidí que lo mejor era intentar hablar con él. Aunque, sinceramente, sería más fácil si me respondiera a algo en vez de esquivar lo que le digo. Por otro lado mi padre está encantado con Ángel, le pareció una perdona sería y educada. No le he contado todo esto aunque se lo huele tras haber sido él quién destapó lo de Ivo.
Cuando la jornada laboral está a punto de acabar, decido entrar en su despacho para aclarar las cosas de una vez por todas. Sin miramientos llamo a la puerta de cristal y entro. Está sentado en su silla de cuero negro, mirando el ordenador y no se inmuta ante mi presencia. No es justo qué me haga esto, tampoco he cometido una traición tan grande como para que me trate con tanta indiferencia.

–¿Podemos hablar? –digo haciendo que me dedique una mirada y responda:

–Claro, dime.

–Déjame que te explique las cosas... –digo, pero me interrumpe.

–¿Algo sobre algún caso?

–No... –suspiro. –sobre nosotros.

–No hay nada de lo que hablar, Rober.

–Yo creo que sí. –su mirada es dura. Observo como sus ojos azules me miran desde su posición. Tiene la mandíbula apretada, lo noto por los bultos que le sobresalen en los carrillos mientras nuestras miradas luchan en una batalla cruel.

–No quiero hablar contigo ahora, sal de mi despacho. –dice tras quitarme la mirada y volver a su pantalla del ordenador. Le observo durante unos segundos más hasta qué me doy la vuelta y camino hacia la puerta, pongo mi mano en el pomo, vuelvo a darme la vuelta y digo:

–¿Va a ser así siempre?

–¿El qué?

–Lo nuestro. –respondo. Tras ello se levanta de su asiento y comienza a caminar hasta el frente de su mesa para apoyarse sobre ella con los brazos cruzados.

–Me mentiste.

–No.

–Sí, Rober. Me mentiste.

–No te lo conté, es muy diferente. –veo como se ríe sarcástico hasta que contraataca:

–¿Tanto te costaba contármelo?

–Pero, ¿para qué? ¿acaso hubiera cambiado algo?

–No estaríamos así... –dice y un insoportable calor sube por mi garganta.

SOY TODO TUYO - parte 1Where stories live. Discover now