1: el gato negro de ojos verdes

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"Ay, ay, ay, ¿el día está pesado, o simplemente son las personas?"

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"Ay, ay, ay, ¿el día está pesado, o simplemente son las personas?".

Volvió sobre su eje por un momento; ojos parecidos a los de bestias furtivas lo acechaban desde el portal de los humildes hogares de hormigón a faldas del poblado.

"No", repensó.

Con suavidad irguió sus glaucos luceros dejando que el cerúleo del firmamento se reflejase en ellos. El astro rey iluminando el verde aceituna de la sierra inconmensurable, un vasto celaje, fauna citadina merodeando; como cualquier jornada regular y tranquila. Su triate, la deidad del vendaval, parecía estar de buenas.

Entonces concluyentemente, era la gente a su alrededor.

"Uno, dos, tres, cuatro, cinco... dieciocho... veintiséis. Tranquilo".
Soltó la respiración y no detuvo el andar.

No lo extrañaba, pero era aterrador tener tantas miradas sobre sus hombros. Muchos ancianos rostros le habían confesado que lo veían como un pirobo en su lejana adolescencia, cuando aún tenía unos cuantos colegas en los qué confiar. En cambio, hoy en día no había un ánima que le dirigiese la palabra, pero sabía muy bien que la valoración que emitían a voces los aldeanos acerca suyo había cambiado para mal.

El encanto tenía los ojos puestos en él, clavados firmemente a su espinazo como aquel que algo debe, y le daba vergüenza admitir que lo empavorecía tanto como cuando se le otorgaron las orbes malditas siendo apenas un crío en su primera infancia.
Esos osados conocían su identidad a la perfección. Lo habían visto madurar cual naranjo en el llano, y unos años después, también fueron testigos de cómo sus frutos se descomponían, logrando que se desviase paulatinamente del rumbo de sus amadas raíces.

Por eso lo juzgaban. Lo miraban con cierto desprecio, incluso tal vez asombro, ya que solo en intempestivas ocasiones abandonaba las paredes de la hacienda mágica que lo crió.

Para su buena suerte, Bruno Madrigal apenas pasaría un poco más de veinte minutos fuera de casa -aunque "suerte" parecía una definición ilícita de usar en una oración que llevara su nombre-.

El trigueño de mediana edad vagaba con su típico andar torcido por los colorados callejones de su querida villa. No se caracterizaba por ser el tipo de hombre al que le gustaba llamar la atención, no obstante, nunca pudo evitar ser llamativo: vestía unos pantalones arremangados olivo oscuro, camisa formal del mismo tono, y una ruana negra con bordados grises de relojes de arena adornando ambos costados. Incluso parecía una mala broma, ¿qué hacía un bohemio desaliñado vestido de duelo en medio de un poblado fantástico, lleno de música y color?

Los músicos callejeros cruzando la calle enmudecieron repentinamente sus instrumentos cuando observaron la sombra errante del más joven de los Madrigal deteniéndose frente a una modesta morada. Esto alarmó a la esquelética figura, que con el nervio impacible, tensó sus yemas sobre el antebrazo izquierdo y tragó una buena cantidad de saliva, logrando que su nuez discurriese de forma lenta por la garganta.

✿;; my little prophecy ♡ ENCANTO AU EN CURSO♡ Where stories live. Discover now