Capítulo 1.

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Me fijo en mi reflejo en el espejo del baño, me echo un poco de brillo en los labios y limpio algo de mi maquillaje corrido por el sudor. Odio el calor de Jerez.

Salgo del cubículo en busca de Judith, una de las pocas chicas de conozco de siempre, mi vecina de enfrente, la de mi abuela. La encuentro hablando con un grupo de chicas que no conozco, me acerco a ellas con la sonrisa más amplia que puedo dar, a pesar de que deteste estar ahí. Una persona se me cruza, haciendo que me choque con ella inevitablemente, la sostengo del hombro y me disculpo con un la mirada preocupada.

— ¡Hola! ¡No te preocupes! ¿Y tú quien eres? — mis ojos se achinan en cuanto intento forzar más la sonrisa intentando ocultar la mueca que me sale por el acento.

— Soy Olivia, encantada — me acerco a ella para darle un simple beso, pero la chica se toma la confianza suficiente para darme un par de besos más.

— 'Illa, tu eres la que hace canciones, ¿no? — niego manteniendo la sonrisa de antes— ¡Sí, sí! La prima de la Alejandra, que yo sé quien eres, no deja de hablar de ti nunca.

— Vaya, es un halago — río rascándome la parte de atrás de la cabeza, busco a Judith con la mirada pero ya no la veo —. ¿Y Judith?

— Se ha ido fuera, seguro — me agarra de la mano y tira de mi —. Vente que ya la encontramos, me llamo Catalina.

Mis ojos se mantienen en la mano de la chica entrelazada con la mía, quiero soltarme, pero no perderme. Además de que esta chica parece conocer a mi familia, no me interesa que sepa lo mucho que no soporto este lugar. El aire cálido de la noche veraniega me mueve el pelo, en frente a la salida del pub hay una isleta llena de gente, botellas tiradas por el suelo, y gente al lado de ellas

— ¡Olivia! — levanto la cabeza buscando a quién habla,  frunzo el ceño al ver a mi prima pequeña apareciendo desde la parte oscura de la isleta — ¡Pero si sabes lo que es una fiesta! — alzo ambas cejas aguantando una mueca de desagrado.

— ¿Qué haces aquí? ¿Tu padre sabe algo? — ella niega, me acerco y observo sus pupilas dilatadas, resoplo agarrándola por el brazo — Nos vamos a casa.

— ¡Tengo que despedirme de mi novio! — frunzo el ceño y arrugo la nariz.

— ¿Qué novio vas a tener tú, niña? — digo mirándola fijamente, ella asiente con insistencia y no espera a que la suelte, camina tirando de mi.

Sorteo a algunos que se encuentran sentados en el césped de la isleta. Alejandra se tambalea por la irregularidad del terreno, resoplo mientras la sostengo de la cintura para evitar que se caiga. Ella se remueve entre mis manos escapando en cuanto ve a un grupo de chicos sentados en un banco.

— ¡Ale! — el chico la llama, veo cómo se levanta y la sostiene para comerle la boca.

— Madre de dios — aparto la mirada de ellos y saco mi móvil, tengo un mensaje de mi madre preguntándome si tardo demasiado en llegar.

— ¡Ale! ¡Preséntanosla! ¿No? — levanto la cabeza para fijarme en el chico que habla, tiene pinta de ser el más alto de todos, aunque por su cara no sé que edad darle— Encantao' — se acerca a mi, me agarra de la cintura y deja un par de besos en mis mejillas —, me llamo Pablo.

— Punto número uno, suéltame — le aparto la mano de mi cintura—; número dos, debes de tener quince años así que lejos; y número tres, soy su prima — señalo a Alejandra sin la intención de mirarla —, con eso es suficiente.

— ¿Pero tú cuantos años tienes? — el chico que, ahora, toma distancia conmigo, me habla.

— Diecinueve— miento con facilidad, sus ojos se abren con expresividad—, esto — lo señalo a él y luego a mi—, es ilegal, así que fuera.

Fuego Amigo • Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora