Capítulo 21.

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No sé cómo decir qué siento sin tener ganas de vomitar, ahora mismo veo las luces pasar sentada en el taxi, bajo un poco la falda del vestido. Inspiro profundamente alzando la cabeza, noto una mano sobre mi pierna y sonrío mirando hacia ahí.

— Estás guapísima — aprieto los labios asintiendo, pongo mi mano sobre la que está sobre mi pierna e inspiro profundamente—, ¿te encuentras bien? ¿Quieres que avise a alguien para volver al hotel? — niego sintiéndome algo perdida.

— Que va, Santi, si al final vamos un sitio tranquilo, ¿no? — él asiente dándome un ligero apretón en la rodilla.

— Eso es, prima, vamos a mi sitio preferido de todo el pueblo — río, juego con mis dedos, humedezco mis labios y trago saliva—. ¿Hace cuanto no venías por aquí? — resoplo apartando hacia atrás mi pelo.

— Creo que no recuerdo ni la casa de la abuela Geli — mi primo ríe, se encoje de hombros en el taxi.

— Podías haberte quedado en casa con ella, siempre pregunta si sabemos algo de ti, me sorprendió bastante que me llamases porque venías — me encojo de hombros volviéndome a fijar en el paisaje oscuro de la última noche del año—. Tu padre...

— No quiero saber, Santi — le aprieto el dorso de la mano apretando la boca en una fina línea—, nada — él asiente chasqueando la lengua.

— Te tengo visto por instagram, cantas genial — mi gesto cambia totalmente, le sonrío ladeando la cabeza—. También me tienes salido por tiktok, ¿puede que seas tú la del hotel de Sevilla? — abro la boca y la cierro al momento, niego con el ceño fruncido.

— No tengo ni idea de qué me hablas, Santi — él asiente sacando el teléfono del bolsillo del traje, lo veo removerse en el asiento y separa la mano de mi.

Toquetea en la pantalla, aparto la mirada y me centro en el las luces del paisaje. Hacía tantos años desde que no venía a Gijón, que no sé que fue lo que me hizo querer volver este año. Tengo tantos sentimientos encontrados que no recordaba, pequeñas imágenes en lugares clave en el trayecto hacia el lugar. Demasiado tiempo atrás, celebrando con mis abuelos las navidades, al lado de mi padre antes de que empezase a desaparecer casi todas las fiestas. Inspiro profundamente, siento cómo mi torso se expande y acaricia la tela del vestido, sonrío inconscientemente pensando en Gavi.

Quizás es más por él que por mi, el reencontrarme con mis raíces para poder estar con él de la manera más pura que merece y no con la necesidad constante de reafirmarme que no se va a ir a la mínima que pueda. Paso el dedo sobre mi ceja derecha nerviosa, mi primo llama mi atención y me fijo en la pantalla.

Siento que palidezco al verme a mi y a Gavi abrazados en la puerta de mi hotel, trago saliva en cuanto se diferencia perfectamente mi característico lunar bajo el ojo. Miro hacia mi primo seria, que se fija en mis expresiones con las cejas alzadas.

— Habría que llamarte tonta a ti — río agachando la cabeza, suspiro mordiendo el interior de mi mejilla—, ¿te cuida? Mira que llevamos años sin vernos, pero sigues siendo mi prima favorita — río apoyando la cabeza sobre su hombro.

— No sé si lo cuido yo a él lo suficiente — él me pasa la mano por la cabeza con cariño, me estremezco recordando perfectamente quién era el único en hacer eso—. Nunca sabré si lo cuidaré lo suficiente — río nerviosa.

— Tú siempre igual, Olivia — frunzo el ceño separándome de él—. Igual no te acuerdas, pero de pequeña prometiste cuidarnos a todos, todos, pasara lo que pasase, ¿recuerdas por qué? — río mientras niego apretando los labios en una fina línea— Siempre te preocupaste más del resto que por ti, quizás porque eso está cambiando estás en fin de año aquí y no en Jerez con tu madre y los insoportables de los andaluces — río abriendo los ojos, él se encoje de hombros con una sonrisa encantadora, una que me recuerda a mi padre—. Espero que estar con uno no cambie la idea tan buena que te inculcamos de los andaluces — niego.

Fuego Amigo • Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora