Razón

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CALEB

Verla dormida entre mis brazos es una de las más grandes dichas que he sentido desde que tengo uso de razón. Alicia llegó para ser esa felicidad que se me fue arrebatada, pero que también me deja entre la espada y la pared. No quiero y tampoco estoy dispuesto a perderla ahora que es completamente mía.

Luego de haberle hecho el amor y marcarla en un arranque de histeria y furor, la traje conmigo a mi habitación y nos acostamos juntos. Ella tan pronto tocó la cama se quedó profundamente dormida, pero yo no pude conciliar el sueño por más comodidad y calidez que sintiera a su lado. Quiero disfrutarla mientras pueda. Quiero grabar cada centímetro de su hermoso rostro en mi memoria.  Quiero proteger cada uno de sus sueños; quiero protegerla de todo lo malo que la desea.

No puedo dejar de pensar en Azura y en esa bestia que hay en mi interior. Lo que menos quiero es causarle algún daño a ella; jamás me lo perdonaría, aunque soy consiente de que en ese estado estoy fuera de la lógica y la razón. Quisiera poder ser mucho más fuerte y no dejarme dominar por ese maldito demonio, pero pese a mi fuerza de voluntad de resistirme, siempre hace que ceda todo mi control. ¿Qué podría romper ese vínculo, que no sea la muerte de la mujer que más adoro en la vida? De alguna u otra forma debe haber algo que rompa esa maldición que me convierte en verdugo cada luna llena.

Dejé de pensar en todo y me centré en Alicia. Sus párpados cerrados, escondiendo y privándome del hermoso gris de su iris. Sus mejillas levemente sonrojadas, descansando una sobre la almohada. Sus labios rosas entre abiertos y húmedos, tomando aire pausadamente. Su cabello rojizo y ondulado apuntando hacia diferentes direcciones. Su cuello descubierto, mostrando dónde ahora descansa la marca de mis colmillos en su blanca piel. Las pecas que decoran su hombro derecho son preciosas y hacen juego con las que adornan su pecho, nariz y parte de sus mejillas. Es la mujer más preciosa que haya visto alguna vez sobre este mundo.

—No quiero ser egoísta, sé que mereces a alguien que te pueda brindar todo lo que yo no puedo hacer, pero no estoy dispuesto a verte en brazos de otro — deposité un breve beso en sus labios, antes de acomodarla de manera que quedara dándome la espalda, rodeé su cintura y la atraje a mi pecho.

La marca que hice en su cuello me sacó una sonrisa irónica, triste y alegre. Varias emociones se instalaron en mi pecho al mismo tiempo. ¿Cómo pude hacerle tal cosa a mi preciosa niña? Aunque Augusto me haya explicado todo en referencia a los lobos, aún no me acostumbro que hago parte de ellos. Esa marca que llevará de por vida me regocija el pecho, pero también me hace sentir culpable y monstruoso. Me encantaría poder brindarle una vida normal y sin preocupaciones; no obstante, es imposible que teniendo cerca a Azura sea posible tener felicidad alguna.

Ese demonio me lo ha quitado todo y lo poco que me queda me lo está arrebatando de las manos. Mi abuela y Alicia son lo único que tengo para seguir aferrándome a una vida maldita. Ellas son luz en esa oscuridad que me arropa, aun sabiendo que con los ojos cerrados la luz no la puedo ver.

—Nunca te alejes de mí — besé repetidas veces la marca, tratando de borrarla con mis labios, pero entre más la rozaba, más placer y dolor sentía en el pecho.

Estaba a punto de quedarme dormido, cuando el olor de Augusto inundó mis fosas nasales. Me tensé de inmediato, últimamente se está acercando demás a Alicia. No me gusta que esté cerca de ella, pero lo aguanto porque es mi amigo, además de que estoy seguro que respetará esa línea de fidelidad que hay entre nosotros.

Me levanté de la cama con mucho cuidado de no despertarla. Antes de salir de la habitación, dejé un beso en su frente y me aseguré que estuviera bien abrigada. Tan pronto abrí la puerta, Augusto me guio fuera de la casa.

—¿Qué pasa? — le pregunté una vez nos sentamos juntos en las escalinatas de la casa.

—La marcaste  — no preguntó, lo confirmó—. ¿Sabes el riesgo que eso conlleva, Caleb?

—Lo hice, pero no por gusto. Sabes perfectamente que no puedo controlar cuando el instinto animal me gobierna. Ni siquiera me di cuenta en qué momento pasó.

—No debiste haberla marcado como tuya — se veía cabizbajo y un poco enojado—. En primer lugar, ¡no debiste haber tenido sexo con ella!

—¿Por qué me estás reclamando, Augusto? — me puse a la defensiva—. ¿Qué tanto te afecta a ti? Si bien sabes que tarde o temprano sucedería. Tú mismo me dijiste que ella era la mujer que su Luna había destinado para mí, por lo que la marca es el sello que afirma nuestro amor ante el mundo, ¿o no me lo dijiste? .

—Nuestra Luna, no lo olvides, Caleb — rechinó los dientes—. Muestra un poco de respeto.

—¿Nuestra? Te recuerdo, por si ya lo olvidaste, que soy un lobo porque un demonio así lo quiso, no porque sea de herencia como tú sí lo eres — me tragué la amargura de mis propias palabras, y me miró de reojo—. También me preocupa lo que, en un momento de oscuridad le pueda suceder a Alicia, pero ten por seguro, que pase lo que pase, no dejaré que Azura se acerque a ella.

—Con esa marca Azura tendrá una conexión directa con Alicia por medio de ti, Caleb. Alicia sentirá de ahora en adelante todas tus emociones y tus dolencias como parte de ella, de la misma manera en que tú sentirás las suyas — suspiró—. Le has dado un pase libre a ese demonio para atravesar esa protección que Alicia lleva consigo.

Me quedé en completo silencio, dándole toda la razón. No sé cómo pude perder el control y dejarme llevar por el deseo de tenerla solo para mí. Aún con las advertencias de Augusto, puse yo mismo en riesgo la vida de lo que más amo en la vida.

Oculto [En Físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora