Capitulo 15

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N/A: Jejeje, Holaaaa! Aquí estoy de nuevo, así que no caven mi tumba todavía... 

Por cierto, no me maten por esto. 

... 

Ella sintió la brisa fresca de la noche golpear su rostro, pero no le preguntes, ella no sabía ni podía saber donde se encontraba, pero sí escuchar los búhos cantar en medio de lo que ella apostaría que era el bosque. Sus ojos parecían estar cerrados con pegamento, por mucho que tratara de abrirlos para hacerse una idea mínima de los alrededores, no lograba ni siquiera entrecerrar los ojos para ver el rostro del que la cargaba.

Mientras que se encontraba entre el mundo del sueño y la realidad, las voces distorsionadas de sus captores discutían lo que parecía que iba a ser su paradero, o algo similar, eso fue lo único que ella descifró entre sus murmullos antes de sentir un dolor agudo que la devolvió instantáneamente a la inconsciencia.

Las figuras cabalgaban en sus caballos, ahora sin temor de ser escuchados al avanzar, pues hacía rato que se habían alejado de las ruinas del viejo castillo—La rubia se estaba despertando —dijo la voz grave con molestia—. Tenemos que llegar, rápido.

—Solo faltan unas pocas millas, llegaremos al amanecer —respondió con cansancio su compañero, tapado de pies a cabeza con una túnica negra y vieja.

—¡Para entonces habrán despertado esos cabrones del Cuerpo de Exploración!

Su compañero lo miró con un brillo asesino en sus ojos—Tendrás tu venganza, ahora baja la puta voz.

El otro cerró su desagradable boca al instante, sintiéndose intimidado por su amigo, decidió quedarse callado y seguir el camino, siguiendo las huellas que el caballo de su cómplice dejaba.

...

Tic tac

...

El sonido del reloj la despertó de su letargo, el constante pitido molesto del objeto inundó sus oídos, un minuto, después dos..., probablemente había estado dormida durante horas y horas. Ella abrió sus zafiros, notando su visión borrosa que seguro era a causa de aquel golpe que a duras penas recordaba. Ella gimió adolorida, notando la punzada constante en su nuca—Joder... —se quejó, llevando su mano a su cuello y acariciándolo suavemente.

—Estás despierta —escuchó la voz familiar encima de su cabeza. La rubia levantó la mirada, viendo los mechones negros brillantes de la mujer que casi hacía suya la última noche.

¿O había sido un sueño...?

Ella estaba segurísima. El día anterior ella chupó, besó, lamió y mordió el cuerpo de la pelinegra que la sujetaba con fuerza, y ahora que la observaba con detenimiento, Annie podía jurar que la soldado había estado llorando. Sus ojos grises hinchados y rojos de frotarlos tanto y disimular las lágrimas que eran fáciles de reconocer. Ella no estaba así anoche.

Alguien entró en su celda.

De eso está segura, pues saber que el día anterior había estado disfrutando de un manjar blanco como Mikasa y que al día siguiente se encontraba en otra habitación con la chica de pelo negro completamente asustada le daba algunas pistas. La rubia parpadeó lentamente, pensando en como sacar a Mikasa de ese lío en el que habían profundizado demasiado.

Annie se recompuso con rapidez, tomando las mejillas de Mikasa—¿Estás bien? —preguntó con preocupación a lo que la otra respondió asentimiento largo—¿Dónde estamos? —volvió a cuestionar, mirándose a si misma al momento, una camisa blanca muy vieja cubría sus pechos y un par de pantalones que eran, probablemente, dos tallas más grandes que la de ella.

Déjame Ser Libre (Mikasa y Annie) EDITANDOWhere stories live. Discover now