CAPITULO 9

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No supe cómo reaccionar en ese momento, que mierda hace el aquí, no tiene nada que hacer aquí, ¿porque me pasan este tipo de cosas a mí? Estoy más que jodida.

De la frustración y confusión pase a la desconfianza y rabia, el subió las escaleras y yo retrocedí intentando alejarme lo más lejos de él, que tal que se me pegue la infidelidad.

— ¿Qué haces aquí? —exigí saber la razón por la cual venía a dañar mi momentos.

— ¿No te alegras de verme?

—No. —respondí lo más seca que pude.

El bufó con una ladeada sonrisa que de alguna u otra manera me decía que nada estaba bien, que todo se iba a ir al carajo.

—Bueno, lastima. Estoy aquí porque merezco que me digan las cosas en la cara. —se recuesta en la barandilla y quito mi mano inmediatamente de ella cruzando los brazos frente a mi pecho esperando que sea un porte lo suficientemente convencido de que no me afectaba y que no pretendía que me viera la cara.

—No te mereces ni que te dirija la palabra Pablo, me traicionaste, estoy haciendo mucho en estos momentos. —escupo las palabras a la defensiva de cualquier movimiento, palabra, acción o cualquiera locura que se le ocurra a Pablo.

—Qué mal, pues no se te va hacer tan fácil separarte de mí. —se escuchaba confiado de que lo que decía era cierto.

—Pues ya estoy separada de ti, vete de aquí, no tiene nada que hacer aquí. —empiezo a bajar las escaleras con rapidez y pasarle por un lado cuando su mano me detiene el caminar y me jala con más fuerza de lo normal haciéndome tambalear.

Me sacudo intentando que me suelte y cuando veo su mirada una corriente de temor electrocuta mi cuerpo de una manera muy diferente a como lo hace otra persona.

—Suéltame Pablo. Suéltame y lárgate. —su mano entorno a mi brazo no cede al agarre y por más de mis sacudidas no me suelta.

—Tu y yo vamos hablar... —me arrastra al estacionamientos e intento poner resistencia a sus jalones pero cedo por su mayor fuerza.

—Yo no tengo nada que hablar contigo. ¡Suéltame! —tiro el brazo y me suelta.

—Sí que tenemos, te vienes conmigo a nueva york, te vas a casar conmigo. —no capto hasta que analizo las palabras, nueva york y casar, está loco, que se ha fumado Pablo.

Me rio en su cara y coloco la mano en el estómago por el dolor que me ataca de mis fuertes carcajadas, pero me detengo con una exprecion gélida en el rostro y mi mirada perforando la suya.

—Estas loco si crees que voy a casarme contigo, ya no somos nada, y no volveremos a serlo. —sentencio.

—Yo no estaría tan confiada amor, tú tienes que casarte conmigo y que la empresa de mi padre y la de tu madre sean una sola. —maldito, siempre me manipulo, siempre quiso algo de mí y era mi dinero, siempre se provecho, las ganas de llorar se acumulan, ser engañado no es fácil, pero enterarse de que nunca fuiste importante para esa persona más que un valor de cambio y unión me hace sentir el triple de traicionada.

—Yo no hare eso, vete Pablo, o llamare a seguridad. —el estacionamiento está solo, no se ve luz a excepción del reflejo que sale de la galería.

—Nadie te escuchara si gritas.

—NO, no iré contigo.

—Si lo harás, te vas a casar conmigo y mis padres estarán felices de mí.

—Yo no le debo nada a tus padres, mejor preséntales a tu amado novio, el hermano de mi mejor amiga con el que te dabas hasta la garganta en mi habitación, eres un maldito. —reviento, todas las emociones conjuntas, sus palabras y su temperamento terminaron por hacerme explotar y soltar palabras a diestra y siniestra.

Un mar con letras de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora