Las fiestas del amor II.

3 0 0
                                    

La noche se acercaba y el sol empezaba a brillar dorado sobre aquellos montes que se miraban a la lejanía.
Las farolas se iban encendiendo, junto a ellas las polillas que se iban acercando a la luz.

La hora de los fuegos artificiales se acercaba, y la multitud se iba amontonando frente a la presa.

Una silueta negra frente al sol se veía nerviosa, y aunque distante, tan cerca que podía sentir su corazón latiendo.

El sol descendió hasta que su brillo desapareció de los montes sin dejar rastro o evidencia de su viaje.

Finalmente cuando la luz se había ido, los fuegos artificiales empezaron a ascender tras la mujer que estaba frente a mí, esa chica que temblaba nerviosa y sonreía con ternura.

Rugieron los fuegos artificiales y frente a mí la chica se dignó a hablar.

(???): ¿Querrías ser mi-

-Salimos del restaurante y habíamos caminado un tanto juntos en silencio.

Débora además de ser una chica tímida, es una persona muy femenina y enérgica.

Débora: Oye... mira ese puesto.

Débora, emocionada y tímida, señaló un puesto en que tienes que disparar al blanco y dependiendo de la cantidad de puntos logrados puedes obtener un peluche.

Débora: Tengo muy mala puntería...

Reyes: Eso es muy triste.

Débora: Si... Lo es.

Reyes: Si.

Débora: Si... si alguien más pudiera hacerlo a cambio.

Reyes: Ojalá llegara un día cuando una persona se rente para hacer esas cosas.

Débora: No necesito alguien como eso.

Reyes: Que mala suerte.

Débora: Sip... sería mejor alguien de confianza.

Reyes: Si. Pero, ¿Quién?

Débora hinchó sus mejillas y frunció su ceño tiernamente.

Entendí sus indirectas.

Pero...

Es demasiado adorableeeeee.

Se fue algo decepcionada a otro puesto.

Creo que será mejor darle la sorpresa

Pagué el juego y disparé un par de veces.

Mi objetivo era un gato gordo de peluche de un metro.

Luego de 3 intentos, solo logré darle a un blanco.

–Reyes: ...

Miré de manera despectiva al pequeño llavero que colgaba de los dedos del dueño de el puesto.

Dueño: Es todo, ¿Lo va a querer?

Reyes: ¿... Esa... Esa... Esa miseria?

Dueño: Es la miseria que logró ganar...

Reyes: .... Ah... Preste pa'ca

Le arrebaté el llavero de cinco centímetros de las manos.
Miré despectivamente también al dueño de el puesto.

Respondió a mi mirada, sacó el dinero y se puso a contarlo frente a mí.

Un zorrito hecho de estambre con ojos de botón me miraba desde mis manos.

Reyes: No puedo dárselo...

Débora: ¿Hm...?,¿Porqué?

Reyes: Es demasiado horrible, y solo mide cinco centímetros.

Sugar Fruit.Where stories live. Discover now