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𝐴𝑛̃𝑜 1040

Ya habían pasado 25 años desde el nacimiento de los hijos del clan, estos crecieron creyendo en la superioridad que les dio la Secta.

Haciéndolos arrogantes, pero sin abandonar aquella elegancia, pero eso no los hizo unidos, no, al contrario, lo único que los uniría los termino traicionando, al enterarse que solo uno podría vivir.

Mientras que su madre creía que la única mujer era la que tendría que vivir ya que ella podría dar a luz a los hijos con su apariencia, su padre apostaba a los hijos varones ya que esté creí que estos demostraban más valor.

Pero a la Secta Behemo eso le daba igual, ellos solo querían a la próxima persona que traería vida a la palabra del Dios dragón Behemo mientras los otros servirían de sacrificio.

-𝐀𝐢𝐧𝐨-Llamó a su sirvienta la mujer de cabello largo

-¿𝐒𝐢, 𝐌𝐞𝐢𝐤𝐨-𝐒𝐚𝐦𝐚?-Respondió esta

-𝐌𝐚𝐧̃𝐚𝐧𝐚 𝐢𝐫𝐞𝐦𝐨𝐬 𝐚 𝐥𝐚 𝐒𝐞𝐜𝐭𝐚, 𝐪𝐮𝐢𝐞𝐫𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐩𝐫𝐞𝐩𝐚𝐫𝐞𝐬 𝐭𝐨𝐝𝐨, 𝐯𝐨𝐲 𝐚 𝐡𝐚𝐜𝐞𝐫𝐥𝐞 𝐢𝐦𝐩𝐨𝐬𝐢𝐛𝐥𝐞 𝐥𝐚 𝐯𝐢𝐝𝐚 𝐚 𝐦𝐢𝐬 𝐡𝐞𝐫𝐦𝐚𝐧𝐨𝐬, 𝐬𝐨𝐥𝐨 𝐩𝐨𝐫 𝐪𝐮𝐞 𝐧𝐚𝐝𝐢𝐞 𝐯𝐚 𝐚 𝐪𝐮𝐢𝐭𝐚𝐫𝐦𝐞 𝐞𝐥 𝐩𝐮𝐞𝐬𝐭𝐨-Sin esperar más la mujer se paró de donde estaba con una manta sobre los hombros para mirar al cielo-𝐀𝐢𝐧𝐨, 𝐭𝐮 𝐣𝐚𝐦𝐚́𝐬 𝐦𝐞 𝐚𝐛𝐚𝐧𝐝𝐨𝐧𝐚𝐫𝐚́𝐬 ¿𝐧𝐨?-

-𝐂𝐥𝐚𝐫𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐧𝐨 𝐌𝐞𝐢𝐤𝐨-𝐒𝐚𝐦𝐚, 𝐦𝐢 𝐮́𝐧𝐢𝐜𝐨 𝐝𝐞𝐛𝐞𝐫 𝐞𝐬 𝐪𝐮𝐞𝐝𝐚𝐫𝐦𝐞 𝐜𝐨𝐧𝐭𝐢𝐠𝐨 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐬𝐢𝐞𝐦𝐩𝐫𝐞-Dijo filtrando una lealtad ferviente en su palabra 

-𝐁𝐢𝐞𝐧, 𝐬𝐢𝐞𝐧𝐝𝐨 𝐬𝐢𝐧𝐜𝐞𝐫𝐚 𝐧𝐨 𝐬𝐞 𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐞𝐫𝐢́𝐚 𝐝𝐞 𝐦𝐢́ 𝐬𝐢𝐧 𝐯𝐨𝐬-Aceptó la verdad sin ningún miedo a decirlo en voz alta

Sin percatarse de que no muy lejos de las dos mujeres, se encontraba un hombre que en apariencia tal vez cargaba con solo 26 años.

-𝐒𝐞𝐜𝐭𝐚 𝐁𝐞𝐡𝐞𝐦𝐨 ¿𝐄𝐡?, 𝐀𝐡, 𝐪𝐮𝐞 𝐦𝐨𝐥𝐞𝐬𝐭𝐢́𝐚-Y murmurando suavemente esas palabras en un tono encantador suspiro

Aún así esa no fue su única observación, si no, que la única razón por la que se puso a escuchar las conversaciones que tenían esas mujeres fue que la próxima matriarca, o al menos por ahora, del Clan Ōtsutsuki tenía una apariencia tan peculiar e irradiaba una dulzura y una pureza casi enfermiza, casi perfecto el se atrevería a decir el hombre.

Lo único que le faltaba para ser un ser hermoso era dejar de ser un ente poco duradero para transformarse en algo que podría ser eterno y a la vez divino.

Y antes de darse cuenta el hombre se perdió en sus pensamientos más viles.

Así llegando a la conclusión de que la única forma en que aquella mujer esté en todo su esplendor es que el la transforme en demonio, así que elaborando un plan, el progenitor demonio se idealizo con que a la noche siguiente el iba a estar ahí para arreglar con tus padres un compromiso, después de todo, no había cosa que el no pudiera otorgar a su próxima presa.

El podía dar todo, todo menos libertad.

Libertad y el sol.

Pero lo segundo es solo un detalle pequeño que no durará mucho, solo hay que tener paciencia y sin mucho más que apreciar en sus pensamientos se marchó dejando rastros de su presencia, solo para asegurarse de que los inútiles y poco fiables demonios temporales que creo, no se acerquen a su próximo objetivo, poco sabía el que la mujer que el deseaba ya estaba tomada.

Mientras tanto con las otras mujeres, la mayor de las dos, Meiko, planeaba como matar a sus hermanos.

-𝐄𝐬𝐚𝐬 𝐛𝐚𝐬𝐮𝐫𝐚𝐬, 𝐥𝐨 𝐮𝐧𝐢𝐜𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐩𝐢𝐞𝐧𝐬𝐚𝐧 𝐞𝐬 𝐞𝐧 𝐜𝐫𝐞𝐚𝐫 𝐠𝐮𝐞𝐫𝐫𝐚𝐬 𝐩𝐨𝐫 𝐩𝐨𝐝𝐞𝐫, 𝐜𝐚𝐨𝐬 𝐲 𝐦𝐢𝐞𝐝𝐨, 𝐩𝐨𝐜𝐨 𝐥𝐞𝐬 𝐢𝐦𝐩𝐨𝐫𝐭𝐚 𝐚 𝐞𝐬𝐨 𝐢𝐝𝐢𝐨𝐭𝐚𝐬 𝐥𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐩𝐚𝐬𝐞 𝐚 𝐬𝐮 𝐚𝐥𝐫𝐞𝐝𝐞𝐝𝐨𝐫, 𝐲 𝐜𝐢𝐞𝐫𝐭𝐚𝐦𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐧𝐨 𝐯𝐨𝐲 𝐚 𝐝𝐞𝐣𝐚𝐫 𝐪𝐮𝐞 𝐦𝐢𝐬 𝐡𝐢𝐣𝐨𝐬 𝐬𝐞 𝐜𝐫𝐢𝐞𝐧 𝐞𝐧 𝐮𝐧 𝐦𝐮𝐧𝐝𝐨 𝐝𝐨𝐧𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐮𝐧𝐢𝐜𝐚 𝐟𝐨𝐫𝐦𝐚 𝐝𝐞 𝐯𝐢𝐯𝐢𝐫 𝐞𝐬 𝐚𝐩𝐥𝐚𝐬𝐭𝐚𝐫 𝐥𝐚𝐬 𝐜𝐚𝐛𝐞𝐳𝐚𝐬 𝐝𝐞 𝐥𝐨𝐬 𝐨𝐭𝐫𝐨𝐬 "𝐜𝐨𝐦𝐩𝐞𝐭𝐢𝐝𝐨𝐫𝐞𝐬", 𝐩𝐨𝐫 𝐝𝐞𝐜𝐢𝐫𝐥𝐨 𝐝𝐞 𝐚𝐥𝐠𝐮𝐧𝐚 𝐦𝐚𝐧𝐞𝐫𝐚, ¿𝐓𝐮 𝐪𝐮𝐞 𝐩𝐢𝐞𝐧𝐬𝐚𝐬 𝐀𝐢𝐧𝐨?-

La mujer llamada Aino, se quedó pensando, entendía el punto de lo que quería decir Mieko, ella jamás veía a su esposo por su casa ya que esté se encontraba en guerra con el país vecino, y esta misma tenía miedo de que algo le pasará a sus bebés, tal vez Mieko tenía razón, las guerras son estúpidas, son solo pisar las cabezas de la gente solo por qué si.

Negó con la cabeza suavemente antes de lanzar un murmullo hacía la persona que más quiere proteger.

-𝐈𝐧𝐜𝐥𝐮𝐬𝐨 𝐬𝐢 𝐥𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐮𝐬𝐭𝐞𝐝 𝐝𝐢𝐜𝐞 𝐞𝐬 𝐜𝐢𝐞𝐫𝐭𝐨 𝐌𝐢𝐞𝐤𝐨-𝐒𝐚𝐦𝐚, 𝐲𝐨 𝐣𝐚𝐦𝐚́𝐬 𝐝𝐞𝐣𝐚𝐫𝐢́𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐮𝐬𝐭𝐞𝐝 𝐡𝐚𝐠𝐚 𝐚𝐥𝐠𝐨 𝐪𝐮𝐫 𝐩𝐨𝐝𝐫𝐢́𝐚 𝐩𝐨𝐧𝐞𝐫 𝐬𝐮 𝐯𝐢𝐝𝐚 𝐞𝐧 𝐩𝐞𝐥𝐢𝐠𝐫𝐨 𝐨 𝐥𝐚 𝐝𝐞 𝐬𝐮𝐬 𝐡𝐢𝐣𝐨𝐬, 𝐬𝐢𝐧 𝐞𝐦𝐛𝐚𝐫𝐠𝐨 𝐥𝐨 𝐮𝐧𝐢𝐜𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐥𝐞 𝐝𝐢𝐫𝐞́ 𝐞𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐩𝐫𝐞𝐨𝐜𝐮𝐩𝐚𝐫𝐬𝐞 𝐩𝐨𝐫 𝐥𝐚𝐬 𝐠𝐮𝐞𝐫𝐫𝐚𝐬 𝐚 𝐞𝐬𝐭𝐚𝐬 𝐚𝐥𝐭𝐮𝐫𝐚𝐬 𝐞𝐬 𝐞𝐧 𝐯𝐚𝐧𝐨, 𝐧𝐨 𝐡𝐚𝐲 𝐧𝐚𝐝𝐚 𝐛𝐮𝐞𝐧𝐨 𝐞𝐧 𝐞𝐬𝐭𝐞 𝐦𝐮𝐧𝐝𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐩𝐮𝐞𝐝𝐚 𝐬𝐚𝐥𝐯𝐚𝐫𝐬𝐞, 𝐩𝐨𝐫 𝐪𝐮𝐞 𝐢𝐧𝐭𝐞𝐧𝐭𝐚𝐫 𝐞𝐧𝐜𝐨𝐧𝐭𝐫𝐚𝐫𝐥𝐨 𝐚𝐡𝐨𝐫𝐚, 𝐧𝐨 𝐥𝐨 𝐡𝐢𝐜𝐢𝐦𝐨𝐬 𝐚𝐧𝐭𝐞𝐬, 𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐞𝐧𝐭𝐢𝐝𝐨 𝐭𝐞𝐧𝐝𝐫𝐢𝐚 𝐡𝐚𝐜𝐞𝐫𝐥𝐨-

Meiko lo sabía, sabía que no había nada que pudiera hacer, así que aferrándose más a lo que tapaba sus hombros, se silenció.

No había nada que pudiera decir, no había nada que quisiera decir.

Solo esperaba que Tenji estuviera bien, y esa estúpida guerra que formó terminará para que volviera con ella y sus aparentes nuevos hijos que estaba cargando.

Sabía que sus hermanos no iban a tardar en dar un paso en falso, por qué ellos no lo entienden, no lo harán ahora, jamás lo harán.

Y ellos definitivamente no lo entienden.

Sus hermanos tienen que entender que la paciencia y el tiempo hacen más que la fuerza y la violencia.

Solo le queda esperar sentada a qué ellos se maten entre ellos por poder para luego simplemente arrebatarle la vida al único que lo logré, después de todo por qué ella no esperaría lo único que le va a otorgar poder en un mundo dónde la mujer no es más que un adorno bonito de su esposo.

Su madre era la fiel promesa de que las mujeres van a ser mejor que los hombres en temas de inteligencia.

Si no, por qué las únicas guerras que se habían formado hasta ahora eran en su mayoría culpa de los hombres.

Así que con esos pensamientos en la menta la mujer de cabello cenizo se fue a dormir mientras su sirvienta, o para la mayor su mejor amiga y casi segunda madre, velaba como todas las noches por su sueño.

𝑀𝑜𝑜𝑛 (𝐾𝑁𝑌 𝑥 𝑅𝑒𝑎𝑑𝑒𝑟) 𝑌𝑎𝑛𝑑𝑒𝑟𝑒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora