CAPÍTULO 20

85 16 55
                                    

Las doncellas entraron poco después de marchar Kiran, en unos instantes, mientras la ayudaban a su aseo y vestimenta la pusieron al corriente de todo lo acontecido en los días pasados. Esas dos mozuelas andaban locas de amor por los recién llegados, capitanes y soldados incluidos. Sin embargo solo cuando mencionaban al flamante rey, sus tripas se retorcían de celos.

No quiso seguir escuchando el incesante parloteo de las muchachas, incluso ordenó que no avisasen a las doncellas que la acompañaban la tarde anterior. No supo que hablar entonces con ellas y esa mañana no iba a mejorar la cosa.

Una de las noticias es que el caballo de el hermano del rey, el Implacable llegaba desde el este, al parecer sano y salvo después de una batida en la que marchó solitario para averiguar algo más sobre el ataque a la torre defensiva.

Nada más poner un pie fuera del dormitorio el guardián asignado se puso justo a su espalda tras una reverencia. No quiso resoplar, pero le resultaba molesto el tener que llevar siempre escolta fuese donde fuese. Comprobó que era el hombre que casi siempre llevaba a cabo esa labor.

Sin perder el paso, Thais pregunto al hombre que la seguía.

––¿Vuestro nombre? Ya que vais a ser mi sombra, me gustaría conocerlo.

––Gadenn, mi señora.

––Bien, Gadenn. ¿Dónde se puede hallar el rey en este instante?

––Si se le ha avisado, como supongo, que el Implacable está de vuelta, le estará esperando en el patio de armas.

––Bien, hacia allí nos dirigimos. Os lo comento por si otra vez me perdéis por los pasillos.

––Intentaré no perderos, mi señora, o el Sanguinario me colgaría por los pulgares desde la torre más alta.

Thais, se guardó un resoplido, pues no era propio de una reina.

––Dejaos de cuentos, no sois un bardo. Mi marido os debe tener en gran estima pues me os confía a vuestro cuidado.

El hombre sonrió ante la belicosa reina. Mantuvo su paso ágil, a pesar de ya no ser un niño. La dama se detuvo de improviso cuando pasaba bajo la doble arcada que daba al vestíbulo que llevaba al patio de armas.

Masroud casi arrastraba a un alto joven atado con las manos a la espalda. El chico vestía una chaquetilla reforzada de cuero castaño, del mismo color de sus botas. El resto de su atuendo, incluido una capa corta con capucha eran de color negro desvaído. Llegó justo en el momento en que el muchacho era empujado a los pies de su esposo. Su corazón saltó. Hace no tanto tiempo ella estuvo en esa misma posición, solo que con las manos desatadas.

Ni siquiera acertaba a entender que hablaban entre sí ambos hombres, pero Masroud tiró de la capucha que ocultaba el rostro del arquero. El cabello quedó a la vista, era de un extraño color entre castaño oscuro y vetas de oro.

Con una valentía nacida de a saber dónde nacía, Thais se puso frente a Masroud. este paró en seco mirando a la joven reina, a su espalda quedó el arquero.

––No. ¡No lo permitiré! No la encerrarás en la mazmorra.

––Mi reina, apartaos. Con todos mis respetos, este chico es un truhan. Ha atacado nuestras torres de defensa. Y días atrás fue el que me hirió con una flecha.

Kiran alcanzó a su esposa, poniendo una mano con suavidad en su muñeca, apartándola del camino de el Implacable.

––¿Qué ocurre aquí, Thais?

Ella señaló con la cabeza a Masroud.

––Ya que sois su hermano además de su señor y rey, ordenad que la prisionera no será dejada en las mazmorras, por los antiguos dioses. No permitiré que otra mujer pase mi suplicio.

Leyendas de Los Reinos Velados, 1. Kiran el SanguinarioOnde histórias criam vida. Descubra agora