Capítulo 8

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La burbuja se rompió.

Volver al insulso mundo de la Navidad después de internarte en el multiverso de la literatura es un golpe duro. No te preocupes, los demonios somos fuertes. Lo superaré.

El avisador sonó con su armónico tintineo el cual predijo la llegada de Laertes —¿que quién era este señor? Pues mira, yo tampoco tenía la respuesta en ese preciso instante—. Se trataba de un hombre alto, aunque menos que yo. Su nariz asomaba por encima de la bufanda y sus manos trataban de quitar las gafas que se le acababan de empañar. Su entrada la acompañó con un «hola» colgado de sus labios. Su bufanda no le permitió que terminaran de caer las lentes. Meiko levanto la vista y le devolvió el saludo. Yo hice lo mismo. Podría seguir enfadade por la interrupción, porque fue el mejor momento de ese terrible día, pero no debía ser tan egoísta, creo.

—¿Nos vamos?

Se avecinaba una sorpresa navideña. No tenía pruebas, pero tampoco dudas.

—Ay, sí, perdona —le contestó Meiko—. Dejadme que cierre y nos vamos. Nos hemos liado con los libros y se me ha pasado la hora, perdona. —Él le contestó un «no me sorprende» rodeado de carcajadas suaves y armónicas. Ella comenzó a apagar las luces, revisó la caja. —Khô, puedes dejar si quieres el libro aquí y lo recoges mañana, puede que te moleste cargar con él.

Su cara parecía articular el mensaje intrínseco que escondía su voz. Así que le hice caso: dejé dentro del mostrador el paquete envuelto y salimos de allí para que pudiera cerrar. Traté de preguntar a dónde íbamos o que plan teníamos, pero no conseguí sonsacarles nada. Ya, una decepción.

Después del concurso de galletas, el evento nocturno del pueblo consistía en otro concurso, en esa ocasión, de decoración navideña. De ahí que se celebrase cuando ya había oscurecido. El caso es que los eventos comenzaban la semana antes de Navidad, y todos los días había cientos de actividades. Monstruoso, sí. Nos reunimos entorno al gran árbol, precedido por un minúsculo escenario. En ese preciso instante, como si nos estuviesen esperando, la alcaldesa comenzó su discurso:

—Habitantes de Kurisumasu, como cada diecisiete de diciembre, nos reunimos aquí, para celebrar el concurso de decoración navideña de jardines. —Los aplausos lo inundaron todo. En estos eventos parecía reunirse todo el pueblo y la mitad de los habitantes de cien kilómetros a la redonda—. El reglamento es sencillo, todo vecino puede participar, tan solo deben apuntarse, visitar todos los candidatos, elegir su favorito y votar por él con una papeleta que depositaréis en la urna que hay situada en este escenario. Tenéis una hora y media. ¡Disfrutad de la decoración y Feliz Navidad!

De nuevo aparecieron los vítores explosivos.

—Bueno, Khô, ¿a que es emocionante? —Parecía une diablille que esperaba su primer paseo por la Laguna Estigia.

Yo miré a Laertes con cara de póker. Cómo le contesto sin ser desagradable. Porque tampoco es que quiera ofender a Meiko, se nota que son muy buenos amigos. No obstante, mi sarcasmo amenazaba con filtrarse por cada por de mi piel. Me mordí la lengua (casi me envenené). Tomé aire y le contesté:

—Estoy en éxtasis. A todo esto, ¿dónde está Meiko?

—Antes de que la alcaldesa terminara el discurso, se marchó al puesto de las inscripciones. No sabes cómo se pone esto y el tiempo vuela. —No, no sabía cómo se ponía esto. Que alguien se lleve a este fan desmedido de la Navidad. Que, a ver, no me mal interpretes: no me caía mal, solo que parecía la encarnación de un elfo del taller de Santa. Se me pone la piel de gallina, claro que los villancicos regresaron, así que no sabía a qué factor se debía mi reacción. Comenzaba a tolerar algo esta festividad, pero no tanto—. Tenemos que visitar diez candidatos y llegar aquí para votar. Más de un año nos hemos quedado fuera. ¡Oh, mira, por ahí viene Meiko!

Un deseo inesperado en Navidad [Completa]Where stories live. Discover now