-Eso... Ha sido intenso- fue lo único que pudo decir Jack, perplejo, ante lo que le había contado su amigo.
Alex se acomodó en su asiento, algo incómodo al pensar más detenidamente en la situación.
Había tenido sexo con el hombre con el que llevaba durante años obsesionado, totalmente perdido en sus sueños más oscuros y depravados, sumido en un pozo de un desesperación insaciable. Hasta entonces su salud mental pendía de un fino hilo que era cuidadosamente sujetado por las preciosas y delicadas manos de William. Un hilo que podía fácilmente atar a Alex, dejándole las manos, brazos, torso, caderas y piernas totalmente inmovilizadas, entregadas a la voluntad y deseo de William... También pudiendo ser delicadamente enredados en su delgado y frágil cuello. Impidiéndole respirar y asfixiándole lentamente hasta consumir su último aliento.
Pero si hay algo que le puede exitar más que ser atado es ser repentinamente agarrado del pescuezo por las robustas y grandes manos del traje de conejo. ¿O tal vez le gustase más las huesudas manos de William?
-Oye- Dijo Alex tras un largo momento de divagación en sus pensamientos- ¿Crees que William Afton podrá salir de su traje?
Jack se rascó el cuello, pensativo:
-Tiene pinta de que no, teniendo en cuenta el material del traje, probablemente ya esté totalmente fusionado con su piel gracias a la sangre seca. De todas formas puedes preguntarle tú. ¿Habéis hablado algo entre corrida y corrida?
Alex le contó que él se había quedado al principio completamente mudo por la impresión de ver a un conejo animatrónico de más de dos metros de alto. Hablándole con una voz tan grave que revolvía todo su interior en un escalofrío de excitación.
-Sólo fui capaz de decirle que me ponía y que quería que me la chupara. Su voz grave me puede.
-Joder- dijo Jack en una carcajada.
Alex rió, nervioso, esa misma noche tenía que volver a trabajar en la atracción del terror y no podía esperar más.
