PRÓLOGO

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-Hemos hallado algo que puede interesarle al jefe.

Tomó entre sus manos la pesada caja e investigó lo que se encontraba dentro; la fecha databa del año 2267. Un ligero temblor se apoderó de sus dedos, pero se recompuso antes de que el otro se acercara a preguntar.

-¿Qué es?

-Estaba entre los bártulos del sótano.

Sin atreverse a sacar su contenido sobre la mesa, terminó por cerrar las tapas. El conjunto en general parecía que pertenecía, sin duda alguna, a los números remarcados en los bordes. Alguien se había molestado en clasificar esa y las demás cajas.

-Súbelo, ya encontraremos el resto.


Año 3615.

Los pájaros sobrevuelan uno de los reductos de la civilización humana que conserva el planeta Tierra; a esta ciudad le fue concedido el nombre de Clots por uno de sus primeros gobernantes. Aparte de esta, se pueden encontrar en la última versión de los antiguos atlas otros tres núcleos de vida añadidos, a saber: Marssa, Lubbins y Dreskam.

Al principio, los pajarillos se posan tranquilamente parloteando en el alto muro que rodea la ciudad, siendo observados por los obcecados y espartanos vigilantes, aunque uno de ellos pronto se cansa del soniquete de las aves. Con una sonora palmada, los empuja al vuelo de nuevo, sonriendo ante la pequeña maldad que se acaba de permitir. Al hacerlo, el aire se escapa de sus pulmones y casi se congela al contacto por sublimación inversa en el exterior. No siempre habían sufrido aquellas temperaturas bajo cero, aunque los vigilantes no conocían otra cosa en sus largas horas de servicio.

Tras la caída de los antiguos sistemas capitalistas, en donde los seres humanos habían invadido con tecnología cada país para luego perderlo tras la guerra, las armas de naturaleza química habían transformado no sólo la genética, sino también la composición de la atmósfera. Si se hubiera dispuesto de muestras geológicas primitivas, se habría comprobado la degeneración del sustrato hasta la pérdida total de sus nutrientes básicos en la zona conocida como Europa. Durante años, se había creído que esta situación se revertiría, pero tras la desaparición de multitud de especies animales -sin contar con pájaros e insectos-, las esperanzas murieron con ellos.

Antes de la inhabitable Europa, cierto grupo de personas, a sabiendas de lo que estaba por llegar y la imparable propuesta del presidente americano Calvin Knox de vencer en la III Guerra Mundial para construir un orden acorde a sus intereses, decidieron levantar una sociedad neutral en el continente africano. De raza negra al completo, sus fundadores construyeron las cuatro ciudades, formando una innovadora pirámide social que en la actualidad se asemejaba en demasía a la del viejo mundo. Las desigualdades aparecieron y las clases altas e intermedias, ya acomodadas, hicieron nuevas relaciones de vasallaje a cambio de una prometida e inestimable protección frente a lo desconocido, lo que quedaba más allá de los Límites.

La bomba de Knox afianzó la sociedad Nerus, escondida de los campos de supervivientes europeos. Las enfermedades vinieron después, como un holocausto total, una segunda avalancha que exterminó a otra gran parte de la población mundial. Aquellos que no se habían visto alcanzados por la guerra, aparecían cada mañana moribundos o arrastrándose por las calles, cayendo extenuados ante los coches militares y médicos que podían encontrarse en cada esquina. Las diferencias entre estos y los Nerus se agudizaron, casi como si el proceso de hominización no se hubiera quedado estancado en el sapiens.

Dado que los Nerus eran los únicos que, por la abundancia de víveres y energía eléctrica, podían darse el lujo de filosofar, estudiaron la clasificación homínida que llenaría los libros de texto de los futuros estudiantes de las cuatro sociedades. Entonces, además del sapiens, convinieron añadir dos ramas: el Nerus sapiens y el Candidus occidentalis sapiens.

Esta era la historia oficial que había acontecido tras el cuello de botella por el que pasó la especie humana y los años posteriores hasta la total extinción de la última de las ramas mencionadas. Eran un mero cuento de terror para niños asustadizos, aunque en Clots sabían que el Nerus como especie no era el más peligroso de los depredadores que quedaban con vida. Pero al vivir protegidos, en cierto modo anestesiados, no deseaban salir de su coma inducido. Solo los pajarillos conocían la verdad sobre lo que había tras los Límites.

3615Donde viven las historias. Descúbrelo ahora