Twenty Four

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Los días que restaron para partir al viaje con los Kim fueron todo menos tranquilos. Jungkook se inundó y concentró demasiado en el laboratorio que apenas salía de ahí, y cuando no lo estaba se encontraba trabajando horas extras en el bar para poder pagar de alguna forma los días de descanso que había pedido para poder ausentarse para el viaje.

Apenas había hablado con Taehyung, de hecho, esa semana habían hablado más por texto que en persona, lo cual no era usual para ellos desde hace muchos años, pues siempre preferían reunirse ya fuese para hablar de lo más banal.

Incluso apenas había podido ver a sus otros amigos; Seokjin y Namjoon le echaban miraditas extrañas y consternadas en las clases que compartían por la excesiva y hasta visiblemente obligada concentración que Jungkook mostraba en sus clases.

Ellos dos sabían que Jungkook no necesitaba matarse demasiado pues ya era bastante inteligente, por lo que su actitud les pareció un tanto rara y cuando le preguntaban a Jungkook, éste se excusaba con lo primero que se le ocurría, no le apetecía hablar de lo que pasaba por su mente (y corazón) cuando ni el mismo lo tenía tan claro.

Fue un día antes del viaje cuando Jungkook se sintió al borde de la inquietud, su cabeza no había parado de abrumarlo cada vez peor con la situación de Taehyung, pese a que mensajeaban con normalidad como si no existiera una tensión entre ellos. Eso le dejaba una sensación agridulce. Necesitaba un momento de desahogo o simplemente para calmar su mente inquieta, y dado que la persona con la que primero acudía era aquella lo tenía de ese modo, Jungkook terminó tomando un autobús para dirigirse con la segunda persona que lograba apaciguar su estado.

Al bajarse solo tuvo que caminar un par de calles hasta que finalmente se detuvo en la pequeña casa que había sido gran parte de su infancia. Siempre era entrañable cuando volvía.

Tocó el timbre y no mucho después, la pequeña figura de su madre abrió con una enorme sonrisa apenas descubrió quien la visitaba.

—¡Jungkookie, viniste! —exclamó Hyejin mientras se apresuraba a abrazar a su hijo.

Jungkook devolvió el gesto complacido, envolviendo sus brazos en la espalda de su madre quien apenas lograba llegar a la altura de su pecho. Era una omega de baja estatura, ojos grandes como los de su hijo, una sonrisa amable y nariz respingona que solo la hacia una mujer muy bella y bien conservada; su cabello era tan negro como Jungkook lo tuvo en algún momento antes de tintárselo, ahora el único indicio que tenía eran las raíces oscuras que cada vez le crecían más.

—¿Estabas ocupada? —cuestionó Jungkook cuando se separaron.

—¿Para ti? Nunca. Ven, justo estaba terminando la comida.

Ambos entraron y una pequeña parte de las preocupaciones del omega se disiparon en cuanto caminó hacia la sala de estar; la casa en la que creció gran parte de su vida apenas había cambiado algo, los muebles eran prácticamente los mismos, las fotografías seguían intactas en las paredes y su pechó se apretó de cariño al oler lo que Hyejin estaba cocinando. Sus memorias fueron de inmediato a todas las veces que llegaba de la escuela y ese delicioso aroma lo recibía apenas cruzaba la puerta. Taehyung también fue testigo de eso por lo menos dos veces a la semana.

Contuvo un suspiro.

Si antes no podía sacarse de la mente a su mejor amigo, en la última semana todo empeoró aún más.

—Siéntate hijo, nos serviré un poco —le pidió su madre mientras entraba a la cocina—. Que bueno que has venido, justo tenía algunas comidas que he estado preparando que quería darte.

—No tienes que mandarme comida tan seguido, mamá —reprochó suavemente el menor mientras tomaba su lugar habitual en el pequeño comedor de cuatro sillas.

Deliverance ❧KookTae❧Where stories live. Discover now