Capítulo V: E de Ex.

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Siempre era incomodo, cada salida y cada vez que estaban solos, había una incomodidad entre los dos que los iba alejando poco a poco, las únicas veces en las que disfrutaban su mutua compañía era cuando intimaban.

Como un recuerdo lejano, el joven pensó por un momento en ese día, en el último en el que intimaron.

Ambos embriagados de deseo, y estando como Dios los trajo al mundo, comenzaron con las caricias; tiernas y sencillas pero muy efectivas, a él le gustaba ver como su querida se erizaba al sentir sus dedos, por otro lado, ella sentía una chispa ardiente que la hacía jadear.

Iguro recorrió con su mano todo el contorno de su entonces pareja, pasando sus dedos por todas sus curvas llegando hasta el final de cada una de ellas, rozaba con sus dedos el sexo de ella haciendo que gimiera tiernamente, entre caricias y besos, ambos se miraron, pero, como siempre, eran miradas vacías como la de los muñecos de porcelana. Trato de ignorar ese echo y optó por concentrarse en el acto, aunque hacerlo de forma mecánica se había vuelto raro para él, el sexo se había vuelto deprimente.

Mientras tanto, ella se sentía complacida, sentía como su cuerpo hormigueaba desde la punta de los dedos hasta cada uno de sus amargos cabellos, rodeó con sus brazos la cintura del joven acariciando la espalda baja y llegando hasta las nalgas de él, le gustaba empujarlo hacia ella, deseaba tener ese pequeño control sobre él pese a estar casi siempre abajo en el acto, una de las manos, la más traviesa, se escabullía para sujetar el miembro del joven, y con la menor delicadeza, apretarlo hasta que él se inclinaba hacia atrás, pero ambos sabían que cuando ella hacía eso era la orden para que él la penetrara.

Iguro movía sus caderas de forma rítmica y mecánica, mientras que ella enterraba su rostro en el cuello de él, con una seriedad que solo se ve en los funerales, ambos se miraron, una vez más, miradas indiferentes y carentes de pasión se cruzaron, después de unos minutos, ambos llegaron al clímax, era en lo único en lo que coincidían.

Al finalizar el acto, Iguro solía recostarse de lado y taparse con las sabanas hasta la cadera, mientras que la joven de cabellos negros y mirada lúgubre se ponía a fumar en el marco de la ventana y usando una bata mal cerrada.

― Nakime. ― Dijo de forma tímida―, Te vas a resfriar.

La joven, dos años mayor que él, dio una última calada a su cigarro y arrojó la coletilla hacia la calle.

― No me enfermado en más de dos años. ― Respondió de forma soberbia―, No soy tan débil como tú.

Iguro volteó la mirada en señal de desaprobación y amargura.

― Vas a hacer un berrinche otra...

― ¡No me gusta que fumes! ― Respondió alzando la voz―, Sobre todo en la habitación.

Nakime se recostó en silencio y se tapó con las sabanas, esperaba que él se disculpara por haberle alzado la voz, siempre lo hacía, ella lo consideraba un hombre débil que siempre agachaba la cabeza y no decía nada, pero, esta vez fue diferente.

A la semana siguiente ambos terminaron su relación por un cumulo de cosas, ella completamente amarga y llena de ira rompió su Biwa contra el piso cuando él le dijo que no podían seguir, él solo tomó lo necesario y se fue por la puerta dejando atrás a una mujer colérica que no dejaba de gritar y llorar por amargura más no por una pérdida.

Pasaron los meses, y en una tarde de mayo, Iguro Obanai se encontraba caminando por el parque, sintiendo la brisa sobre su piel y pedido en sus pensamientos, hasta que una voz familiar lo hizo voltear.

― ¡Iguro!

Como un fantasma del pasado, con una voz que erizaba la piel, el joven se dio la vuelta, topándose con su ex, aquella mujer esbelta con el cabello largo y un flequillo que tapaba su ojo izquierdo lo veía con cierta indiferencia.

― Nakime, ¿Cómo estás? ― Preguntó por cortesía.

― Eh estado mejor. ― Respondió con el estuche de Biwa en la mano―, ¿Caminata por el parque? Siempre te gusto caminar.

― Sí, pero esta vez es diferente, espero a alguien. ― Dijo con una leve sonrisa.

La intuición femenina de la joven la hizo percatarse de lo que se refería.

― Ya veo. ― Dio unos pasos más y dejando caer su mano sobre el hombro del muchacho, dijo―, Espero que estés bien.

Cual Judas a Cristo, Nakime le dio un beso en la mejilla al joven antes de desaparecer.

Iguro vio cómo se marchaba la mujer a la que una vez amo, pero que ahora le era indiferente de presencia.

El joven siguió caminando hasta llegar a una banca frente a la pileta, ahí espero a que su cita llegara, la había conocido mientras paseaba en este mismo parque, la joven se encontraba perdida, buscaba con desesperación un local en donde iban a dar un curso de arte, Iguro sintiéndose embelesado por la belleza de aquella joven de trenzas la guio y acompañó hasta el local, en el camino ambos se dieron cuenta que tenían cosas en común, por lo que él, en un acto de valentía, dijo.

― ¿Te gustaría que nos viéramos en otra ocasión?

El joven miró aquella mirada, tan dulce y cálida, y le correspondió con una sonrisa, aquel tierno gesto hizo que la joven soltara algunas risas entre dientes.

Ruborizada, la joven se acercó lentamente colocando su mano con ternura en la nuca del joven, este acercó sus labios a los de ella, y ambos sellaron su salida con un tierno beso de recién enamorados.

Porque en la vida conocerás varios amores, algunos amores son engaños del corazón, y otros son tan eternos como las estrellas. 

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⏰ Last updated: Feb 05, 2022 ⏰

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El amor y el sexo a lo largo del tiempo.Where stories live. Discover now