Capítulo 25 - Game over

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Dante

Estaba sorprendido realmente por la belleza de Ámsterdam

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Estaba sorprendido realmente por la belleza de Ámsterdam. Y me resultaba más bella porque estaba con Eva. Esa mujer me tenía agarrado de los cojones, y yo estaba fascinado con el hecho. Aunque me dieran a elegir, no se me ocurría mejor plan que perderme dentro de ella. Conocer y explorar cada centímetro de su cuerpo era mi pasatiempo favorito.

Esa tarde, tras recorrer la ciudad, había estado a punto de contarle la verdad, me había lanzado con todo, pero justo la llamó Rodolfo. Cuando cortó había tenido suficiente tiempo para acojonarme. Es que solo pensar en que se enfadara, o me dejara, era suficiente motivo para estar cagado de verdad. No tenía idea de cómo decirle la verdad sin que se terminara todo.

Antes de irnos a recorrer la ciudad había pedido a recepción que prepararan la habitación y el baño. Sabía que a Eva le encantaría, y no me había equivocado. Cada segundo que pasaba con ella me hacía feliz. Sin embargo, este último encuentro había tenido un sabor agridulce. No sé explicarlo. Solo sentí que la emoción me abrumaba y que había sido mucho más intenso que nunca. Sé que ella también lo sintió, y se me revolvió el estómago al darme cuenta.

Cuando llegamos a la cena, nos ubicamos en nuestra mesa y comenzamos con las actividades sociales propias de un evento de este tipo: saludar a todos, presentarse, charla trivial, preguntas superficiales. Vamos, que hay que estarse con cuatro ojos porque nunca sabes dónde puede haber algún espía de la competencia. Inmediatamente me eché a reír de mi pensamiento, y recordé una frase que solía decir mi padre: "El burro hablando de orejas". Ahí estaba yo, el rey de los farsantes, cuidándome de otros como yo.

Eva, sin embargo, estaba radiante. Se la veía fascinada con todo. Ella se desenvolvía como nadie en estas situaciones. Era simpática, amable y atractiva. Joder, qué atractiva era. Se sentía como pez en el agua cuando se trataba de socializar. Por Dios, cómo la amaba. Había sufrido tanto, había vivido el abandono de su familia, su accidente, la ceguera y tantas cosas más, y sin embargo ahí estaba, sonriendo a pesar de todo.

La cena estuvo espectacular, y cuando estábamos por el postre, sentí ganas de ir al baño. Había tomado mucha agua durante la comida, estaba como un niño pequeño al que hay que controlar lo que bebe. Se lo dije a Eva y se echó a reír, y puso voz de madre y me mandó al baño.

Cuando estaba terminando de lavarme las manos, me llegó un mensaje. Lo miré y, a pesar de que no entendí de qué se trataba, se me heló la sangre, porque supe que no podía ser nada bueno. El mensaje era de Marcos, y solo decía dos palabras: "Game over".

Traté de no hacerme demasiado problema, aunque me resultó difícil. Que Marcos apareciera no podía augurar cosas buenas, y menos con ese críptico mensaje... Regresé a nuestra mesa pero Eva no estaba, aunque sí estaba su bolso. ¡Qué raro! Nunca se separaba de él.

Pregunté a los comensales si sabían a dónde había ido y me dijeron que la habían visto con un señor mayor que vino apurado a buscarla y se habían ido hacia la zona de recepción. Les agradecí, tomé el bolso y salí casi corriendo a buscarla con el corazón en la boca. Me tranquilicé brevemente cuando la vi sentada en uno de los sillones de la entrada del edificio. Estaba con Rodolfo al lado. ¿Habría pasado algo grave?

Eva sostenía una carpeta roja entre sus manos, y estaba con la cabeza baja. Rodolfo tenía su mano apoyada sobre su hombro. Cuando me acerqué un poco más me di cuenta de que la carpeta tenía el logo de Caduceus. Se me hizo un hueco en el estómago. No sé qué cojones había en esa carpeta, pero sin dudas era malo, muy malo.

–¿Eva?– la llamé, dubitativo.

Ella levantó la vista. Tenía los ojos llenos de lágrimas y juro que se me partió el corazón cuando la ví así. Se puso de pie, algo tambaleante, y se acercó a mí, muy seria.

–Por favor, Dante. Dime que lo que acabo de ver es solo una broma de mal gusto. ¡Dímelo!

–No sé de qué hablas, ¿qué has visto? ¿Qué hay en esa carpeta?

Sus labios temblaron antes de volver a hablar, y ahora ya estaba llorando a mares.

–Dime que no es cierto. Dime que no eres un espía de Caduceus. Dime que no me has mentido.

Me quedé en silencio. No podía decir nada. No sabía qué decir, aunque me di cuenta de que no podía seguir mintiendo. La honestidad era lo mejor. Rodolfo se acercó a su lado y la tomó del brazo.

–Es verdad, Eva. Lo siento. Pero puedo explicarte lo que pasó. Hablemos, por favor. Tienes que escucharme...

–¿¡Tengo que escucharte!? ¿De verdad crees eso? No puedo creer tu cinismo. No puedo creer lo que me has hecho: te aprovechaste de mi debilidad, de mi ceguera, me enamoraste, ¡te metiste en mi cama, Dante! ¿Cómo puedes ser tan perverso? –su mirada desprendía asco, y me partió el alma ver que esa mirada estaba dirigida a mí.

–Eva, por favor. Yo te amo.

–Tú no amas a nadie. Solo te amas a ti mismo. Debí darme cuenta, resulta que a fin de cuentas sí eres un monstruo. No vayas al hotel en la próxima hora, tengo que sacar mis cosas. Me voy de aquí.

Pasó por mi lado como una exhalación y ni siquiera me miró. Rodolfo la siguió, pero al pasar junto a mí me miró con desprecio y me dijo unas cuantas palabras que terminaron de destruirme por completo.

–Eres un hijo de puta de los que ya no quedan, Dante. Eres un cabrón. Sabes lo que Eva es para mí. Agradece que soy alguien pacífico, porque tendría que estar rompiéndote la cara en este momento. Estás despedido, y espera acciones legales. No te irás de rositas con lo que nos has hecho.

Salió de mi lado, me arrancó el sobre de Eva de las manos y tiró la carpeta a mis pies. Lo vi cuando la alcanzó, ella se abrazó a él y se largó a llorar nuevamente. Segundos después desaparecieron de mi campo visual.

Me agaché y tomé la puta carpeta. Estaba todo allí: todos los informes que le había pasado a Marcos, ordenados por fechas, desde el más reciente, hacía un par de semanas, hasta el primero, hace ya unos ocho o nueve meses. También estaba el extracto bancario de las transferencias que me había hecho desde que empezamos esto. Además había fotos mías entrando y saliendo del laboratorio, y otras con Marcos en infinitos encuentros. Incluso había fotos nuestras en bares, bebiendo whisky y enredados con mujeres, vaya a saber de cuándo, por lo que además Eva pensaría que le había sido infiel.

Marcos me la había hecho bien. Me había cagado pero bien. No era mi intención quitarme culpas, no estaba para nada orgulloso de lo que había hecho, pero esa carpeta me dejaba como el hijo de puta más grande del universo, y estaba preparada estratégicamente para hacerme ver peor de lo que había sido.

Sin pensarlo demasiado, me subí a un taxi y fui hacia el hotel. No iba a permitir que se fuera sin luchar por ella.

Aunque no te pueda verWhere stories live. Discover now