Capítulo 3. El Sol, La Luna y La Verdad

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Capítulo especialmente dedicado a @Eneire82 como regalito de cumpleaños adelantado, muchísimas felicidades de nuestra parte✨🤍

***

Lo peor de regresar a casa no había sido encontrarse de nuevo con la oscuridad que la perseguía, por mucho que se estuviera esforzando en darle esquinazo. Ni los regalos de Reyes atormentándola, sin abrir, guardados en un armario esperando por su hija. Ni tampoco que Sergio se hubiese sumado a las cosas que su cabeza no conseguía comprender y que empezaba a generarle una extraña ansiedad. Sin duda, lo peor de todo había sido tener que mantenerse abrazada a su espalda durante el trayecto de vuelta.

Aunque ella en un principio—con su orgullo e incluso algo de resquemor latente, y levantando un muro de distancia que le protegiera de la frialdad de Sergio— se había aferrado al agarre del asiento una vez se hubo colocado el casco; había sido él quien había tanteado hacia atrás en busca de sus manos y prácticamente la había obligado a rodear su cintura. A pegar su pecho contra la ancha espalda de él, cobijada bajo la excusa de que, así, era más seguro. A romper la distancia de sus cuerpos cuando lo que quería era todo lo contrario.

No se creyó el hecho de si su acercamiento se debía o no a la seguridad vial, pero tampoco dijo nada al respecto.

Si bien no era lo que su cabeza le repetía, lo que creía que quería; era por lo que su corazón palpitaba con fuerza. Se necesitaban. A pesar del dolor, que amenazaba con resquebrajar ese hilo invisible que unía sus almas, enguyéndoles en un pozo oscuro de desesperación, Sergio necesitaba sentirla tan cerca como ella a él; aunque parecía que cuanto más se acercaba físicamente, más lejos estaban el uno del otro si del alma se trataba.

Ninguno se atrevió a dirigirse la palabra. Ni durante el trayecto, ni cuando él paró la moto en la calle frente a la entrada de su casa y bajaron de ella quitándose el casco.

Ella fue la primera en caminar, desprendiéndose del casco con un movimiento rápido, a la vez que sus pies se dirigían con firmeza hacia la puerta de su casa. No se acostumbraba a la sensación extraña que le corrompía desde lo más profundo de su estómago. Al hecho de que, dondequiera que mirase, encontraba cajas de todo tipo de juguetes, papel de regalo amontonándose en los cubos de basura de cada parcela individual, el rastro de lo que tendría que haber sido también su día con Paula.

El sol incidía con fuerza sobre una Madrid helada que no llegaba a calentar, pero que agradecía el buen tiempo con una sonrisa en los labios. No podía negar que el día fuese radiante, y que el cielo azul y despejado diese pie a poder salir a pasear en compañía de los más pequeños. Estaba segura de que esa misma tarde habría varios niños probando alguna que otra bici, triciclos, patines eléctricos—los adolescentes ya rondaban por allí así en los últimos meses—o algún skate, mientras sus padres temían por su seguridad a la vez que se sentían plenos de haber hecho un pocos más felices a sus hijos.

Y ella ni siquiera sabía si volvería a ver a la suya.

Se detuvo conforme notó que, a su lado, el paso firme y decidido de Sergio perdía fuerza a medida que se acercaban a la casa. No había sido consciente de que el sonido de sus pisadas se hacían más livianas hasta quedarse parado por completo, se había sumergido demasiado en esos trances que cada vez la encerraban más.

—Raquel... —su voz sonó baja, insegura, y ante todo: preocupada.

Suspiró antes de darse la vuelta. La presión en la cabeza de la inspectora era similar a la de una olla express, por no hablar del aturdimiento general que se le subía a los hombros hasta hacerla cargar con un peso que la hundía hacia abajo. No quería volver a tener la misma conversación que antes, ni estirar lo suyo hasta que se rompiese. Quería entrar dentro de una vez y ponerse manos a la obra.

𝐁𝐥𝐞𝐞𝐝𝐢𝐧𝐠 𝐋𝐨𝐯𝐞 | 𝐀𝐔 | 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora