Capítulo 25. Cupido dispara

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Víctor gorgojeó, contento, conforme Sergio cruzó la entrada del apartamento, lo cogió en sus brazos y lo alzó varias veces, haciéndolo reír por el vértigo del movimiento. Apenas había intercambiado una palabra con Raquel cuando fue consciente de que ésta seguía enfocada en discutir con Alicia y que el niño se quedaba unos segundos sin nadie cerca, más que los cojines que lo arropaban. Gracias a Dios, Víctor era un niño buenísimo. Con carácter—que sólo sacaba a relucir con su madre—pero por lo general, tranquilo, heredando la calma de su padre. De pronto, el niño se sobresaltó en sus brazos gracias a un portazo, cortesía de Alicia. Y cargando con él contra su pecho, Sergio regresó hasta el recibidor, queriendo ir a ayudarla. En cambio, lo que obtuvo fue una pose amenazante, apoyada en las empuñaduras de las muletas y nada que denotase querer verse ayudada, de ningún tipo.

Sergio agachó un poco la cabeza para rozar su nariz con la coronilla del bebé, y sonrió, enternecido por sus intentos de llevar los deditos hacia su barba.

—Huele a Nenuco —susurró, como si Raquel no tuviese el aspecto de una hidra enfurecida, no obstante consiguió que su rostro expresara desconcierto unos segundos—. ¿Te habías dado cuenta de lo logrados que están los bebés de juguete? Es que huelen muy parecido a la piel de los niños de verdad.

Raquel abrió la boca para decir algo, pero pareció no llegar a encontrarlo en su mente, y en lugar de eso la cerró y agudizó la mirada en su dirección. Un porcentaje de su cuerpo se mantenía en pleno arrebato colérico porque estaba harta de que la subestimaran y ni siquiera confiasen en ella, a solas, para cuidar del niño. Evidentemente, esto no tenía nada que ver con la presencia de Sergio en casa de su amiga, aunque también hubiese adivinado las intenciones de ésta sin necesidad de que dijese nada. El porcentaje restante se debatía entre morderse el labio por esa faceta de Sergio con el crío, o ladear la cabeza con ternura.

—Porque el único niño de mentira que has conocido es Pinocho, ¿no? —ironizó ella, poniendo los ojos en blanco. Tras unos segundos más en los que se dedicaron a observarse en silencio, ella suspiró—: Odio que no confíen en mí, no es por ti —apartó la mirada y comenzó a moverse hacia el salón—. No me malinterpretes.

—No es porque no confíen en ti para cuidarle, Raquel —comentó Sergio, siguiéndola—. Claro que puedes cuidar a un bebé, Paula es el claro ejemplo de que eres una madre increíble —se movió frente a ella, de un pie a otro, balanceándose—. Pero sé sincera, ¿Cómo te ha ido estos dos días con ella, sola y medio coja?

Raquel se dejó caer poco a poco en el sofá, con mucho cuidado de no hacerse daño si la escayola golpeaba un poco el suelo sin querer. Odiaba cómo Sergio podía leerla a la perfección, volviéndose transparente. Ni siquiera quiso reconocerse a sí misma que se le había erizado el vello de la espalda al verlo ahí parado, en la entrada principal, con esa cazadora vaquera suya de borreguito, con lo mucho que le gustaba a ella cómo le quedaba, ni tampoco lo nerviosa que se había puesto cuando él se sentó a su lado y dejó a Víctor trotando en sus rodillas.

—Ha llegado tarde al colegio los dos días —musitó, mirando al bebé—. Casi una hora.

Sergio apretó sus labios, evitando soltar una risita. Ella lo miró de reojo, resistiéndose con todas sus fuerzas a estallar en una carcajada por su reacción.

—Si te vas a reír no sigo —comentó, enfurruñada, con un poco de ñoñería en la voz que incluso a Sergio le hizo alzar las cejas, sorprendido.

«Ese ha sido su tono remolón. Dios, cuánto lo había echado de menos» , Sergio tragó saliva con fuerza, escuchando su propia voz resonar en las profundidades de su cabeza. Juraría que había sentido uno de los latidos de su corazón más intenso que el anterior, y había sido al denotar ese amago de sonrisa cálida en las comisuras de su boca.

𝐁𝐥𝐞𝐞𝐝𝐢𝐧𝐠 𝐋𝐨𝐯𝐞 | 𝐀𝐔 | 2Where stories live. Discover now