Capítulo 2

279 149 51
                                    

Mujeres, siempre con dolores de cabeza. Se aflojó la corbata mientras se quitaba los zapatos. Después se quitó los gemelos de diamantes dejándolos sobre la mesilla de noche. Debería haber llevado compañía, al menos alguien estaría con él ahora dándole un masaje, aliviándole el dolor de hombros, cuello... y lo que no es el cuello. Diablos, ¿por qué tenia ganas de sexo en ese momento? Era la peor maldita noche de su vida.

No, no era la peor. La peor noche de su vida fue la de hace nueve años. Esta noche era incómoda, molesta, pero no la peor. Se merecía una medalla por haberse enfrentado a Elieanora esa noche. Se quitó la camisa dejándola caer al suelo y se tumbó en la cama mirando fijamente el techo. Se había tomado como una ofensa su comentario de que había cambiado, pero no lo había sido. Su cambio era notorio, había crecido durante esos años, sus pechos eran más grandes y sus caderas más redondeadas. Keyllan cerró los ojos, pero la imagen de una Elieanora completamente desnuda, tumbada entre las sabanas seguía tan clara. Con sus rizos caoba cayendo sobre esos magníficos pechos, esos pechos coronados con unos pezones rosados y endurecidos. Pero sin embargo fue la expresión de sus ojos la que mejor se le quedó grabada en la cabeza. Le había mirado con ternura, con amor. Con temor pero a la vez con valentía. Nadie le habían mirado así jamas y nadie le habla vuelto a mirar así desde entonces. Ella le amaba por aquel entonces y él aunque odiaba reconocerlo la deseaba y sentía por ella algo más que el cariño que debía sentir por la hermana pequeña de su amigo.Keyllan dio puñetazos a la almohada intentando acomodarla a su gusto. Sí, Elieanora había cambiado y a él debería darle igual su cambio y lo hermosa que estaba. Suspiró y puso los brazos detrás de la cabeza, insatisfecho. Ella le dijo que le consideraba un hombre de familia, puede que antaño lo hubiese sido, con ella, pero ya no. El matrimonio y los hijos no tenían cabida en su vida, los negocios y las guerras ocupaban todo su tiempo, eran su vida.

Estaba desayunando cuando ella salió a la terraza. Eli vaciló antes de avanzar más. Necesitó un instante para poner en orden todos sus pensamientos. Keyllan estaba dándole la espalda, bebiendo café y leyendo el periódico. Le recordó a su padre y eso la hizo sonreír. Consideró seriamente el darse la vuelta y marcharse, podía ir a desayunar a cualquier otro lado del palacio. Pero justo cuando iba a dar media vuelta él se había girado. Supo inmediatamente que si se marchaba ahora él pensaría que estaba huyendo. Keyllan ya la había acusado la pasada noche de tener miedo, no le iba a dar la oportunidad de que volviera a pensarlo, aunque así fuera. ¿Por qué iba a acobardarse? No tenía nada de lo que avergonzarse. Sencillamente había cometido un error que la había avergonzado siendo una adolescente, lo había aceptado y había seguido con su vida. No iba a pasarse la vida pensando en aquello.

-Buongiorno -dijo decidida- hace un día maravilloso, ¿cierto?

A pesar de su bravuconería, no tenía el valor de mirarle a los ojos, pero la curiosidad la hizo alzar la vista. Debía haber imaginado que la estaría observando. Durante un segundo sus miradas se cruzaron y conectaron. Ella notó el cosquilleo en la piel y el calor en su bajo vientre como hace años.

-¿Has dormido bien?- le preguntó. Sentía la necesidad de provocarlo, de perturbarlo como él hacia con ella.

Keyllan dobló su periódico, se reclinó en la silla y cruzó las manos detrás de la cabeza.

-He dormido estupendamente.

-Perfecto- dijo ella sonriendo excesivamente.

Elieanora se sirvió un café bien cargado, lo necesitaba, no había pegado ojo en toda la noche. Decidió desayunar una tostada y le añadió algunas cucharillas de miel.

-¿No sería mejor que desayunaras algo un poco más decente?

-¿Qué hay de indecente en las tostadas con miel?-ella se llevó la cucharilla a la boca, sabiendo que él estaría mirando. Abrió la boca y chupó la miel que quedaba en la cucharilla.

Un amor implacable - trilogía el poder del amor 1 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora