37- Tienes razón...

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Era un día soleado. Ibamos por las calles de Italia, agarrados de la mano, después de tanto esfuerzo para evitar que Sheila caminara mucho, la ginecóloga me dijo que si caminaba la ayudaría a la hora del parto.

Hacía un día hermoso, los pájaros cantaban y las flores del parque habían florecido, por la estación en que estabamos. Caminabamos por un camino cubierto por petalos de flores. Era hermoso.

Nos paramos en la fuente para beber agua. Sin querer salpiqué un poco a Matt y éste se quedó mirandome con los ojos como platos y los brazos en jarra a cada lado de mi cuerpo. Depués, él me tiró agua y empezamos una guerra de agua en la que los dos acabamos empapados de arriba a bajo.

-Estás mojada -dijo Matt-.

-Muy bien, Sherlock -dije-. Dime algo que no sepa.

-¿Con que esas tenemos? -dijo con una sonrisa maliciosa-.

Me empezó a hacer cosquillas, con cuidado de no hacerme daño. Cuando hubo terminado dijo:

-Y eso le pasa a tu mami por ser una mala malísima -dijo señalando mi estómago-.

Seguimos con nuestro paseo y de repente nos encontramos a alguien que mas nos valdría no haber visto.

Punto de vista Matthew

Nos encontramos a Rebeca. Tenía el rímel corrido por toda la cara. Los pelos despeinados, parecia que un gorrión hubiera hecho un nido allí encima, su ropa estaba hecha arapos, iba descalza, sus ojos estaban muy abiertos y iba tambaleandose de un lado a otro de la calle.

Cogió a Sheila del cuello y dijo algo que con esfuerzo pude comprender: "Tu me lo quitaste".
- Rebeca, sueltala o lo lamentarás -dije muy serio sin un resto de felicidad-.

Si Rebeca la matara, aniquilaría a las dos mujeres que he amado en toda mi vida.

Ella rió muy fuerte, esa risa macabra me recordaba a esa que sale en las películas.

Entonces decidí actuar, le dí una patada. Me cogió de la pierna y con ese movimiento hozo que me cayera de espaldas contra el suelo.

- ¿Matt, enserio creías que conseguirías lograrlo así como así?

-Rebeca yo te amo. Déjala, solo te quiero a tí.

-No es verdad, podrías haberla dejado.

-No sería de un caballero dejar a una damisela sola y embarazada, por alguien que no me quiere. Pero ahora que sé que me quieres...

-Siempre tan caballeroso...

Como tonta la dejó marchar y extendió los brazos, puso morritos y cerró los ojos. La cogí de los brazos, la giré y le puse los brazos detrás de la espalda hasta que su mano llegara hasta el omoplato.

Sheila estaba llorando en el suelo. ¿Enserio creía que iba a dejar escapar al amor de mi vida por una bruja bebida como esa?

Amarré las muñecas de las manos de Rebeca con la cuerda que siempre llevaba en el bolsillo y me dirigí hacia Sheila. Le levanté la barbilla y con mis pulgares le limpié las lágrimas que corrías por su cara mejillas abajo. Miró hacia Rebeca y sonrió:

-¿Tendría que hacer teatro? -dije, lo que hizo que se le ensanchara la sonrisa- Nunca lo olvides, Sheila. Yo te quiero a ti. Venga, vamos a casa.

Llegamos a casa de Beatriz y Sheila contó con todo detalle lo ocurrido. Primero, le dió un beso en la mejilla por salvar a su nieta de una loca y después, le dió una bofetada por engañar de esa manera a su nieta. Me sentí bien al estar otra vez en casa.

Fuimos a nuestra casa y de lo cansados que estabamos nos tumbamos directamente en la cama, de pronto dije:

-Sheila, no se que habría hecho si te llegaba a pasar algo a ti y al bebé...

-Matt, ahora todo está bien.

-Ya lo sé, pero y si hubiera pasado. He estado soñando muchas noches con que alguien peligrara vuestra seguridad. Y ahora que lo recuerdo, ¿Cuando piensas hablar conmigo sobre nuestro progenitor, Sheila? Sé que no te gusta, pero cuando nazca ella, ¿Que piensas decirle?

-No sé, Matt. No lo sé, quiero evitar el dolor. Desde que llegué pareció que todo era malo: mi madre muere, aparece Rebeca, luego ese hombre que dice ser nuestro padre...

-Sé lo que estás viviendo, pero no podrás apartarlo durante mucho mas tiempo. Ella querrá saber de su abuelo al igual que tu de tu padre querías saber. No permitas que ella se forme una idea que no es sobre una persona a la que casi no conoces - abrió la boca para hablar pero la interrumpí-. Sé que con lo que hizo piensas que ya lo conoces, pero déjalo que tenga la oportunidad de dejarse conocer. He estado pensando mucho sobre el tema... ¿Estuviste mal cuando te dijeron que tu abuelo murió?

-Si.

-Pues no quieras que ella sienta lo mismo.

Ella me abrazó y empezó a llorar. No quería verla llorar, pero quería que ella entrara en razón, por nuestra princesita. Igual que a Sheila le hizo falta su abuelo, a nuestra hija también.

-Tienes razón -dijo entre sollozo y sollozo-. Tengo que hablar con mi padre.

-Me alegra que te haya hecho recapacitar. Quiza, no de la mejor manera pero...

- Matt, si no lo hubieras hecho así me hubiera entrado por una oreja y me habría salido por otra. Te agradezco que me hayas hecho pensar.Te quiero y sé que sólo estás haciendo lo mejor para nuestra bebé.

-Te quiero. Gracias por entenderme -dije y le dí un beso en la mejilla- Buenas noches.

-Buenas noches.

La abracé y los dos nos quedamos dormidos enmedio de ese abrazo que tanto nos hacía falta.

Un antes y un despuésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora