MICAH - 2022

83 8 9
                                    


Todo el mundo esperaba que, de alguna manera, estuviese muy enfadado con el mundo porque, después del año crítico tras el trasplante, solo tuve un par de meses de vida normal antes de que se nos viniese encima una pandemia mundial, pero estaba preparando babka por primera vez delante de Dima (alguien que sabía cocinar) y escuchándolo respirar cada vez más rápido, así que la vida era buena. Y mi cuerpo no había rechazado los pulmones en cuatro años y cuando los casos de coronavirus bajaban podía ir a patinar y en la casa que compartía con Dima teníamos jardín, de todas maneras, y podía tomar el sol, y como salía a correr por las noches, cuando no había nadie, los niños del barrio habían empezado a pensar que era un vampiro y eso no dejaba de tener su gracia.

Pero sí me jodía bastante estar perdiéndome los Juegos Olímpicos. Durante un tiempo parecía que todo lo del coronavirus se estaba calmando, pero entonces vino la ola de Omicron y me di cuenta de que no tenía mucho sentido arriesgarme a viajar cuando tenía que tomar inmunosupresores de por vida.

Así que cuando vi la videollamada de Brooks en el iPad la cogí enseguida, aunque tenía las manos llenas de masa, y Dima soltó un ruidito nasal detrás de mí.

—¡Eh, tío! ¿Qué tal? Estoy intentando que Dima tenga un ataque al corazón, y creo que lo voy a conseguir.

—Dos años de pandemia y voy a acabar en el hospital con una salmonelosis... —susurró él, una pizca más dramático de lo que debería.

Brooks tragó saliva. Tenía exactamente la misma expresión que antes de competir, excepto porque quedaban cuatro días para que Ver y ella tuviesen que patinar su programa corto en el hielo olímpico de Pekín.

—Estoy de los nervios —dijo, por si su cara no hubiese resultado lo suficientemente reveladora.

—¿Por qué? En, como, una semana seréis dobles campeones olímpicos. Eso es una puta pasada.

—No lo chafes —resopló—. Oye, Micah, tengo que hacerte una pregunta y es un poco incómodo, pero me va a estar molestando si me lo guardo...

Como soy una de esas personas que se mira a sí misma en una videollamada, incluso cuando la videollamada es con su novio que está cañón, tardé un par de segundos en reparar en el anillo. Cuando lo hice, le colgué instintivamente.

Dima se atragantó con su propia risotada.

—¿Qué cojones...? Tío, qué maleducado.

Elegí ignorarlo.

—¿A cuánto pongo el horno? ¿Al máximo? Los huevos ya están bien batidos así, ¿no?

Los huevos estaban más naranjas que amarillos, y podías ver la pálida sombra de la clara en el mejunje. Un escalofrío recorrió la espalda de Dima.

—Ahora Brooks me está llamando a mí.

—No se lo cojas —dije, vaciando todo el bote de extracto de vainilla—. Está loco. La competición lo ha vuelto loco.

Pero Dima se lo cogió. Por su puesto que sí. ¿Y lo primero que me dijo Brooks?

—Vete a la mierda, Micah Leckie.

Puse los brazos, salpicados de chocolate, en alto.

—¡Lo siento! Me puse nervioso, ¿vale? Brooks, por si no te habías dado cuenta en cuatro años, me gustas, pero no creo en el matrimonio, puedes preguntarle a Veronica. ¡Ni siquiera me iban las relaciones hasta que empecé a salir contigo! Me has reformado, pero ni siquiera tú haces milagros y...

—¿Qué?

—Por no mencionar que tenemos veintidós y veintitrés años, sería raro.

—Pues menos mal, porque yo tampoco creo en el matrimonio.

Olympic Stories 3: TonyМесто, где живут истории. Откройте их для себя