1

675 46 6
                                    

Corea del sur 934 a. C.

La noche calló y todos en la Aldea descansaban, excepto 2 personas.

Rosé Park y Lalisa Manoban estaban en el bosque observando la luna, abrazadas una de la otra.

- Te amo mi brujita hermosa.- dijo la rubia a la castaña.

- igual yo Chae.- dijo Lisa, antes de plasmar un beso en los labios de la rubia.

Cada una regresó a su choza y durmieron tranquilas.

Nadie en la Aldea sabía de quiénes eran en realidad y de él amor que sentían una de la otra.

Ellas eran unas brujas poderosas, las únicas de hecho.

Eran poderosas y lo único que querían era ayudar a los demás, que no nacieron con esas habilidades que ellas si poseen.

Ocultaron sus poderes del mundo y de todos. Creían que si sabían de eso, los demás tendrían miedo, y es lo que menos quieren.

Al despertar se encontraron en el punto donde siempre se encuentran.

- Hola mi amor hermoso.- dijo la mujer castaña.

- Lisa ¿qué harás hoy?- preguntó Rosé

- Lo mismo que siempre, ayudar a los demás. Escuche que necesitan ayuda con los cultivos, no están creciendo y si siguen así no tendremos que comer.

- Ten cuidado y que no se den cuenta de tus poderes, sabes lo que le hacen a las personas.- dijo la rubia.

-Lo sé, tendré cuidado.-

- Hace 2 días, quemaron a una mujer embarazada, solo porque que pensaron que era un hechicera y que eso era del diablo. No me imagino que pasaria si algo similar te pasara a ti.

- Sabes que me se cuidar sola Rosé.

- Bien pero cuando regreses, vienes y me avisas de que estás bien.- dijo con firmeza.

- De acuerdo mi cielo.- dijo la mujer de ojos grandes.

Rosé camino hacia donde estaban las niñas de la aldea.

Las ayudo con algunas cosas que necesitaban y todo era felicidad, hasta que unos gritos de mujer se escucharon.

Unos hombres traían a un mujer atada. La mujer sólo se quejaba del dolor de la soga.

- Suelten me malditos.- grito con furia.

- Aquí la única maldita hija del diablo eres tú.- dijo el líder de la aldea.

La subieron a un pedazo de madera y la ataron ahí. Comenzaron a colocar pedazos de leña debajo de ella.

Alguien le prendió fuego. La mujer sólo gritaba y se retorcía de dolor.

Rosé asustada fue a buscar a su amada, en donde ella le comento que se iba a encontrar.

Corrió hacia el lugar y no se encontraba nadie.

- ¡Lisa! ¡Lisa!- grito desesperadamente.

Luego de un rato buscarla escucho el grito de otra mujer. Esta vez le resultaba familiar a Rosé.

Volvió a la aldea lo más rápido que pudo.

Y cuando llegó era demasiado tarde, su amada Lisa, ya estaba en la brazas del fuego y solo se miraba su silueta dentro del fuego.

Lisa estaba muerta y Rosé no pudo hacer nada más para poder salvarla.

La rubia dentro de ella sentía una impotencia enorme por que mataron a él amor de su vida. Su corazón estaba roto.

"Eternamente Mía" (Chaelisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora