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Allison McFadden caminaba lentamente por el fresco aire de la noche, con los brazos bien envueltos alrededor de su delgado cuerpo para que el viento no azotara su abrigo. El hombre la vio estremecerse y suavemente la rodeó con un brazo, haciendo que la atravesara una eléctrica sacudida de anticipación.

Ella rio suavemente, un poco mareada por los martinis que él le había pagado toda la noche. Ahora mismo la estaba acompañando desde el Bar Bemelmans en el hotel Carlyle, que era posiblemente el lugar más romántico en el que ella jamás había estado, con música de piano en directo y un ambiente sofisticado y antiguo que la había seducido tan completamente como él.

Era ingenioso y encantador, y guapo y caballeroso casi hasta la exageración. Ni siquiera le había robado un beso.

Allison sonrió al recordar cómo la había llevado a los murales que cubrían las paredes de Bemelmans y le había hablado de ellos, como un escritor que había vivido en el hotel los había pintado y habían formado parte de algunos libros para niños. Había tratado de escuchar, pero sólo había sido capaz de concentrarse en su mano, que descansaba más abajo en su espalda de lo que lo había estado más temprano, y en esos labios que se movían junto a su mejilla mientras hablaba. Sólo recordaba que las pinturas eran de animales en Central Park. Había dibujado un elefante patinando. Y él había señalado un conejo armado acechando a sus compañeros conejitos con un arma automática en uno de los murales como dibujos animados.

Los dos se rieron ante el humor mórbido del mismo, y a Allison le encantó la manera en que se reía.

Ahora, la acompañaba caminando a su casa, como un verdadero caballero. Le había pedido al taxista que se detuviera a varias manzanas de distancia de su edificio para tener el privilegio de hacerlo. Era sólo su primera cita, y Allison no podía creer que fuera a hacer lo que estaba planeando.

—Te..., quiero decir, ¿te gustaría subir? A tomar un café, o...

Él sonrió, y Allison se perdió en el modo que sus ojos se volvieron más cálidos. Levantó las manos y las pasó por su cabello, observando el modo que los mechones rubios brillaban a la luz artificial de las farolas.

—¿Está en casa tu compañera de habitación? —le preguntó en voz baja, la íntima voz cortando a través del viento frío y yendo directamente a su interior.

Ella se lamió los labios y asintió.

—Pero no nos molestará —insistió ella con rapidez, sus palabras casi sin aliento mientras ella extendía la mano y le acariciaba la solapa, sintiendo la placa debajo del material.

—Entonces guíame —murmuró él con una sonrisa.

Hubiera sido el momento perfecto para que la besara, pensó ella, mientras tomaba su mano y le conducía al interior del edificio. Hubiera sido igual de ridículamente romántico como el resto de la noche. Sin embargo, suponía que nada podía ser perfecto.

Horas más tarde, mientras Allison luchaba por su último aliento, no podía dejar de preguntarse porque dejaría su ADN si nunca la había besado.

Horas más tarde, mientras Allison luchaba por su último aliento, no podía dejar de preguntarse porque dejaría su ADN si nunca la había besado

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•Cortar&Correr• || JinKookJinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora