CAPITULO 3✓

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— Puedo caminar sola, gracias —. El semblante del italiano cambio al escuchar como lo rechazaba

Extendió su mano para que caminaramos en dirección a una mesa apartada de las demás, y entonces comprendí que le gustaba la soledad y privacidad.

Camine junto con él, las personas de ahí nos miraban sin creer lo que estaba pasando.

Mordí mis labios un poco nerviosa al sentir como se aferró a mi espalda, su tacto era caliente, podía sentir como me torturaba con la yema de sus dedos.

Respire con facilidad al llegar a la mesa y sentarme en una de las sillas.

— ¿Y que la trae por aquí señorita Ivanov? —. Sus preguntas me hacían salir cada vez más de lugar

— No entiendo su pregunta —. Cruze mis piernas, sus ojos me miraron con deseo al ver mi pierna derecha descubierta por completo

— Una mujer misteriosa, rusa, llena de maldad y también sensual en un lugar como este —. Hizo un ademán con la mano llamando aun mesero

— ¿Por qué supone que estoy llena de maldad? —. Pregunté sin dejar de mirarlo

— Su porte, sus labios, su caminata, su mirada, sus palabras... Todo lo de usted está lleno de maldad —. Trague saliva al escuchar como me describió

— Esas son solo suposiciones de usted señor Russo —. Coloque mi mano en mi pierna

— Puede ser, pero usted llama demasiado la atención y eso no es habitual en lugar como estos —. Bebió un poco del trago que momentos antes tenía

Hice círculos con las yemas de mis dedos en mi pierna, algo no estaba bien, un mal presentimiento se estaba apoderando de mi cuerpo.

— ¿Que desea beber? —. Su voz me saco de mis pensamientos

— Whisky está bien —. Mire al mesero que me observaba con tanta cautela, querido grabarse mi rostro

Él italiano frente a mi quedó fascinado al ver cómo podía enloquecer aún hombre con tan solo mirarme.

Él mesero se marchó con pasos torpes, una pequeña sonrisa se formo en mis labios.

— ¿Lo ve? Su belleza no es natural —. Observe como recargo su espalda en el respaldo de la silla

— ¿Por qué dice eso? —. Mis dedos no dejaban de moverse en mi pierna, podía notar como comenzaba a cambiar de color, un color rojo intenso con cada círculo provocado en ella

— Los hombres caen a sus pies con tan solo una mirada, su porte es vanidoso y soberbio —. Exclamó

— Y esa, esa maldita maldad que emana su ser —. Gruño con fuerza

Mordí mi lengua con fuerza para poder aguantar todas sus palabras.

— Además señorita Ivanov, la mentira avanza más rápido que la verdad —. Con la punta de sus dedos rozo su labio inferior provocandome

— ¿Así? ¿Y por qué piensa que todo esto es una mentira? —. Recargue mis codos en la mesa

— Su belleza es una mentira, su maldad es ingenua, y todo lo que me ha estado diciendo desde hace rato también es mentira —. Sus palabras me cayeron como un balde de agua fría

Torcí mi mandíbula molesta, por primera vez un hombre dañaba mi orgullo, volví a sonreír, retome cordura y quite mis codos de la mesa.

— ¿Entonces piensa que todo es mentira? ¿Y no le excita saber que usted también es una mentira? —. Su actitud relajada cambio drásticamente al escuchar mis palabras

— ¿De que habla señorita Ivanov? —. Su pregunta se vio interrumpida por él mesero

Dejo mi copa y la del italiano, no se fue sin antes hecharme de nuevo un vistazo.

— Las personas podemos cambiar lo que hacemos, pero jamás podremos cambiar lo que somos —. Con la punta de mis dedos delinie la copa

— ¿A qué se refiere Madeline? —. Alce la mirada al escuchar como me llamaba, odiaba mi nombre y él parecía percibirlo

— Solo hay una cosa que puede cegar aún hombre tan inteligente como usted —. Tome la copa entre mis manos y la dirigí a mi boca

— ¿Y que es? —. Su voz se escuchaba impaciente, por primera vez en todo el tiempo que había estado con él yo tenía el control

— El amor —. Bebí un poco de mi copa

Una sonrisa malévola se dibujo en sus labios al escuchar mi respuesta.

— Yo no creo en el amor, solo creo en la dominación, la humillación y la maldad ¿Que le hace creer que un hombre como yo sé enamoraría? —. Fruncío el ceño interrogativo

— El corazón se rompe por forzarlo con personas que no caben —. Explico, sus palabras me habían complacido, en algo él y yo éramos muy parecidos, ninguno de los dos creía en el amor...

— ¿Que pasa cuando el amor y la muerte se abrazan? ¿Se muere el amor? ¿O se enamora la muerte? —. Me levanté de mi asiento

— ¿A qué viene eso señorita Ivanov? —. Se levantó al igual que yo

— Conteste señor Russo —. Lo mire, sabía que era un juego de palabras en las cuál tenía que tener el control yo

— No lo sé —. Por primera vez pude ver confusión en sus ojos

— Tal vez la muerte moriría enamorada y el amor amaría hasta la muerte —. Lo mire

— Me gusta que trate de jugar con mi mente —. Sonrío mostrándome sus limpios y pulcros dientes

— Aunque eso es lo que ha estado haciendo en todo momento —. Sus palabras eran astutas, ahora entendía a André

Subestime demasiado al italiano y ahora era un juego de palabras y coqueteos incesantes entre los dos.

— Me tengo que ir —. Hablé cortando la plática

— Aún no ha respondido mi pregunta —. Me tomo con fuerza del antebrazo para que no pudiera alejarme

— ¿Cuál pregunta? —. Mire su agarre en mi antebrazo

— ¿El por qué cree que yo me enamoraría? —. Sentí como su agarre intensificaba a cada segundo que pasaba

— Se lo dejo de tarea —. Me zafe de su agarre como pude

El aire regreso a mis pulmones cuando por fin pude caminar, sentía su mirada pesada recorrer toda mi espalda, pero no me detuve en ningún momento.

LA DIABLA (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora