Capítulo 5. Peón retrasado

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REGALITO EXTRA!!!! Borrador del siguiente capítulo.

Aquí tenéis el borrador del capítulo 5 Peón retrasado, se debería haber publicado la semana que viene. Como os prometí si puedo adelantar la historia lo haré encantada!!

Durante unos días lo estaré corrigiendo. La semana que viene otro nuevo capítulo del que os adelanto el título:

Una mirada, un beso y... un error monumental

Gracias por leer!!! Y no os olvidéis de votar y comentar...

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Peón retrasado. En ajedrez el peón que es potencialmente débil porque no lo acompañan otros peones por detrás en columnas adyacentes. No hay peones que puedan defenderle.

Matt

Al llegar a casa guardo la moto en el garaje, no suelo hacerlo pero parece que va a llover y no quiero que se moje. Además, si dilato la entrada en casa mejor que mejor, cada día se me hace más cuesta arriba el simple hecho de entrar por la puerta.

Subo los escalones de dos saltos y entro en la cocina. Los restos del desayuno están tal y como los dejé esta mañana. Resoplo porque no me apetece nada tener que ocuparme de todo, pero es lo que hay.

Termino de fregar mi plato, la sartén y la taza y recojo un poco el resto de la cocina. Abro las ventanas del salón, huele a cerrado y los muebles están recubiertos de una fina capa de polvo, este fin de semana no me queda otro remedio que limpiar un poco si no quiero que...

—¡Quien anda ahí! —me interrumpe la voz de mi padre.

—Soy, yo, papá.

—Matt, ¿eres tú?

—¡Sí!

¿Quién iba a ser?

—¿Necesitas algo? —le pregunto.

Ya no obtengo respuesta. Como cada día.

Odio la sensación que me asalta, de repente me siento como si tuviera ocho años y me hubieran dejado solo en casa más tiempo de lo esperado. Al principio es divertido: tengo la casa para mí solo, haré palomitas, veré la tele hasta hartarme... ¡Libertad! Pero cuando llega la hora de la cena y la casa está silenciosa y solitaria, ya no resulta tan agradable. Entonces piensas en que tus padres llegarán antes o después y esa sola idea te reconforta. Basta con esperar.

Ahora ya no es así para mí porque tengo la certeza de que nadie va a volver.

Aparto esos pensamientos y me centro en lo inmediato: ducha y comida. Meto una lasaña congelada en el microondas y subo para ir al cuarto de baño sin pasar por mi cuarto. Abro el grifo de la ducha y espero. No me he duchado en el instituto tras la clase de educación física y es posible que huela un poco a humanidad. Acerco la nariz a mi axila y se me escapa un gruñido. Pues sí que huelo mal.

Odio ducharme en el instituto. Los vestuarios son un asco, todos están pendientes de todos sacando musculitos y luciendo depilado. Paso de esas tonterías y me da igual que me cataloguen como un guarro, de modo que me limito a secarme el sudor con una toalla y me cambio al terminar.

Me desnudo y dejo la ropa en el cesto de la ropa sucia. Tengo que hacer la colada pronto o me quedaré sin ropa que ponerme. Aparto la cortina y entro. Por fin. Me quedo unos minutos bajo el chorro de la ducha, con los brazos apoyados en la pared y la cabeza baja mientras el agua se desliza por mi espalda. Sentir el agua caliente caer sobre mí es de las pocas cosas que me reconfortan.

Los chicos malos también se enamoranWhere stories live. Discover now