𝟓

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En medio de aquel asfixiante silencio Venezuela intento no entrar en un ataque de pánico.

Pero era algo difícil, maldecía una y otra vez a ONU por meterle en ese problema.

¿No hubiera sido más fácil que el cumpliera con su misión sin darse a conocer, sin que nadie le reconociera?

Al parecer no.

Fue sacado del trance en el que se encerró al intentar bloquear todo sentimiento de ansiedad, logrando percibir unos pasos apresurados.

Solo rezaba para que solo sea su imaginación por lo irónico de la situación.

Obviamente, sus plegarias no fueron escuchadas.

— Togliti di mezzo! -. Un italiano de traje elegante se habría paso entre toda la multitud conmocionada, quedando así, en frente de la espalda del que el consideraba su hijo.

Venezuela solo trago grueso, sintiendo como en cada vena de sangre corría la adrenalina, de esa que te hacia desear que te arrancarán el corazón para dejar de sentir la y estar en paz.

— Piccola Venezia? -. Llamo, con la esperanza de que si fuera su adorado retoño.

El nombrado solo se giro lentamente, encarando al europeo. No dijo nada, no creía posible que su voz saliera sin quebrarse en el proceso.

El de habla italiana llevó ambas manos a su boca, cubriendo sus labios temblorosos; sus ojos denotaban lo sorprendido que se encontraba.

Y solo permanecieron así, mirándose fijamente por unos momentos... Hasta que Italia no lo soporto más y se acercó casi corriendo.

Venezuela... El, el espero muchas cosas, insultos, regaños... tal vez el abrazo que tanto añoraba. Pero, jamás espero sentir el puño del italiano chocar contra su mejilla, haciendo que diera cuatros pasos hacia atrás, casi cayendo de lo fuerte que este fue.

Luego de recomponerse miro incrédulo al más alto, quién lo miraba con un sentimiento que no supo descifrar.

¿Enojo? ¿Decepción? Tal vez...

— ¡Eres un maldito mal agradecido! -. Exclamó un tembloroso italiano, con el español más claro.

Otro golpe hizo que sintiera el sabor metalico de la sangre en su boca.

Esta vez llevo su mano instintivamente hacia el lugar afectado.

— ¡¿Cómo te atreviste?! -. Otro golpe.

Venezuela no se molesto en defenderse, nisiquiera se molesto en hablar. El creía que se lo merecía.

Vamos ONU, ¿no que nadie me iba a dañar? Por favor -. Pensó con sarcasmo.

En esta ocasión sintió unas manos en el cuello de su traje, ese que había sido perfectamente planchado por María.

— ¡Mírame a la cara cuándo te hablo, desgraciado! -. Exigió, lágrimas salían sin remedio.

Le importaba una mierda que lo vieran así, no soportaba todo lo que sentía en ese momento.

El país petrolero no se dio a desear e hizo lo pedido, alzó la mirada y volvió a conectarla con el mayor.

— ... ¿Cómo te atreviste? -. Sollozo, dándole pequeños golpes en el pecho.

Venezuela no respondió.

— Venecia... -. Pasó una de sus manos por su mejilla magullada, sintiendo el remordimiento llegarle de golpe.

Soltando otro sollozo se abalanzó hacia el más bajo, enrollandolo en un abrazo que transmitía lo que sentía. Lo abrazo fuerte, tan fuerte que creyó oír uno de sus huesos tronar, pero no le importo, sentía que si lo soltaba el se iría nuevamente, que lo dejaría dejaría otra vez.

El país caribeño sólo oía los leves suspiros del que lo abrazaba. Con algo de duda correspondió el abrazo.

Todo esto paso bajo la atenta mirada de todos, nadie se atrevió a interrupir ese reencuentro.

Nisiquiera los hermanos del Latino.

Ellos... ellos ya tendrían su momento.

...

Secret AgentWhere stories live. Discover now