Capítulo 28: Quite Contrary

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-¿Seguro que no quieres venir a la Madriguera?- preguntó Ron con el ceño fruncido entre las cejas.

Harry miró a su amigo pensativo y le dedicó una sonrisa triste. -No, ya sabes que Dumbledore prefiere que me quede en Hogwarts-. Además, es jodidamente difícil no sentirse incómodo después de haber estado bailando cuidadosamente alrededor del otro como si fuéramos prácticamente desconocidos durante las últimas semanas, pensó Harry con melancolía.

Al parecer, el día después del Baile de Yule, el día que había visto a Sirius, Ron pensó en darle otra oportunidad a su amistad con Harry. El chico pelirrojo se había acercado a él de forma vacilante, captando sus miradas de enfado hacia el Director. Qué estratégico es el chico con el ajedrez de magos, qué errático había lanzado su apresurada disculpa a un sorprendido Harry. Harry sólo había podido mirar fijamente a Ron, con la boca entreabierta cuando su amigo le dijo que había intentado sustituir a Harry por Seamus y Dean pero que había fracasado estrepitosamente. Le había dicho que lamentaba cómo habían transcurrido las últimas semanas y que esperaba que Hermione lo perdonara pronto para que todo volviera a la normalidad.

Como si eso fuera posible.

Harry, sin embargo, había sonreído amablemente al torpe muchacho e incluso había lanzado una disculpa a medias en la conversación, y luego había cerrado los brazos alrededor de Ron. Había sido un abrazo incómodo y la mirada de Ron diciéndole que se trataba de un abrazo de hermanos, y que mejor que no fuera nada más, hizo que Harry diera un rápido paso atrás.

A pesar de lo incómoda que había sido la primera conversación, había empezado a reavivar su amistad. Por eso Ron se encaró con Harry, mirando el desordenado escritorio donde Harry guardaba el diario de Merope Gaunt, junto con la caja aún descolorida por el derroche de sangre muggle.

-Sabes que Dumbledore aprobaría que te quedaras con mi madre y mi padre-, interrumpió Ron de sus cavilaciones. -Mi padre trabaja en el Ministerio, estarás tan seguro allí como en el castillo-.

Harry pasó el dedo por la tapa del diario y miró tranquilamente a Ron. -Prefiero quedarme en el castillo. Todavía tengo muchos deberes que hacer y...-

Ron ya estaba sacudiendo la cabeza y golpeando impacientemente con la uña el diario de Merope. El movimiento hizo que Harry viera apretar los dientes y lo mirara con cara seria. -Puedes pensar que no lo veo, pero te veo leyendo todas las noches con ese libro en tu regazo, no te quedas sólo para hacer los deberes. Seguro que tiene que ver con ese diario. Por qué estás tan interesado en una chica que vivió hace un siglo?-.

La barbilla de Harry se levantó desafiante, sus ojos fríos. -¿Lo has leído?-.

Ron se encogió de hombros. -No lo escondes, lo dejas por ahí habitualmente. Esa caja también, pero no se abre-.

-Es de mi propiedad, supuse que era lógico que no revisaras mis cosas sin permiso-.

-No había leído mucho, amigo. En cuanto vi que era una especie de Myrtle la que hablaba de su vida, dejé de leer-. Los ojos de Ron se abrieron de par en par. -No crees que la chica fuera Myrtle, ¿verdad? Dice algo sobre...- Ron bajó la voz de forma conspiratoria -¿Ya sabes quién?-.

Harry puso los ojos en blanco y agarró el libro posesivamente. -No, el libro no era de Myrtle y no, tampoco es sobre la vida de Voldemort-.

Ron levantó las manos disculpándose. -Lo siento amigo, tenía curiosidad. No volví a leer el libro después de eso. Pero, en serio, tendrás que limpiar tus cosas si no quieres que las tomen prestadas otros-.

Harry sintió que una ráfaga de ira le recorría el cuerpo, pero vio en el rostro de Ron que su intención era buena y bastante inocente. -No lo vuelvas a hacer-, dijo Harry en voz baja. -Que algo no esté cerrado no significa que debas conseguirlo-.

THE SNAKE AND THE EMERALD APPLE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora