Una prosa que viajó en el tiempo

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Un simple sueño me condujo a ella. Conocí su rostro, su cuerpo y el inmenso calor que emanaban sus abrazos. No oí su voz, solo la mía exclamando un te amo. Logré sentir a la locura apoderarse de mi coherencia y a los espíritus del bien reírse y a los del mal, bailar a nuestro alrededor. Capaz un segundo, la vida o la muerte. Mi corazón de piedra se encogió a tu lado. ¡Llovían zetas! Era todo tan lejano.
Solamente dos almas encontradas en un mundo equivocado, dos cuerpos errantes y solos. Amantes de la soledad, intentando sobrellevar el anhelo de tenerte entre los brazos y el poder de ambicionar con tu presencia, con tus lágrimas. Y el cristal de tu mirar iluminado yace entre los suelos, en pedazos tan pequeños como mi primer y único anhelo. Por allí está ella, sin rostro. Permanece hace tiempo en el mismo sitio y la angustia me consume. Su cabello, teñido al sol y peinado al viento. Sus ojos, maravillas impensadas en la tierra, como el agua cristalina que me ciega. Sus pupilas, mi refugio de ensueños. Cada noche recurro a ellas, para sobrellevar la mañana que desesperante espera.
Sus labios, sangre de mi sangre, ¡oh, sí!, corre por mis venas. La silueta de un ángel demoníaco y sus pechos… alimento del muerto que cuelga de mis manos, queriendo saltar hacia otro mundo y yo aquí, reteniendo mi milagro. Sus uñas, largas y embebidas en ácido, penetran en mi pecho, y yo las dejo. No siento el dolor, puesto que con ella han quedado mis recuerdos. Cascada de sangre, dulzura en mi boca. Ya lo tiene, es suyo, siempre lo ha sido, mi corazón en sus manos y su latir escucho.
Mi cuerpo destrozado cae al suelo y mi ángel sus alas abre y vuela. Pero antes de irse, sus labios junto a los míos, une. Siente mi sangre y su pecho se destruye. Adiós al vuelo, aquí yacemos tres almas que amando han muerto y entre la sangre se marchitó su sufrimiento.

Escrito en el año 2010,
cuando tenía 14 años.

LiberadaWhere stories live. Discover now