Capitulo 6

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No podía creer la manera en que Tatiana me había enfrentado, ¿Ella podía tener razón? Abril definitivamente marcó mi vida, aunque no sabía de qué manera. Era cierto, la veía y me volvía loco —nunca me había pasado eso—. Estaba en realidad desconcertado. Debía buscar la manera de salir de esta penumbra y poder hacer lo correcto.

«Kenneth, mírate. Pareces un adolescente, necesitas acercarte a ella. Necesitas hacerlo ya, antes de que otro te la quite». El ángel blanco al lado derecho de mi oído me ordenaba hacerlo. Él sabía lo que mi corazón callaba, y de lo cual no se atrevía a aceptar.

«Kenneth, no lo hagas. Tienes mujeres, sexo, y todo lo que no tendrás si te amarras a una sola mujer. Vamos, que todos desean tener esa vida». La voz en mi cabeza, el demonio que dictaminaba mi pasión. Se oponía a que hiciera algo por amor. Joder, estaba en una lucha interna. Necesitaba a Abril para que me diera la paz que ansiaba.

Decidí quedarme solo, no necesitaba estar con nadie. Suficiente demonios me atormentaban en ese momento, no quería agregar uno más. Abrí la nevera que estaba en una esquina, saqué varias cervezas y mucho maní. Me dispuse a ahogar mis problemas, y el sabor de la cebada era lo que justo necesitaba.

De algo estaba seguro, no podía concentrarme en nada ni nadie, solo la chica de mis sueños se mantenía como cimiento firme. Me arrepentí de haber venido, si tan solo no hubiera visto el dichoso correo, Abril solo sería una duda en el pasado, ya que, desde su imagen en la computadora hasta el día de hoy con sus hermosas curvas, no había podido quitar mis ojos sobre ella, mucho menos quitarla de mi mente y peor aún de mi corazón.

Si tan solo fuera la vida tan sencilla, como decir te amo o te necesito. Si tan solo las palabras perdón y olvido fueran de la mano. En este momento, no estaría con mi quinta cerveza, tratando de planear que hacer con mi vida. Tenía que tomar una decisión, pero ya no estaba a mis diecisiete años; si decidía luchar por ella, era porque quería una vida a su lado.

¿Por qué era un maldito cobarde? Ni siquiera encontraba el valor para salir y darle la cara, ¿y si ella estaba con Asa? Sería la peor forma de pagar el Karma, pero esa pregunta me hizo darme cuenta de que, aunque en realidad no sabía lo que quería con Abril, sí entendía que ella era solo para mí. No podría estar un maldito día viendo como otro juega con su piel, y no me iría sin luchar. No me rendiría,  porque debía ganar. El premio era un corazón que yo destrocé años atrás, pero que esta vez trataría de unir todas las piezas para que pudiera volver a ser feliz.

No salí por el resto del día, Bruno vino varias veces para confirmar si estaba bien y si estaba solo. No quería ser un entrometido, pero solo quería ayudar. Cuando miré el reloj la última vez iba a marcar a las cuatro de la tarde, recordé su última visita indicándome que de nuevo a las cinco estaríamos todos jugando cerca de la playa, no ambicionaba ir, la verdad quería consumirme en todas las bebidas que estaban dispuesta para mí; me importaba un comino el recargo por ellas, me daba igual si valían tres dólares o diez dólares. En realidad ni siquiera me interesaba nada más.

En un intento fallido por levantarme, un poco de líquido se derramó sobre mi camisa y estropeándola toda. Mi celular comenzó a sonar, y con dificultad me lancé a mi cama para poder responder a la llamada. Para mi sorpresa era mi padre.

Mierda, lo que me faltaba.

Sin intención de contestar, lo tiré de nuevo a la almohada y me recosté en ambos.

—Kenneth, ¿vas a ir? —Bruno preguntaba por la ventana sin entrar—. No sé qué te han hecho, viejo, pero debes parar. Eres el fantasma del amigo que tuve alguna vez. Lo ignoré, a veces las personas necesitaban estar solas para tomar una decisión. Esta vez era yo esa persona, y no era una decisión. Era el mapa de mi vida el que estaba en juego—. Viejo, si vas. Búscame, estaré con Paty.

Bufé por ver a Bruno tan entusiasmado por alguien más que no fuera él mismo, y no solo lo decía por su modo acosador de tratarme, sino por el pronto interés hacia Patricia. Me alegraba, en cierto modo, pero asimismo me indicaba que yo debía hacer lo mismo.

Unos minutos más, y luego escuché unos pasos; supuse que debió irse. Al ver ninguna sombra por la ventana, me senté sobre la cama. Quise volver a mis asuntos, pero de nuevo el celular sonó; esta vez le diría a mi padre que era tiempo que dejara de molestar. Estaba harto de su acoso, y de la vida perfecta que quería para mí.

Lo tomé sin verificar el nombre en la pantalla.

—¿Qué quieres?—respondí a secas.

—Pensé que vendrías, ¿cómo puedes hacerle esto a tu madre? Insensato, nunca piensas en uno. —Sí, ese era mi padre. Un doctor casado con una doctora, con hermanos doctores, padres doctores, abuelos doctores, en fin una familia de doctores. Todos con la misma esperanza, que yo su único hijo, oh si, también fuera doctor.

—Cambiaron planes, ¿mi madre está bien?— pregunté por la única persona que en realidad extrañaba.

—No te creo. No seas un hipócrita, no viniste porque sabes que tenemos razón y te avergüenzas de tus actos —exclamó con dureza. Sus palabras me hirieron como siempre. ¿Él acaso sabía que sus palabras en verdad me lastimaban?—. Pero estoy seguro que algún día necesitaras dinero y ahí si vendrás como un perro. Arrepentido.

Estaba molesto e indignado. Desde que me fui de sus dominio jamás le había pedido dinero, ni mucho menos un favor. ¿Cómo se atrevía a decirlo? Era su hijo. Con todo el respeto que pude generar en ese momento solté—: No te preocupes, padre. Este perro podrá molestar a cualquiera menos a ti —finalicé.

La rabia generada en mi hizo que colgara de inmediato sin permitir escuchar otra palabra de él, esta vez golpeé el celular contra la pared destruyendo la pantalla.

«Mierda, y más mierda. Ahora no tengo ni un puto celular»

Grité frustrado, un dolor en mi garganta y unas lágrimas  comenzaron a brotar. Lloraba el recuerdo de un padre amoroso, ahora juzgándome sin cesar. Queriendo que hiciera la vida que él tenía dictaminada para mí, aunque no era la que yo quería.

En este instante era una bomba de tiempo, la cual podría estallar en cualquier momento. La rabia y la impotencia se apoderaron de mis emociones. De nuevo, y como un mantra para mí la puerta de la habitación empezó a sonar. Puta. Bruno, no entendía que quería estar solo, era tan difícil comprender eso.

Juré que podría molerlo a golpes si no encontraba una buena excusa para interferir mi soledad.

—Que no entiendes qué es querer estar solo —gruñí, pero mi expresión cambió al ver que no era mi amigo el que estaba frente a mí, sino ella. Abril en un pequeño vestido floreado que apenas cubría sus pechos, estaba justo delante de mis ojos—. ¡Carajo! —exclamé. No era la persona que justamente anhelaba tener en este momento.

Su mirada perdida, viendo como mis ojos estaban cristalizados. Sentí su incomodidad, pero ¿qué estaba haciendo? Al igual que ella me quedé mudo. Esperaba que ella diera el primer paso, pues ella era la que se encontraba en el umbral de mi habitación. Carraspeó un poco y por fin habló—: Lo siento... Perdón. Paty, me dijo que iba estar aquí y yo...

—¿Y tú qué?— la interrumpí, de nuevo estaba tratándola mal, pero no quería que me viera en este estado, no quería que descubriera lo marica que era a veces.

—Es mejor que me vaya —soltó tragando con fuerza. Ella trató de ver para dentro, pero interferí su vista mientras miraba al piso.

Con aun más dolor que antes, y con más odio hacia mi padre le ordené incluso sabiendo que con esto tendría para no poder buscarla nunca jamás—: Sí, vete. ¿No ves que sigo ocupado?

Dicho esto cerré la puerta en sus narices. Un sollozó mezclado con un gemido se escuchó por el otro lado de la puerta, quería salir y tal vez abrazarla; pero no ahorita, no con este nudo en la garganta que se manifestaba. Posé mi mano sobre la madera, esperando que ella entendiera algo, aunque sabía que no iba a ser así.

«La cague» 

Sueños de Juventud (SDI #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora