Prólogo

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Normalmente los días para Jimin eran calmados. Por la mañana salía a trotar cerca de su residencia, más tarde iba a la universidad, luego volvía a su casa y realizaba sus deberes antes de que se le acumularan, y por la noche saldría a pasear o simplemente se quedaba en su habitación leyendo algún libro o viendo alguna película. Una rutina estable y sencilla.

Vivía en una enorme casa de dos pisos con sus padres y una mascota. Estudiaba no muy lejos de donde vivía y las amistades que tenía eran contadas. Jimin era un joven con dinero en su cuenta bancaria que ni siquiera él mismo ganaba, también era un joven anticuado con padres trabajadores y más anticuados aún. Tenía un hermano mayor que vivía alejado con su esposa e hijo, también una hermana que tenía dos hijas y estaba de luna de miel con su segundo esposo y, en efecto, él era el menor de todos. Tenía poca familia exterior, su madre era hija única y su padre tenía familia en otro país, así que prácticamente eran solo ellos en Corea.

No sé quejaba, tenía una buena vida.

Aunque, como toda persona, buscaba arruinarsela queriendo cosas que realmente no necesitaba; como un trabajo a medio tiempo en un local de comida rápida dónde mayormente iban personas apuradas o jóvenes queriendo ingerir chatarra.

Sus padres estuvieron renuentes a dejarle ser un poco más independiente. Porque en realidad no necesitaba el dinero, él solo quería hacer un poco más con su vida.

Como todo trabajo, tenía sus altas y sus bajas; los clientes de noche eran poco respetuosos, los jóvenes querían estar haciendo de las suyas y la clientela en general no era agradable para su gusto.

Y con razón, Jimin era alguien de estatus con las mejores comodidades y rodeado de personas tan honrables y adineradas como su familia.

Aún así, para él, era mejor que no hacer nada así que sin importar las dudas o los malos tratos de los demás siguió en lo suyo ganando dinero extra. Así siguió por un año completo, con una rutina marcada y sin ningún contratiempo. Hasta que un día las cosas cambiaron un poco. Su turno pasó a ser de madrugada, por lo que no pudo seguir trabajando e intento buscar algún otro pero ninguno pudo adaptarse a su horario en la universidad.

Sus padres le aconsejaron que lo mejor era que dejara de trabajar y simplemente se pusiera a estudiar. Y así fué.

Después de eso empezaron los problemas; las miradas a sus espaldas, las notas y los admiradores. Empezó su paranoia, y empezó a darse cuenta de muchas cosas, sobre todo cuando fue demasiado tarde para hacérselo saber a sus padres.

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Helsinki-Kookmin©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora