III

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Abrió los ojos y por un instante olvidó dónde se encontraba ya que no hubo un gallo cantando, entonces extendió un brazo hacia la cajonera junto a la cama y palpó hasta sentir sus anteojos

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Abrió los ojos y por un instante olvidó dónde se encontraba ya que no hubo un gallo cantando, entonces extendió un brazo hacia la cajonera junto a la cama y palpó hasta sentir sus anteojos. Chandler suspiró aliviado al reconocer el departamento.

Sí, realmente había abandonado la granja.

Sin embargo, se sentía apaleado, la noche no resultó suficiente para descansar. «Quizás la mudanza fue más pesada de lo que creí», pensó y parsimonioso se dirigió a la cocina a preparar café. Encendió la radio y se lamentó con la noticia de un sismo en una isla del Pacífico, aunque no prestó mayor atención.

Mientras esperaba el hervor del agua, estiró el cuello y se dirigió al baño a orinar. Adormecido, fue a lavarse las manos y en cuanto se vio al espejo gritó espantado:

—¡Pero qué mierda!

Pestañas postizas aún decoraban sus ojos, restos de maquillaje le quedaban en el rostro. Comenzó a lavarse con desespero, pensando una y otra vez en cómo había llegado eso hasta allí. ¿Acaso era sonámbulo? Cuando al fin acabó de limpiarse, salió del baño y pudo notar botellas de licor amontonadas junto a la cajonera, pero más llamó su atención la ropa tirada alrededor de la cama.

—¿De dónde salió esto? —preguntó en voz baja al recoger la camisa negra, pantalón rojo y… ¿camisa oscura con plumas?

Entonces palideció al notar en su cama un bulto removerse.

Había una persona allí.

Comenzó a hiperventilarse, ¿cómo llegó alguien a su cama? ¿Acaso el casero había rentado el piso a otra persona y, esta, solo decidió meterse? ¿Qué rayos estaba ocurriendo?

—Vaya, esa ventana no es de mucha ayuda, ¿qué hora es, Chan?

Chandler tembló, aquella persona de suave voz le conocía, pero él no tenía idea alguna sobre quién era esa bella chica que asomaba el rostro desde debajo de las sábanas.

—Chan, ¿te ocurre algo? —la joven lucía preocupada.

—Eres un sueño.

La chica sonrió, halagada y acabó de salir desde las sábanas; Chandler abrió la boca, sorprendido, no era solo un rostro bonito. Aunque de pecho casi plano, tenía una hermosa figura; cintura fina, caderas anchas, piernas torneadas y unos suaves labios que, pese a la confusión, encendieron todo dentro de él cuando se posaron sobre los suyos.

—Buenos días, Chan —susurró al despegarse.

Chandler quedó hipnotizado ante el trasero redondo que se dejaba ver a través del babydoll semi transparente mientras se dirigía al baño.

—¡Qué mujer!

«Ni que lo digas», contestó Charlotte entre bostezos.

La burbuja se rompió cuando escuchó el sonido que del baño provenía, Chandler corrió y sin pensarlo mucho, abrió la puerta, esperando no encontrarse la imagen que pensó, pero fue justo lo que vio.

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