Veo En Ti La Luz

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Lucía consiguió marcar una cita con la ginecóloga, había ido a hablar con ella, la médica explicó que sí, que había posibilidades de que se quedara embarazada de forma natural, pero que tendría que someterse a un tratamiento y pero, ni todo el mundo tiene la suerte de quedarse embarazada a los 60 años. Lucía estaba dispuesta a hacer realidad su sueño de ser madre de otro hijo de Joaquín. Ella sabía que Joaquín siempre había soñado con tener dos hijos. Ella no le había dicho del tratamiento, sólo se lo diría cuando se quedara embarazada, ni Joaquín ni Rocío
se enterara del tratamiento, no quería que ellos crean falsas esperanza y que el tratamiento no funcionara.

Los medicamentos que tomaría durante el tratamiento estarían escondidos, no se dejaría en ningún sitio que las otras dos personas que vivían en la casa pudieron encontrar. Sabía que me estaba mal ocultar el tratamiento, pero no dejaría a más gente con la expectativa de un posible el embarazo. Sólo pensaba en positivo, la idea de volver a ser madre se hacía revolotear mariposas por el estómago, lucharía por la tan esperada prueba positiva.


Mayo, 2021


La mañana de aquel 23 de mayo fue diferente para Joaquín, después de veinte y un años, estaba de pie en la cocina montando una bandeja de desayuno para la mujer de su vida. Desde su separación
nunca había dejado de despertar a Lucía con una llamada telefónica a primera hora de la mañana para felicitarla, después de años, Lucía se había acostumbrado y no se despertaba enfadada por haber interrumpido su sueño.

La mirada atenta de Rocío estaba puesta en los movimientos de su padre, en la bandeja había frutas, tostadas, café y zumo. Su madre seguramente se sorprendería, Pablo nunca había hecho nada parecido, lo que enfadó a su madre, quizá porque estaba acostumbrada a los mimos que recibía de su padre.

Rocío sonrió a su padre tras ver la bandeja preparada, recogiendo el ramo de girasoles que había comprado, en cada cumpleaños de su madre, la niña compraba un ramo de girasoles. Esas flores representaban su
madre, ella transmitía felicidad, energía, positividad, suerte y adoración por la vida. Le encantaba la vida de su madre y sobre todo que la gran Lucía Galán fuera su madre, era un honor tenerla como madre,
era la mujer más fuerte que conocía, llena de fuerza, luchaba por lo que quería y protegía a todos los que amaba y defendía con uñas y dientes.

Abre la puerta de la habitación y deja que su padre pase. Joaquín coloca la bandeja sobre la cama y se pasa la mano por el pelo rubio en una caricia tranquila, Lucía se mueve dando señales de que se estaba despertando.

Cuando la mujer abre los ojos, encuentra a sus dos mejores personas. Hacía años que no la despertaban con el desayuno en la cama y, sobre todo, en su cumpleaños.

- ¡Buenos días! - Se rascó los ojos, estirándose.

- ¡Buenos días, muñeca! ¡Feliz cumpleaños, amor de mi vida! - Joaquín sonrió, acercándose a ella y dando un pico.

- ¡Buenos días, mamá! - Rocío besó la frente de su madre. - Feliz cumpleaños, eres mi mejor persona, la mejor parte de mí, la que me completa. Eres todo lo que esperaba, cada día te superas como ser humano, madre y mujer, cada día me sorprendes más por tu fuerza. Tengo mucho orgullo de ser su hija. - Rocío abrazó a su madre.

- ¡Tú eres mi vida! - dijo Lucía con voz llorosa. - Gracias por estar todos los días.

- Mamá, como cada año siempre te regalo un ramo de girasoles, este año no iba a ser diferente. - Rocío le entregó las flores a su madre. - Nunca te dije por qué siempre compro girasoles, y hoy te lo voy a contar. Eres como ellos, emanan felicidad, positividad, energía y suerte.
Eres la felicidad de mi vida, la positividad de mis días, mi energía para seguir adelante y mi suerte de todos los días, ¡te amo! - Rocío cayó en los brazos de su madre.

Hay Que Estar En Mi LugarWhere stories live. Discover now