-Lᴏs ғᴀɴᴛᴀsᴍᴀs sᴏɴ ᴛʀᴀɴsᴘᴀʀᴇɴᴛᴇs

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A la hora del desayuno Harry estaba impaciente

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A la hora del desayuno Harry estaba impaciente. Tenía una hora libre antes de Defensa Contra las Artes Oscuras y pensaba dedicarla a entrar en la Sala de los Menesteres. Sin embargo, Ginny y Hermione no mostraban ningún interés en sus planes, que él le estaba detallando en voz baja; eso lo fastidió porque contaba con que sus amigas lo ayudarían.

—Escúchenme —intentó hacerlas entrar en razón. Se inclinó y puso una mano encima de El Profeta, que Hermione acababa de desatarle a una lechuza del correo, para impedir que lo abriera y se parapetara detrás del periódico, —No me he olvidado de Slughorn, pero aún no sé cómo sonsacarle ese recuerdo y hasta que se me ocurra alguna idea genial ¿Qué mal hay en averiguar qué se trae entre manos Malfoy?

—Ya te lo hemos dicho: tienes que centrarte en Slughorn.—replicó Hermione, —No se trata de engañarlo ni de hechizarlo, porque eso lo habría hecho Dumbledore en un periquete.

—En lugar de perder el tiempo paseándote por delante de la Sala de los Menesteres deberías ir a verlo y empezar a apelar a su bondad.—terminó Ginny, y tiró de El Profeta para sacarlo de debajo de la mano de Harry, lo desdobló y echó un vistazo con su mejor amiga a la primera página.

—¿Mencionan a alguien que...?—preguntó Ron

—¡Sí!—exclamó Hermione, provocando que ambos amigos se atragantaran con el desayuno, —Pero tranquilos, no está muerto. ¡Es Mundungus; lo han detenido y enviado a Azkaban! Aquí dice que se hizo pasar por un inferius durante un intento de robo...y ha desaparecido un tal Octavius Pepper...¡Oh, qué espanto, también han detenido a un niño de nueve años por haber intentado asesinar a sus abuelos! Creen que estaba bajo la maldición imperius...

Terminaron de desayunar en silencio y después se marcharon en diferentes direcciones: Ginny y Hermione a la clase de Runas Antiguas; Ron a la sala común, donde todavía tenía que acabar las conclusiones de la redacción sobre los dementores; y Harry al pasillo del séptimo piso y, en concreto, al tramo de pared que había enfrente del tapiz de Barnabás el Chiflado enseñando ballet a unos trols.

—Llegas tarde otra vez, Potter.—dijo Snape con frialdad al verlo entrar en el aula iluminada con velas, —Diez puntos menos para Gryffindor.

Harry lo miró con ceño y se dejó caer en el asiento junto a Ron; la mitad de la clase todavía estaba de pie sacando los libros y organizando sus cosas, así que no podía haber llegado mucho más tarde que los demás.

—Antes de empezar me entregarán sus redacciones sobre los dementores.—dijo Snape. Agitó su varita con un ademán indolente y veintiséis rollos de pergamino se elevaron, cruzaron el aula y aterrizaron en un pulcro montón sobre su mesa, —Espero por su bien que sean mejores que las sandeces que leí sobre como resistirse a la maldición imperius. Y ahora, abran los libros por la página...¿Qué pasa, señor Finnigan?

⁵𝙶𝚒𝚗𝚗𝚢 𝚢 𝚎𝚕 𝚙𝚛𝚒𝚗𝚌𝚒𝚙𝚎 𝚖𝚎𝚜𝚝𝚒𝚣𝚘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora