Los castrati

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Oír el desconsolado llanto de su madre desesperada al haber perdido a su hijo en la sala de espera del hospital no era nada reconfortante para Jimin, el cual temblaba en los brazos de su hermana mayor, la cual acariciaba con una mano su cabello e intentaba consolarlo, diciendolo que nada de lo que había sucedido fue su culpa.

Definitivamente todo era su culpa.

Podría haber aguantado un par de quemaduras en su piel, porque no era nada a comparado a un ataque al corazón. No hubiese pasado de un castigo, porque su padre jamás podría herirlo a gravedad


...aunque, luego de los acontecimientos, no sabia con exactitud.

Ambos hermanos observaron la puerta del frente en cuanto ésta se abrió, con su madre saliendo y dedicándoles una débil sonrisa. Jimin no sabía si aquello era bueno o malo. Nara se acercó a sus hijos, tomando el asiento a un lado de Suni y observándolos por un momento.

----Niños, no lloren. Su papá está bien, se va a recuperar.---Besó la frente de ambos. ----Tiene que rezar y Dios va a arreglarlo todo. Estará en observación esta noche, y se va a recuperar poco a poco. No debe llevarse disgustos y debe de comer saludable. Lo cuidaremos entre los tres, tranquilos.

A pesar de la sonrisa de su madre y el profundo suspiro saliendo de los labios de Suni, Jimin temblaba sin parar, y estaba más pálido de lo normal. Estaba descompuesto, mareado, disgustado...

---Suni, cielo. Lleva a Jimin a la cafeteria.---Dijo a la vez que tomaba dinero y se lo deba a la mayor de los hermanos. --Cómprale un chocolate caliente y una dona.
Cómprate algo tú también, es una noche muy fría. Me quedaré aquí, asegurate que tu hermano esté bien, ¿De acuerdo?

------De acuerdo.

Suni asintió y ayudo a su hermano a ponerse de pie,  caminando fuera de la sala de espera. Recorrieron el hospital hasta  finalmente llegar a la cafetería, la cual esta estaba casi vacía a excepción de unos ancianos en unos asientos, bebiendo tazas de café y charlando en voz baja. Suni dejó a su hermano en un asiento y acarició su cabello.

---No me tardo, quédate aquí.---Le dije antes de ir a pedir comida.

Jimin se encogió de hombros en su sitio, sintiéndose más pequeño mientras intentaba denar de temblar. Moría de frio, moría de miedo...

...Moría de ganas de continuar en los brazos de Jungkook. No se sentía a salvo, estaba desprotegido, y tan nervioso que apenas lo veía de reojo.

Era su culpa. Su padre había tenido un ataque al corazón, y no podrían verse mutuamente a la cara. Su familia sospecharía de él, se preguntarían quién es "Jungkook" y lo acusaría, para luego matarlo a golpes.

 Su alma iba a ser arrebatada de la peor manera posible, e incluso sabiendo que acabaría en el infierno, nunca dejó de sentir las ganas de ser envuelto por los brazos de Diablo.

Lo quería tanto, necesitaba aquello, y más.

Necesitaba...

Las tazas siendo apoyadas bruscamente sobre la mesa lo sobresaltaron, interrumpiendo sus pensamientos y acurrucándose más contra su asiento. Su hermana se sentó frente a él y dejo el plato con donas y chocolate en el medio.

---Come, Jimin.---- Le ordenó.

No iba a negarlo, tenía hambre, pero sentía que podría vomitar en cualquier momento. La culpa no se iba de su mene y, aparentemente, tampoco de su estomago.

Intentando dejar de pensar, respiró profundamente antes de sentarse derecho y tomar una dona, dando un mordisco y masticado lentamente. Su hermana suspiró y bebió de su café con crema, relamiendo sus labios.

Dancing with the Devil •Kookmin•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora