III

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Nada pasaba desapercibido para el más alto, el chico lucía tan tierno que no pudo evitar acariciarle.

— disfrútalo —dijo suave mientras acariciaba lento su cabeza.

Gorou casi se atraganta con el último dulce del dango, quedó estático, su rostro rojo, su pulso a mil, simplemente no supo cómo reaccionar, si gritaba llamarían la atención, si le insultaba por atreverse a hacer aquello podría lastimar los sentimientos del Oni que tan amable estaba siendo con él... ¿Qué debía hacer? Se sentía bien, las caricias en su cabeza y orejas se sentían realmente bien, si él continuaba haciéndolo las piernas del general empezarían a temblar.

— ¡t- tú...!

El pequeño tomó el brazo con el que Arataki le estaba acariciando, éste se sorprendió de lo fuerte del agarre, pero se dejó guiar cuando el general comenzó a caminar, a simple vista parecía que aquel Oni escarlata estaba siendo encaminado hasta la comisión. Por ende la gente no tomó mucha importancia, ya conocían a Itto, aunque siempre terminaba en problemas, nunca era por algo realmente grave.

Entrando al bosque, las luces de aquel lugar iluminaron a ambos, por extraño que fuera, Itto se mantuvo en silencio, no entendía que ocurría, y sintió algo de miedo al ver al general serio ¿Quizás el dango estaba mal? Por más que pensó de camino hasta el lugar donde Gorou lo llevaba, no consiguió atar cavos.

— ¿Cómo se te ocurre...? —comenzó el chico— ¿Sa- sabes lo que se siente éso?

— O- oye, si los dangos estaban malos puedo ir a quejarme con el vendedor, pero te juro que los pagué y que...

— ¿Dangos?

El más pequeño miraba enojado al Oni, sin embargo no soltaba su brazo aún.

— ¡Puedo ir a quejarme! Quizás me dió alguno viejo, debí pensarlo cuando el precio me pareció tan baj... ¿Huh?

Gorou seguía enojado pero tomó el brazo del mayor y lo guió hasta su cabeza, aún que incómodo, era algo que ese estúpido Oni inició, ahora debía terminarlo.

— t- tú antes dijiste que no te parecía horrible hacer ésto, y- y ahora lo hiciste sin mi permiso. No soy un perro, puedo hablar. Así que, hazlo —sentenció el general, tratando en todo momento de ser serio y no flaquear ante la vergüenza

Frente la oscuridad que creaban los árboles, el brillo azul de la flora del bosque iluminando el rostro de Gorou, se veía rojo, nervioso. Aunque su rostro tenía una clara mueca de enojo, su cola se movía de un lado a otro feliz. Itto sentía una presión rara en el pecho, esa presión que aparece cuando mantienes un grito, cuando lo haces interno, pero quisieras gritar ante una imagen de algo extremadamente lindo.

— ¡Hazlo, tú ya lo iniciaste! —gritó el general firme

— ¡Hahaha!

La risa fuerte consternó al general, pero se dejó hacer cuando el Oni comenzó a acariciar y rascar sus orejas. Las manos de aquel ogro rojo eran grandes, solo una mano cubría completamente su cabeza, de algún modo eso solo emocionaba al híbrido canino.

— ¡me tomaste por sorpresa! Si solo querías eso tenías que pedirlo, hahah

Gorou no podía pedir eso a cualquiera, podría ofender a los demás, o pensarían que es raro, muchas personas le mencionaron alguna vez que ese contacto era muy íntimo, pero él no comprendía aquello. No lo veía de ese modo, sin embargo... No podía mostrarse así de débil frente a los demás. El sabía bien que aquellas caricias podían llevarlo a tirarse al suelo por tener calambres en las piernas o incluso, si se emocionaba mucho, le daban ganas de orinar. Aún con todo aquello Gorou no creía que ese contacto fuera íntimo, solo... Era humillante porque su cuerpo era muy sensible.

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