Sexto Acto: Cruzando aguas misteriosas. Parte 2

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Solemne era el destello luminiscente de aquel bermellón impacientemente impulsado por el deseo que tanto lo había movido hasta el presente. Palpitante la fragua de su pecho se encontraba, lista para aclimatar cálida y plácidamente hasta el más recóndito recoveco de su corporación. Con ansias, el pokémon remarcado por el tiempo en sus extremidades cuyas hendiduras discordaban con su periodo de existencia, se acercó hacia la fotónica intensidad que traspasaba la exuberante vegetación en la región.

—Eso es...—Musitando un poco, el Zangoose externaba su inquietud tragando algo de saliva.

—Vamos, ya casi amanece —La figura verduzca que los guiaba emprendió una encrucijada entre la arboleda.

—¡Ya me estoy hartando de que nos abandone tan seguido! —La Lopunny refunfuñó jalando sus orejas hacia los costados.

—Dijo algo sobre navegar, no será que esté hablando de...

—¿El océano?

—Probablemente, en el evangelio lo mencionan como si fuera un lago sin fin, pero ese libro no dice más que mentiras... —Zander dejó salir un chasquido de disgusto— aun así, ¡ya quiero verlo con mis propios ojos!

Ahora con una sonrisa, el gato hurón se dedicó a saltar entre las copas de los árboles hasta llegar a la base de una enorme montaña, que había permanecido oculta por la oscuridad de la noche. El destello que había atravesado el follaje ahora se encontraba justo en la cima de aquel accidente geográfico. El astro rey comunicaba el inicio de un nuevo día. A medida que se acercaban al piedemonte, la vegetación iba mermando, y cuando la luz diurna superó la sombra de la montaña, fue que pudieron apreciar a Carlos esperándolos en la entrada de un túnel.

¡Hay que cruzar, andando! —El viejo los guio a través del túnel de roca— detrás de esta montaña se encuentra la ciudad portuaria de Nueva Reshiram.

—¡¿Eh?! Entonces las ruinas de ayer–

—Eran un escudo para que no llegaran hasta acá...

—Increíble —La atención de Zander se centró en unos bulbos sobre el techo de la caverna—, son como los del distrito central de Zekrom, ¿también funcionan con electricidad?

Dando el último paso antes de salir de aquel gélido pasadizo, tanto la luz del sol como la realidad impactaron en la cara de Zangoose. Estaba anonadado por lo que se encontraba frente a sus ojos. Una bahía en forma de media luna, escalonada desde la costa hasta la meseta de la que habían salido, se encontraba tapizada de un sinfín de edificaciones. La gran mayoría de las construcciones eran de madera, pero se podían apreciar otras más altas fabricadas en piedra, con chimeneas humeantes, rodeadas de lustrosas avenidas y calles adoquinadas y delimitadas por faroles de hierro en sus esquinas, hasta llegar a la costa repleta de barcos que se perdían en el horizonte. El bullicio de todos los pokémon caminando en las aceras, las carretas tiradas por otros pokémon, así como numerosos a coches a vapor, culminaban en un sonido perenne y armonioso que retumbaba en el corazón del soñador de pelaje blanquecino. Era con creces superior a la región central de Zekrom, no parecía haber una pizca de pobreza, y si la había, debía ser mínima. Sin dudarlo, salió disparado hacia la primera calle que encontró. Él quería verlo todo, escucharlo todo, sentirlo todo, hasta que un Pangoro lo detuvo en seco con su panza.

—Oii, Oii —El gran oso olfateó a Zander y mordió con fuerza el trozo de bambú entre sus dientes —no eres de por aquí, hueles como un... ¡ZEKROMITA! —Sin darle tiempo para reaccionar, el panda arremetió contra Zander tirando un fuerte puñetazo, que fue detenido en seco por la delgada palma derecha de Carlos.

—Basta Kuma, ¿así tratarás a mi alumno?

—¿Eh? —El oso abrió los ojos para apreciar mejor— ¿Carlos? —Se agachó para recoger su rama de bambú, sacudió la tierra de su rodilla, acomodó su sombrero de paja y abotonó su camisa de algodón— Qué milagro verte por aquí, te recordaba con menos cicatrices...

Pokémon: La odisea del creyenteWhere stories live. Discover now