𝗩𝗜𝗜. 𝗘𝗟 𝗖𝗢𝗥𝗔𝗭Ó𝗡 𝗤𝗨𝗘 𝗗𝗘𝗝Ó 𝗗𝗘 𝗟𝗔𝗧𝗜𝗥

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HACE MUCHO TIEMPO EN UNA GALAXIA MUY, MUY LEJANA...

El destino se había cumplido. No debía ser adivina para reconocer clandestinos vínculos adueñándose del navío. La niña, Rey, había hecho caso omiso a todo buen sentido; hablaba con él, pretendiendo que encantadores palabras serían suficientes para regresarlo con su angustiada madre. Ren, sin embargo, exponía todo su dolor y sufrimiento; lloraba, gritaba mientras hablaban. Se amaban. Se querían. Estaban conectados para ser eternos, fuese ya en cualquier bando, destinados a permanecer juntos eternamente.

Adhara reprimió todo insensato sentimiento. Su marido, el general Hux, liberaba incontables tropas para tomar entero control de la galaxia. No estaba ignorándola, pero tampoco buscándola. Ella, en su reflexión, comprendió que era lo mejor para ambos; carecía de fuerzas para confesarle aquella infidelidad. Jane, la anciana mucama, pasó días acompañándola y emitiendo chismes. Fue esa inocente mujer quien afirmó haber oído a Kylo Ren hablando solo muchas veces.

— No creo que se volviera loco —afirmó Jane—, tal vez tiene que ver con hechicería y esas cosas extrañas. Es una locura, en realidad; pero habla solo por varios minutos seguidos. Discute con una chica.

Francamente, estuvo dispuesta a superarlo.

Luego sintió esa conocida presencia. Fue, sin duda alguna, como una golpiza impactando contra su corazón, y tuvo que apoyarse en las blanquecinas paredes para hiperventilar. Los stormtroopers quedaron impresionados, aunque no supieron cómo reaccionar. Tenía los ojos cristalizados, los labios estremeciéndose; levantó una barrera con intenciones de resguardar esos recónditos e insensatos pensamientos. Obviamente, nada había que reclamar, nada sería dicho.

— Señora —habló un atemorizado stormtrooper—, debe reportarse con el general Hux inmediatamente. La escoltaremos sin problemas.

— Retírense. Puedo escoltarme yo sola.

Ninguno se marchó, manifestando que no recibían sus órdenes. Los stormtroopers pronto estuvieron escoltándola al enorme hangar preparado para la guerra. Había docenas de cazas aguardando por despegar, algunos stormtroopers permanecían en posición de desfile. Entonces, admiró a la capitán Phasma conduciendo algunos prisioneros ante el general Hux. Él ni siquiera había volteado para mirarla.

Notó de inmediato que Hux estaba furioso; parecía demente, irracional y fuera de sí. Quedó impresionada cuando, de manera impulsiva, golpeó a FN-2187 hasta bosquejar una victoriosa y sarcástica sonrisa. Todos debían pensar que perdió todo sentido, y evidente razón, rebajándose a semejantes acciones nada elegantes.

Finn se protegió esperando un ataque adicional, pero el general Hux se había contentado con ese gesto.

— Bien hecho, capitán Phasma. —escupió—. No puedo decir que apruebo los métodos, pero no puedo discutir los resultados.

Después, los prisioneros fueron escoltados fuera del hangar. Hux finalmente volvió la cabeza, dispuesto a observarla; todavía poseía los ojos cristalizados y no expresaba ninguna determinación. No preguntó qué le pasaba, porque bien conocía la respuesta. En seguida, un comandante de la Primera Orden marchó hasta ambos.

— General Hux —informó—, treinta transportes de la Resistencia ya despegaron del crucero.

El general regresó su atención al comandante.

— ¿Las armas están listas? —preguntó.

— Listas y en espera, señor.

— ¡Fuego! —gritó Hux.

Adhara entendió que, de nuevo, nada podía hacer. Permaneció enmudecida flaqueando al general, perdiéndose en sus más profundos pensamientos; en las naves enemigas, distinguía incontables vidas anhelando sobrevivir. Sintió la incomparable esencia de Leia Organa. Reflexionó algunos segundos; de atacarlos a todos, acabaría también muerta. Por mucha protección que tuviese debido al matrimonio con Hux, ninguno de esos oficiales le perdonaría tan fácilmente una traición.

WILDFORCE | Kylo RenOnde histórias criam vida. Descubra agora