Capítulo II: Humanidad

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Un tiempo había pasado, no sabía diferenciar si fueron minutos u horas debido a mi impaciencia, pero fue un tiempo necesario para mi. Acababa de escaparme de mi isla, una isla en la que viví la mayoría de experiencias que recuerdo, con una persona que había conocido hace unos dos días y otras tres que había conocido momentos antes de partir. Por mucha confianza que inspire Azura, y por muy tierna que me parezca, nada de eso me calmaba frente al hecho de que me había escapado con una desconocida.

Sin embargo, ese sentimiento se esfumó en aquellos minutos que pasé encerrada en la canoa, con ella remando ya que se ofreció debido a su evidente fuerza. Luego de una charla tan simple como lo podía ser lo que sentíamos en el momento o de lo sorprendentemente fácil que se le estaba haciendo remar, logré relajarme nuevamente. Estaba muy acostumbrada a personas que me trataban bien por conveniencia, claramente las viejas no me iban a hablar por gusto, pero ella... Ella tenía esa pureza, esa pureza de nunca haber estado entre un conjunto de humanos llenos de problemas y hambre de más, que hacía que me calme. No importaba si del otro lado del río nos encontrábamos con la famosa ciudad enorme de la que tanto hablaban el resto de personas del circo, o si nos encontrábamos otro conjunto chico de personas. Mínimo empezaría devuelta, y si era necesario, arrastraría a ese rayito de luz que de milagros me dejaron ver.

A todo esto, Azura ni cuenta se dió de todo lo que había pensado en ese tiempo, y lo noté porque ni bien terminó de hablar del tema que veníamos hablando, comenzó a imaginar lo que veríamos al otro lado, dejando escapar su emoción en sus palabras. Esa chica era más habladora de lo que yo estaba acostumbrada, pero no me importaba. Hacía que el tiempo pase más rápido de lo que había pasado en toda mi vida. Muchos cambios estaban por venir, y repentinamente, me agradaba la idea de esa compañía ansiosa y curiosa a mi lado.

 Muchos cambios estaban por venir, y repentinamente, me agradaba la idea de esa compañía ansiosa y curiosa a mi lado

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—¡¡¡La playa!!!

No necesitamos mucho tiempo más para llegar, y todos teníamos el mismo sentimiento. Desesperación, ansiedad, y ganas de más. Habíamos salido al mediodía, y el sol estaba ya en un poco más de la mitad del cielo, si no me equivocaba deberían ser como las cuatro de la tarde. A esa hora en ese momento, divisamos una playa con un muelle, algunos barcos pesqueros y pescadores en lo que parecía una playa para gente anciana.

Ver a cinco personas saliendo de canoas les pareció bastante raro, y en su momento no entendí qué tanto de raro teníamos, pero más tarde lo sabría. Cuando finalmente, me introduzca en la sociedad. O algo así.

Mientras, nosotros andábamos todos emocionados, corriendo fuera de la playa con mi mochila como la única pertenencia de todos. Mientras salíamos de lo que era ese lugar, empezando a caminar para poder hablar, fuimos presentándonos entre todos, cosa que me sirvió para asumir un poco mejor sus personalidades. El primero en presentarse fue Cary, el híbrido de zorro, el cual parecía una persona animada con un aire pícaro, el cual tenía la única diferencia a los humanos su pelo rojo carmesí y sus orejas ocultas por el mismo, el cual parecía una melena de frizz. Marcos, el chico serpiente, fue el segundo. Parecía una persona en el medio de confiada y despreocupada, más lo segundo que lo primero, y sus rasgos más notorios eran sus ojos y su cabello castaño, en un corte hasta el oído, considerado bastante largo para muchos. Por último, se presentó Jael, el chico carnero, del cual claramente resaltaba su personalidad introvertida y tímida además de sus particulares ojos y unos cuernos que eran mayormente tapados por su pelo, casi que no eran notorios para mí.

Nueva Sociedad©Where stories live. Discover now