Dragón [INTENABO] COMPLETA

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Se quedan mirando con duda y Greco decide hablar:—¿Esperas a alguien más?.—Gustabo sacude su cabeza en negación.

¿Quién será a estas horas?.

—Iré a abrir.—Dice Gustabo dejando las flores en la mesa y caminando hacia la puerta pero Greco lo detiene jalándole del brazo.

—Yo voy.—Pronuncia con seriedad y si dura voz se hizo presente a la vez que de su cadera sacaba un arma, Gustabo abre los ojos al verlo.

Mientras caminaba con el arma en la mano los toques en la puerta se hacían cada vez más fuertes.

Gira la manija de la puerta y la abre de un solo portazo a la vez que apunta inmediatamente. Baja su arma y hace una mueca de desconcertado.

—Puta madre, ¿por qué mierda no dijiste que venías?.—Pregunta con el ceño fruncido y guarda el arma.

—Hazte a un lado de una buena vez.—Dragón le empuja levemente para entrar a la casa y el corazón de Gustabo dio un salto al verlo.

—Me hubieras ahorrado venir hasta aquí si tu mismo venías, idiota.—Gruñe Greco con un puchero.

Greco se encuentra indignado, Dragón bien pudo ir hasta Gustabo para entregarle las flores y los anillos personalmente.

—¿A esta hora se te ocurre darle todo lo que te dije?.—Pregunta Dragón, serio. Greco agacha la mirada.—Son las once de la noche.—Ve en el reloj y Gustabo se muerde el labio al verlo, ese hombre con los días estaba más y más guapo.—¿Dónde te fuiste antes de visitarle?.

Greco se rasca la nuca un poco nervioso.

—Bueno, a ver, fui al bar para tomar unas copitas pero no fue nada, solo se me hizo tarde y recordé que tenía que venir hasta aquí.

Dragón chasquea la lengua y ve a Gustabo con los anillos en sus dedos, el oro y su piel hacían lindo contraste, sus ojos abiertos al mirar discutir a él con Greco, sus ahora rojo labio inferior estaba preso con sus dientes superiores, su cabello rubio estaba peinado hacia atrás, y su short con su camisón dejando ver sus claras y adorables piernas siendo cubiertas hasta la mitad-hasta la rodilla-por unas medias negras con diseño de frutas, sus ojos se deleitan al verlo, dejándolo sin aliento con solo vestir esas medias que aparte le quedaban adorables y por otra muy sexy, ese niño sin duda se embellece con los días que pasan, cada maldito día está más hermoso que el anterior y no tiene cuenta en que día iba a perder la cordura para arrinconarlo en una pared y besarle.

Gustabo, ante esa mirada calculadora por todo su cuerpo decide unir sus pies como acto nervioso porque siente que los ojos del pelinegro se pasean por sus piernas, de pies a cabeza.
Juega con sus dedos y agacha su mirada con el sonrojo apoderándose de él y una pequeña sonrisa se le dibuja en sus labios.