Por favor, mírame [Erejean]

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Jean siempre lo supo. Eren Jaeger sería su perdición. Lo supo desde que lo vio hablar sobre matar titanes con tanta desenvoltura, tratando de sobreponer su convicción ante su miedo sin estar pretendiendo para ganar popularidad. Esa primera vez que Jean lo provocó como mera reacción honesta ante la chocante escena, el maldito aceptó su disculpa y se colocó parte de la culpa. Jean no esperaba eso último. Ambos eran críos de doce años e incluso entonces tenía conciencia de que su comentario fue innecesario y que la reacción de Eren debió ser mayor.

¿A quién le dices bastardo suicida?
¿Hay alguien más que tú?

Nadie que conocía podía ser como Eren Jaeger. Y vaya que llegó a conocer a personas extraordinarias, como los talentosos e imbatibles Ackerman, como el genio de Armin y el inigualable comandante Erwin Smith. Pero lo que volvía a Eren tan frustrante no era su fuerza, ni su inteligencia, ni siquiera su tenacidad. Simplemente, si conocías a Eren, y a pesar de sus defectos estridentes, no podías evitar no quererlo, respetarlo o admirarlo.

Jean no podía comprender cómo alguien que debería resultar desagradable podía ser tan entrañable. Eren era lo que Jean siempre quiso y nunca pudo ser, por más que se esforzara. Estaba lleno de individualismo y aun así se preocupaba más por los demás que por sí mismo. Sus creencias eran inquebrantables pero no desacreditaba a otros ni se proclamaba superior. A su lado, pegados como lapas, tenía a la muchacha más fuerte y al muchacho más inteligente. Con unas cuantas palabras y sus acciones, las personas lo seguían. ¡Y él ni siquiera quería o pedía que lo siguieran!

¿Cómo lo hacía? Era como una mitocondria para el grupo. Jean sospechaba que incluso sin sus poderes de titán lo habría sido. Ese es Eren Jaeger. Vivo o muerto, las personas que lo conocían lo recordarían. Lo recordarían por quién era, no por sus proezas o bajezas.

Lo volvió a provocar. Y luego de nuevo. Y otra vez más. Eren lo provocó un par de veces también. Jean se aliviaba al verlo dudar, se regocijaba internamente cuando lograba irritarlo y que terminaran peleándose a puño limpio. De esa manera, Eren lo veía. Entraba en su mundo y se quedaba por tantos minutos como Jean quisiera.

Sí, por mucho que odiara admitirlo, Jean quería tener la atención de Eren. Le decía que era un idiota, un bastardo suicida, que no necesitaban a alguien como él, que era inútil, que no había demostrado su valor, que solo sobrevivía por Mikasa. Palabras con las que intentaba justificarse a sí mismo y a los demás que pensara tanto en Eren, que se fijara con tal agudeza en su vida y su manera de ser.

Jean tenía talento, juicio e inteligencia. Aun así, Mikasa, quien era a sus ojos todo lo que un hombre podría desear, solo tenía ojos para Eren. Aun así, Jean no estaba tan celoso por el hecho de que Eren acaparara a Mikasa como del hecho de no formar parte del círculo íntimo de Eren. Quería tener su mirada y no solo su reconocimiento a cualidades obvias y naturales. Es más, le molestaba que Eren reconociera su talento y que de todas formas no regresara a mirarlo a menos que Jean llamara su atención molestándolo.

«Tienes talento, deberías usarlo por el bien de la humanidad».

Aquella fue la única vez que Eren lo miró y reclamó su atención sin que Jean lo hiciera antes. Lo tomó por sorpresa, e incluso pudo haberlo alegrado internamente. Sin embargo, a Jean le molestó que lo reconociera y lo notara solo para sermonearlo e intentar decirle qué debía hacer con su talento. Le respondió que no era su problema, y de nuevo Eren remitió su actitud combativa primero, irritando más a Jean. Si iba a ser un idiota con Jean por una vez, no podía terminar recapacitando mientras Jean se volvía el idiota en la discusión de nuevo. Entonces a Eren se le ocurrió retarlo a que lo venza en combate cuerpo a cuerpo en frente de todos sus compañeros y Jean terminó tomándose los entrenamientos de combate físico en serio, con la satisfactoria idea de doblegar a Eren en mente. De esa forma, Jean aprendió a pelear con técnica y adquirió las bases de la responsabilidad que lo caracterizaría más adelante como soldado. Cuando Jean comprendió con qué fin Eren lo había retado, y que había caído redondo, se enojó y admiró su astucia al mismo tiempo.

Sin embargo, ni con todo su esfuerzo, ni con sus centímetros y masa corporal superiores, pudo ganarle a Eren. En algún momento dejó de buscar ganar cuando peleaban. Solo quería la atención esquiva de Eren.

Luego se hicieron amigos, Jean fue más comprensivo y sus provocaciones se tinturaron de cariño, pese a que seguían siendo idiotas. Eren le puso el mote de cara de caballo. Hería a Jean, porque sabía que no era tan lindo como Eren, pero también lo hería porque implicaba que a Eren no le parecía atractivo.

Entonces, de un momento a otro, Eren dejó de responder. Y Jean descubrió que le dolía más de lo que le dolía tener que empezar las provocaciones la mayoría de las veces y que Eren lo llamara cara de caballo. Lo único que obtenía por sus provocaciones era indiferencia, Eren lo ignoraba o las escuchaba en silencio, sin reaccionar. El espíritu de Eren parecía haberse disuelto en un lago de apatía. Se volvió serio, calmado, más callado y pensativo. No participaba en ninguna broma grupal, no parecía preocuparle nada relacionado con la vida cotidiana. Miraba a través de las personas. Se dejó crecer el cabello y aunque Jean lo molestó con eso, Eren no replicó nada.

Lo único que Jean recibió a cambio con sus posteriores intentos de obtener una respuesta fueron transitorias miradas impenetrables. Intentando entender el por qué, Jean había llegado a pensar que Eren se había cansado de soportarlo y corresponder a esa dinámica estúpida. Entró en pánico. La idea de que Eren se hubiera cansado de él le aterraba a niveles insospechados.

—Tenías razón —le dijo Eren la tarde previa a la asamblea por los derechos de los eldianos en Liberio—. Eres bueno viendo la realidad.

—¿Qué? —Jean parpadeó, sin entender.

—Soy un bastardo inútil. No he demostrado mi valor y no podré hacerlo. Tenías razón.

Jean no entendía a qué venía ese comentario, y de forma tan repentina. Solo entendía que Eren estaba tratando de abandonar su dinámica por completo. En el peor escenario, Eren estaba confirmando que estaba cansado de Jean. No, en el peor escenario, Eren realmente creía lo que acababa de decir. Intentó retirarse, pero Jean habló, agarrando su hombro.

—No. —Eren volteó a verlo y Jean sintió alivio al notar en sus ojos algo de desconcierto—. No digas eso. En realidad yo solo... yo solo... —bajó la voz y sintió sus mejillas encenderse—. Quería que me miraras.

—¿Qué? —Ahora era Eren quien no entendía.

—Meterme contigo... Era la única forma que se me ocurrió para que me prestaras atención. —Jean estaba avergonzado, su garganta escocía y sus palabras se precipitaban—. Pero no era lo que pensaba de verdad. Te dije cosas que no debí. No pienso que eres inútil, que no puedes valerte por ti mismo, que solo das problemas y que tienes la culpa de que las cosas salgan mal. Yo... lo siento.

Eren hizo silencio, reflexionando. Por un momento algo parecido a la esperanza brilló en sus ojos. Pero se desvaneció tan pronto como vino. Asintió, dio la vuelta y se alejó.

Jean supo que era tarde. El daño estaba hecho y no podía repararse con unas cuantas palabras, por muy sinceras y bienintencionadas que fueran.

—No lo sientas —dijo Eren mientras se alejaba, lo suficientemente alto para que Jean lo escuchara—. Puede que no lo dijeras en serio, pero resultó ser la verdad.

Jean cerró los ojos, inquieto, esa noche. Y soñó como nunca antes en su vida. En el sueño recién conocía a Eren, pero no le decía lo que le dijo. Se tomaba con seriedad el comentario de Eren sobre entrar en la Legión para matar titanes porque ya sabía cómo la historia seguía. Y Eren lo buscó después del entrenamiento para decirle que por el primer día había pensado que era un idiota, pero que le alegraba haber estado equivocado, y que en realidad es genial.

Y Jean fue feliz. Y despertó llorando.
Eren los abandonó ese día y nunca más volverían a recuperarlo.

Plumas caídasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora