¿Me salvaste otra vez? [Eremika]

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Mikasa llevaba una hora cortando leña. Había tumbado dos árboles y había convertido sus troncos en limpios pedazos de madera del mismo tamaño. No sudaba ni sentía cansancio en los músculos, pero su corazón dolía. El viento no afectaba su salud física, pero el frío calaba hasta donde nadie notaba que temblaba.

Hizo descender el hacha una vez más. Otro corte perfecto. Debería llevar la leña a la cabaña donde se encontraban los demás. Sasha estaría comiendo o robando comida. Connie charlaría con ella, porque entre ambos se entienden mejor que nadie. Historia estudiaría los pormenores de ser reina con Hange. Y el enano estaría colmándose la paciencia por el ruido, tomando té mientras secretamente vigilaba a todos. Eren discutiría con Jean o hablaría con Armin sobre su sueño compartido.

El hacha bajó de nuevo. No había colocado la leña, de modo que partió el tronco de debajo por la mitad. Ahora de verdad tendría que tumbar otro árbol y crear un nuevo tocón para cortar leña. Mikasa largó un suspiro y cuando levantó el hacha para asentarla en su hombro notó que un dolor tenue tiraba de sus dedos. Esa era la señal de que debía detenerse. Pero no podía irse sin reponer el tocón, así que fue a buscar otro árbol.

Empezó a llover mientras se preparaba para el primer hachazo. Una llovizna ligera en un cielo grisáceo y nublado. Cuando el hacha atizó el tronco y el árbol se sacudió, algunas hojas húmedas cayeron sobre ella. Mikasa volvió a golpear en el mismo lugar y el tronco se inclinó hacia el lado contrario. El último hachazo era el más importante. Necesitaba ser precisa para que el corte fuera limpio y el tocón sirviera. Se hizo para atrás los mechones mojados de cabello que interferían en su visión y apretó los dientes porque su bufanda se estaba empapando.

Hacía frío.

Tenía puesta la bufanda, pero sentía frío. No lo entendía. La bufanda siempre le daba calor. Lloviera o nevara, mantenía su corazón cálido y su espíritu fuerte.

Cortó. El árbol cayó. El tocón quedó perfecto. Mikasa dejó caer el hacha sobre la hierba. La lluvia pasó a ser torrencial. Ella se quedó allí, de pie, mirando su trabajo con semblante inexpresivo.

Mikasa era la única del escuadrón de Levi que podía hacer ese tipo de cosas. Fuerza y habilidad eran sus ventajas extraordinarias. Ninguno de sus camaradas tendría la oportunidad de ganarle en una pelea cuerpo a cuerpo ni con el equipo de maniobras tridimensionales. Sin embargo... todos estaban adentro, calientes, dándola por sentado. Porque Mikasa era fuerte. Y ella en realidad estaba helada, aun arropada en su bufanda.

Eren y Armin siempre se entendieron tan bien. Fueron mejores amigos desde antes de que Mikasa llegara a la vida de Eren. Compartían sueños, de los cuales hablaban con la misma emoción y con un brillo similar en los ojos. La habían dejado entrar, acompañarlos, escucharlos. Mikasa se había sentido feliz solo por estar ahí. Sin embargo, a veces no podía evitar pensar que ella no era parte del plan. Que no entendía su emoción cuando hablaban del mar y el mundo exterior, ni compartía ese sueño. Mikasa estaba ahí porque cuando lo perdió todo, Eren la llevó de la mano a su propia vida, sin recelarle nada.

Antes, Mikasa no pensaba en nada más que vivir el día a día con sus padres, no le preocupaba qué había más allá de su casa y ni siquiera le afectaba demasiado no tener amigos. No tenía propósitos ni sueños. Cuando perdió a sus padres, se quedó completamente vacía y a la deriva hasta que Eren le ofreció aquella bufanda y le devolvió la vida. Y el único deseo de Mikasa, el camino que se despejó por delante de ella, fue seguir junto a Eren, acompañarlo adonde fuera y no permitir que se repitiera la tragedia de sus padres.

Pero, ¿y si estaba de más? ¿Y si para Eren Mikasa jamás sería tan importante como los seres que estuvieron antes que ella y se introdujeron naturalmente en su vida?

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⏰ Última actualización: May 26 ⏰

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