Prólogo

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Tiempo atrás...


— ¡Preparados o no, allá voy!

Yerim se quitó las manos de los ojos y se dio media vuelta. En el bosque reinaba un silencio sobrenatural, pero percibía que sus amigos estaban cerca. Sin dudar, echó a correr, haciendo que la vegetación y las ramitas crujieran bajo sus zapatos mientras zigzagueaba entre los enormes pinos. Aguzó el oído al escuchar una risilla.

Se dirigió hacia el sonido, pero el eco la despistó y solo consiguió sorprender a una ardilla que estaba ocupada con una nuez enorme. La fresca sombra lo instaba a adentrarse en la arboleda. Un rápido vistazo al escondite habitual de Dongmi  le reveló que solo había hojas. Yerim ralentizó el paso y estaba a punto de girarse cuando oyó una voz.

— Un poco grandecita para jugar al escondite, ¿no?

Yerim se volvió y miro con él ceño fruncido al hermano mayor de su mejor amiga.

— Es divertido. — Resopló con desdén. Habían estado muy unidos, hasta que él se despertó un día y decidió de repente que no merecía la pena perder el tiempo con él. Ya nunca le hablaba ni se colaba en su casa para agarrar galletas de chocolate ni le contaba chistes malos. Parecía que solo le llamaban la atención las chicas mayores, tontas y con tetas grandes. Claro que, ¿a quién le importaba? Se negaba a seguirlo de un lado para otro como un perrito faldero—. Además, tú no lo entenderías. Nunca quieres jugar con nosotros. ¿Qué haces aquí fuera?

Él se levantó del suelo y se acercó a la mas baja. Jeon Jungkook tenía dieciséis años y era un incordio de lo peor. Se reía de todo lo que ella hacía y parecía que tenía derecho a jugar a ser Dios porque era dos años mayor. Tenía unas piernas largas y fuertes. Sobre las orejas y por encima de la frente se le hacían unos bonitos rulos, con una intrigante mezcla de tonos que iban desde el castaño claro al dorado. Como los cereales que desayunaba, pensó Yerim. Una combinación de arroz, trigo y maíz. Su cara era delgada, de rasgos definidos, con un carnoso labio inferior que siempre la había intrigado. Esos ojos de color castaño claro tenían un brillo inteligente y con un asomo de melancolía. Ella conocía esa tristeza. Era lo único que tenían en común.

Jeon Jungkook era un niño rico que se aislaba en su mundo y que parecía no tener amigos. Yerim siempre se había preguntado cómo su hermana, Dongmi, era tan extrovertida.

— Deberías tener cuidado en el bosque, mocosa. Podrías perderte.

— Me conozco el camino mejor que tú.

Él se encogió de hombros para quitarle importancia al asunto.

— Seguramente. Deberías haber sido una chico.

Le hirvió la sangre al escucharlo. Apretó los puños a los costados y meneó la cabeza, haciendo que sus cabellos de agitaran.

— ¡No! Tú deberías haber sido una chica. Todo el mundo sabe que no te gusta mancharte las manos, niño bonito.

Un golpe bajo. Que pareció tener efecto, porque se enfadó.

— Sabes, deberías aprender a comportarte como una chica de verdad.

— ¿Cómo?

— Deberías maquillarte. Arreglarte. Besar a algún chico.

Jamás había malgastado su valioso dinero en brillo de labios o algo parecido. Ya era bastante difícil comprar algo nuevo, ni que decir maquillaje o perfume. Yerim fingió una arcada.

— ¡Puaj!

— Seguro tampoco has dado tu primer beso. 

Detectó el deje burlón de su voz. Casi todas sus amigas, que tenían catorce años, ya habían dado su primer beso, incluida Dongmi, pero en su caso la idea siempre le había revuelto el estómago. Aunque antes muerta que admitirlo delante de Jungkook.

Contract Marriage [resubiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora