Capítulo dos

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Jeon Jungkook tenía una fortuna en la punta de los dedos. Sin embargo, para lograr lo que deseaba necesitaba una esposa.

Jeon  creía en muchas cosas. En trabajar duro para conseguir un objetivo. En controlar la furia y en recurrir al sentido común sí se producía un enfrentamiento. Y en levantar edificios. En edificios sólidos y bonitos desde el punto de vista estético. En ángulos suaves y líneas rectas en perfecta armonía. En ladrillos, hormigón y cristal como símbolos de la solidez que la gente anhelaba en su día a día. En el asombro fugaz que demostraban las personas cuando veían por primera vez la creación final. Todas esas cosas le daban sentido a su vida.

Jungkook no creía en el amor eterno, en el matrimonio ni en la familia. Esas cosas no tenían sentido, había decidido no incorporar esa faceta social a su vida.

Por desgracia, el tío Seunghyung había cambiado las reglas.

Sintió un nudo en las entrañas y su ácido sentido del humor estuvo a punto de arrancarle una carcajada. Se levantó del sillón de cuero y se quitó la chaqueta azul marino, la corbata de rayas y la camisa blanca. Tras desabrocharse el cinturón con un rápido movimiento, se quitó los pantalones y se puso unos más cómodos de deporte, junto con una camiseta a juego. Se calzó las Nike Air y entró en el santuario de su despacho, lleno de maquetas, bocetos, fotos inspiradoras, una cinta de correr, algunas mancuernas y un bar muy completo. Usó el mando a distancia para encender el reproductor y al instante los primeros acordes de La Traviata inundaron la estancia. No tardarían mucho en aclararle las ideas.

Se subió a la cinta y trató de no pensar en el tabaco. Habían pasado cinco años desde que lo dejo, pero aún le daban ganas de fumarse un cigarrillo cuando el estrés superaba lo normal. Molesto por semejante debilidad, comenzó a hacer ejercicio. Correr lo relajaba, sobre todo en ese entorno tan controlado. No había voces altas que interrumpieran su concentración, no tenía que sufrir el calor achicharrante del sol ni había piedras que le dificultaran el camino. Fijó los parámetros y comenzó a correr, consciente de que encontraría una solución al problema. Aunque comprendía las intenciones de su tío, se sentía traicionado. Al final, uno de los pocos miembros de su familia a los que quería lo había utilizado como si fuera un simple peón.

Jungkook meneó la cabeza. Debería haberlo visto venir. Su tío había pasado sus últimos meses de vida recalcando la importancia de la familia y le había dejado claro que su actitud dejaba mucho qué desear. Jungkook no comprendía por qué eso le resultaba sorprendente. Al fin y al cabo, su familia debería haber protagonizado anuncios de algún método anticonceptivo.

A medida que se relacionaba con distintas mujeres, Jeon había comprendido una cosa: todas querían casarse y el matrimonio conducía al caos. Enfrentamientos provocados por las emociones. Niños exigiendo cada vez más atención. Búsqueda de espacio personal hasta que al final todo acababa de la misma manera que acababan todas las relaciones. Con un divorcio. Con niños como víctimas.

«No, gracias», pensó.

Aumentó tanto la inclinación de la cinta como la velocidad, con la mente convertida en un hervidero de pensamientos. El tío Seunghyun había mantenido hasta el final el firme convencimiento de que una mujer sería la salvación de su sobrino. El infarto había sido fulminante. Cuando los abogados se presentaron en busca del dinero, cual bandada de buitres atraídos por el olor de la sangre, Jungkook supuso que los pormenores legales serían sencillos. Dongmi, su hermana, había dejado claro que no quería saber nada del negocio.

El tío Seunghyun no tenía más familia. De modo que, por primera vez en su vida, Jungkook creyó en la buena suerte. Por fin tenía algo que podía considerar completamente suyo.

Hasta que se leyó el testamento.

Y comprendió que todo era una broma pesada.

Heredaría la mayoría de las acciones de Dreamscape en cuanto se casara. El matrimonio debía durar al menos un año y podía ser con una mujer de su elección. También se aceptaba cualquier acuerdo prematrimonial. Si Jungkook decidía no cumplir los deseos de su tío, heredaría el cincuenta y uno por ciento de las acciones, pero el control se repartiría entre los miembros del consejo de administración. Jungkook se convertiría en una figura decorativa. Su vida consistiría no en crear edificios, sino en asistir a reuniones y en implicarse en la política de la empresa. Justo lo que no quería.

Contract Marriage [resubiendo]Where stories live. Discover now