Alea caminaba por los pasillos de un enorme castillo, llevaba su sonrisa tranquila y su uniforme blanco impecable.
Los Einherjer que estaban en guardia inclinaba su cabeza en señal de respeto, después de todo ella era una lance.
Entonces la mujer llegó a una enorme puerta custodiada por dos Einherjer, pero estos vestían diferente a los que se había topado de camino acá.
En lugar de ser completamente dorados con capa blanca, eran dorados con toques negros en diferentes partes de su cuerpo y su capa era de color carmesí.
-Señorita Alea, es un honor tenerla por aquí-Habló el hombre mientras que Alea asintió sonriendo.
Ellos eran Berserk, hijos de Thor o un dios nórdico de alto prestigio, pero a diferencia de sus padres ellos eran impuros de sangre, mitad dios y mitad criatura viva ya que podían ser mirad elfos, ogros, gigantes de fuego, gigantes de hielo, demonios, caídos o cualquier otro tipo de raza.
Pero que no se engañaran sus enemigos, Alea sabía cuan desastroso podía ser un Berserk en la batalla cuando entraba en su modo frenesí dejando que su sangre guerrera moviera su cuerpo en lugar de su lógica.
-Chicos, Lord Balder se encuentra?-Pregunto Alea mientras que oía el bufido del segundo hombre.
-Donde no encontrarlo si no es aquí, la última vez que lo vi estaba desnudo bailando alrededor de un fuego bañado en sangre de cordero o eso espero, padre no tienen remedio, sigue igual de loco, pasa Lady Alea, dile que todavía espero mis vidente monedas de oro que me pidió prestadas-Habló el segundo hombre mientras que el primero reía suavemente.
Alea asintió mientras que ambos Berserk daban media vuelta dejando espacio para que pasara ella.
No había que desconfiar aunque era una lance de origen elfo, no quería decir que no fuera fiel al panteón nórdico, además que era a Balder quien visitaría, no era un dios de quinta, era el segundo nórdico más fuerte.
Rish.
La puerta de abrió mientras que Alea pasaba sin siquiera dudar un segundo, se tapo ante la luz que genero aquella habitación.
Adentro.
Alea disfruto la vista frente suyo, era como estar de vuelta en su aldea.
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"¡OH PERO SI ES LA PEQUEÑA ALEA! ¡COMO HAZ CRECIDO! ¡ERAS TODA ENANA CUANDO TE CONOCÍ!"
La voz de un hombre sono mientras que Alea bufaba al ser llamada enana, pero no podía mentir, lo había conocido hace cien años cuando ella apenas era una niña de treinta y siete años.
